Conforme pasa el tiempo, más convencido estoy que la izquierda desprecia a la derecha, pero el desprecio se convierte en odio e ira cuando se trata del liberalismo.
Hace tres semanas, en un foro en el que se hablaba de la guerra civil española, un grupo de “enterados” aseguraba que el bando perdedor defendió las libertades y el orden constitucional.
Dudo que haya muchas falsedades como esta que hayan calado tanto en la “cultura general” de millones de españoles que asumen tal falsedad histórica. De hecho, también está bien interiorizado en la sociedad actual que quienes denunciamos las atrocidades cometidas por socialistas y comunistas (líderes mitificados incluidos) tenemos que pertenecer necesariamente a alguna corriente neofascista enemiga de la libertad, la tolerancia y demás conceptos que la izquierda toma como suyos en su discurso populista, pero que no existen en su ideario real.
Me decidí a participar en el foro para contribuir, y al menos intentar “desasnar” (como habría dicho un amigo mío) a quien tuviera una mínima capacidad de criterio propio.
En un post relativamente corto, me identifiqué como conservador liberal y republicano, lo que provocó una primera reacción bastante desfavorable de quienes parecían dominar la conversación. No comprendían cómo un republicano podía ser conservador. ¿Y qué era eso de liberal?
Una vez explicado, dejé mi opinión y datos históricos suficientes sobre lo que fue la segunda república a partir de 1934. Por supuesto, todo lo que yo aportaba tenía que ser necesariamente falso, porque los que lucharon y perdieron contra Franco (vaya un modo de simplificar la historia…) no podían ser tan malos.
El caso es que, ante ellos, de poco me sirvió condenar la dictadura franquista antes de exponer lo que supuso para
Pero el detonante de la explosión de descalificaciones fue el hecho de que uno de aquellos “republicanos” pretendió salvar a Azaña de mis argumentos desfavorables. Este participante aseguraba que Azaña ignoraba lo que sucedía en las checas. Mi “error” fue recordarle, o hacerle saber, que el director de la checa llamada “de bellas artes” era miembro significado de Izquierda Republicana, el partido de Azaña. A partir de ese momento los foreros de izquierdas decidieron que yo era un fascista y un retrasado mental, y que el liberalismo era el culpable de la crisis económica mundial. Y punto.
En desagravio, debo reconocer que recibí las felicitaciones de otros muchos participantes, quienes agradecían que uno solo hubiera puesto en su sitio a esos cuatro o cinco zapateristas, que habían desaparecido de la conversación no sin antes insultarme de todos los modos posibles que pudieran saltar el filtro anti insultos del código html del foro. Escasa gloria, o victoria pírrica, si se quiere; pero toda aquélla bronca, traída al hilo de una historia manipulada y recortada, que hoy se acepta como oficial incluso por la acomplejada y cobarde derecha española, me corroboró una realidad curiosa. Para la izquierda, llámese socialdemocracia, socialista, o cualquier otro calificativo que sirva para disimular su ideología única, es muy cómodo tener oposición de una derecha que no se atreve a devolver los golpes, pero es verdaderamente fastidioso enfrentarse al liberalismo, que defiende la verdadera libertad, el individualismo y el estado de verdadero derecho, usando conceptos populistas cuyos hechos desmienten su propia teórica.
¿Es exagerado afirmar que la derecha tampoco tolera demasiado bien al liberalismo, a pesar de haberse servido de él a conveniencia? En absoluto. No hay más que recordar las recientes palabras de Mariano Rajoy, afirmando no querer opinar sobra las irregularidades en ciertas cajas de ahorros, porque se considera un verdadero liberal, cuando hace un año, invitó a los liberales a abandonar el Partido Popular y marchar al Partido Liberal.
En fin. Que la pelea de aquel foro no deja de ser un a tontería, pero me hace reflexionar y creer que, en estos tiempos difíciles, no todo está perdido cuando uno se esfuerza por mantener los principios de libertad, independencia de criterio y defensa de los valores tradicionales como parte de la base de una sociedad justa, meritoria y humanista.
Y si alguien puede explicarme qué tiene que ver esto con el franquismo y el retraso mental, que lo haga mañana porque, a estas horas, lo que me pide el cuerpo es dormir hasta las 6.