La cultura española, en su sentido más amplio y popular, está en buenas manos. Podemos respirar tranquilos. Los más punteros escritores, cantantes, actores, directores de cine y teatro, toman las riendas en la lucha por la defensa de los desfavorecidos y deciden dejarse ver juntos y revueltos para reivindicar lo que sin duda es uno de los más urgentes anhelos de nuestra sociedad.
En realidad, no se trata de un “no a la guerra”, ni un “nunca mais”, ni de una invasión del congreso con pancartas para reivindicar el recuerdo de unos reporteros asesinado de los que ya no se acuerdan. Aznar no gobierna. Ni el PP. No es necesario movilizarse por esas tonterías.
Y mientras la derecha no gobierne, tampoco será prioritario salir a la calle para reivindicar la necesaria reforma del mercado laboral, ni la austeridad que nos ahorraría miles de millones.
Esta casta de “intelectuales y artistas”, acostumbrados a la subvención y a la patente de corso cuando se trata de acusar de golpismo a la derecha, se une a los otros grandes subvencionados de este país. Los otros parásitos sociales por antonomasia. Los sindicatos. Todos juntos proponen una manifestación contra los empresarios, en otro intento de Zapatero por desviar la escasa atención que esta ciudadanía presta a cualquier cosa que no sea el fútbol y los programas de corazón. El Presidente del Gobierno, como el rey desnudo del cuento, vive fuera de la realidad que vemos a diario. Antes que variar un solo ápice su discurso anticapitalista y reconocer el fracaso de su política general, ZP prefiere lanzar a sus devotos contra el colectivo que, en condiciones normales, más posibilidades e iniciativa tiene para crear trabajo y riqueza. Y mueve sus peones, bien aleccionados, con un discurso que arremete contra el liberalismo y el individualismo, adornándolo con el populismo que más suele calar entre los votantes, con conceptos tales como la corrupción generalizada y las malas prácticas económicas de los neoliberales.
La base de este discurso demente es errónea, y correspondería a los portavoces de los empresarios hacer llegar al pueblo cual es la realidad y como está estructurado el falaz argumento de Zapatero, empezando por insistir en que una de las principales consecuencias del individualismo y el liberalismo es la creación de empresas en las cuales cobran sus sueldos muchos votantes de la izquierda. El gran problema de percepción de buena parte de la sociedad española es, precisamente, lo que la izquierda ha filtrado durante décadas en el subconsciente de muchos: el concepto sectario de que el empresario, por definición es malo y culpable, y el obrero, invariablemente, es bueno y víctima.
Mientras tal concepto siga vigente, muchos sindicalistas podrán seguir viviendo de la sopa boba, como muchos “intelectuales y artistas” podrán seguir cobrando subvenciones que les amparen de sus propios fracasos.
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