
Michael Jackson llega a la galería de leyendas del arte como muchos otros genios: muriendo prematuramente y con un historial de éxito y ocaso acompañados de excentridades y excesos, pero también abundante en buenas obras y ayudas hacia muchos necesitados.
Tal y como sucedió con Disney, Elvis y Marlyn, la muerte de Michael marcará el inicio del mito. Michael habrá muerto por ingestión masiva de estupefacientes, por intoxicación, por algún tipo de alergia, se habrá suicidado al límite de una tremenda tensión psicológica, habrá sido asesinado por oscuros motivos, su muerte será fingida y le verán dentro de un tiempo en algún lugar apartado del mundo; habrá sido un contactado o habrá pactado con el diablo a los 16 años de edad para vender su alma por fama y dinero, o bien su cadáver permanecerá crionizado a la espera de una futura curación que hoy es imposible. Alguien grabará su voz desde el más allá en una sesión de espiritismo y su rostro aparecerá entre las llamas de un incendio en algún edificio famoso. Es lo que necesita la gente. Tener mitos que sigan siendo inmortales y omnipresentes. Y siempre habrá quien aproveche esto para urdir conspiraciones y vender libros.
Michael Jackson fue el príncipe de los 70 y el rey de los 80. Una vez coronado rey, por méritos propios, el pop fue suyo y él se convirtió en referencia de otros muchos artistas. Y como todo mito que se precie en el mundo del cine y la música, también entró en un ocaso del que muchos se aprovecharon.
Particularmente, si tuviera que elegir un par de álbums de su discografía, me quedaría con “Off the Wall” y “Thriller”, por ser los más representativos de aquella época de un par de años antes y un par después de conocer a Quincy Jones; cantante, compositor y productor que lanzaría definitivamente a la fama mundial definitiva a un Michael que, ya anteriormente, había tenido algunos éxitos en los primeros puestos de las listas americanas y europeas como integrante de los Jacksons Five, como el inolvidable “Blame it on the boggie” de finales de los 70.
Los fans de Michael lloran su muerte y los herederos del cantante ganarán de nuevo una inmensa fortuna proveniente de los derechos de autor e imagen de él. A partir de ahora, los mitómanos tienen un nuevo lugar para visitar cada año y una nueva fecha que celebrar. Pero no deberíamos olvidar que Michael Jackson fue un hombre atormentado y confuso que triunfó en su trabajo, pero que no pudo ser feliz en su vida personal. Ese es el drama de muchos mitos.
Descanse en paz.