
Al césar lo que es del césar, aunque sea para mal.
Ted Kennedy falleció hace unos días y ya forma parte del cielo de los mitos progres. He leído y oído opiniones que elevan a los altares a Ted. No a los altares de su religión católica, por supuesto; sino a los de la nueva religión mundial conocida como progresismo.
Miren ustedes; nunca he llegado a comprender qué puede haber en la cabeza de tantos militantes y simpatizantes del Partido Socialista Obrero Español que se definen como católicos y, en cierta medida, practicantes. No entiendo cómo alguien que pretende tener fundamentos cristianos pueda votar invariablemente por un partido cuyas principales políticas sociales se basan en la defensa del aborto libre, los casamientos homosexuales, el ataque y demolición de la familia como medio ideal de crecimiento y educación del individuo... etc. Pero esto sucede en España, por millones de casos.
De modo similar, tampoco llego a entender cómo tanto católico norteamericano, sea de origen irlandés, italo, hispano o de cualquier otra procedencia, pueda tener como modelo y paradigma de político ideal a un Kennedy que se ha significado reiteradamente a favor de la legalización del aborto y de otros asuntos sociales que chocan abiertamente contra los principios cristianos más elementales. El Lobby proabortista financió generosamente las campañas de este político, sabiendo de antemano que él nunca podría llegar a la presidencia de los Estados Unidos debido a un incidente en el que falleció su secretaria personal, pero dicho lobby le apoyaba sin condiciones, consciente de la influencia y poder que Kennedy tenía en el Partido Demócrata, partido siempre inclinado a cosechar votos utilizando el populismo sensible enfocado hacia ciertos sectores de la sociedad norteamericana, sirviéndose de ciertos grupos de la Iglesia Católica postconciliares, más propensos a la laxitud de principios defensores de vida como estrategia para atraerse las simpatía de los católicos más progresistas, principales críticos contra el Vaticano, al que consideraban anclado en un pasado que castigaba a las madres solteras a tener a sus hijos no deseados(curiosamente, esta frase la rescató Obama para uno de sus discursos) al igual que perseguía a los homosexuales, no con razonamientos, pero sí con la condenación eterna.
Aún más; Ted Kennedy se comportó, al menos en una ocasión, como traidor a su patria con el visto bueno de su partido y el resto de sus auspiciadores, cuando se ofreció a Yuri Andropov y a Mijail Gorvachov para colaborar contra Ronald Reagan en un intento de derribar el creciente prestigio de este último en occidente, causado por el acierto de muchas medidas liberales aplicadas a la economía y la sociedad; medidas que fueron las impulsoras del nuevo despegue económico que el país protagonizó en los 80s, actuando de locomotora para otros países de occidente, y provocando en buena medida la caída del muro de Berlín y la corrupta y exhausta Unión Soviética.
Ahora toca respetar su figura. O lo que es lo mismo, que su recuerdo sea intocable y los que nos atrevamos a poner en tela de juicio su trayectoria semos tachados de revisionistas, en el mejor de los casos. El nuevo orden mundial y su pretendido neoculto a lo antioccidental políticamente correcto ya tiene otro “campeón de los derechos humanos” para su particular salón de la fama. Descanse en paz Ted Kennedy. Se lo deseo sin ningún tipo de acritud. Pero que no me hagan tragar ciertos conceptos sobre él porque, a mi edad, ya no está uno para digerir estos empachos.
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