El día que se hizo público que Obama iría a apoyar la candidatura de Chicago para los Olímpicos de 2016, yo tenía muy claro que el Presidente de Estados Unidos se presentaba en Copenhague para recoger un premio concedido de antemano. Fallé, por mal pensado. Mi certeza sobre esto desapareció cuando oí en esRadio que Obama volvía a la Casa Blanca antes de que se supiera con seguridad cual era la ciudad triunfadora en la candidatura para estos Juegos. Entonces estuve completamente seguro de que Chicago no ganaría. De lo contrario, Barack Obama no hubiera renunciado a un baño de gloria que a ningún político amargaría.
En lo que verdaderamente estuve certero, basándome en mis escasos conocimientos de estos asuntos olímpico-geopolíticos, es que Madrid no sería la sede definitiva de 2016. Por eso me extrañaba ver el entusiasmo de tanta gente que, al margen del ímpetu que hay que demostrar a los medios para dar imagen de proyecto y todas esas cosas, se mostraban casi completamente convencidos del triunfo de Madrid.
Desde luego, no hace falta ser un experto en la cosa internacional, ni tener ojo de lince para haber acertado. Creo que solo era necesario un análisis no demasiado profundo de los medios para vislumbrar por dónde se dirigían algunos países cuyos representantes tenían voto en la elección de la ciudad ganadora. Veamos:
Brasil luce una aureola, no tan merecida, de país emergente económicamente. Tiene algunas ciudades muy grandes, como Río, suficientemente internacionales en imagen, como para proponer una candidatura que, además, puede aprovechar el victimismo, o la ilusión, de albergar los primeros Juegos Olímpicos que se celebren en el sur de América. Candidata perfecta.
Resto de países suramericanos. Desengañémonos. Todo eso de la querida madre patria es, casi completamente, un mito. Hoy puede más, en el ánimo de la población mayoritaria de aquellas tierras, la leyenda negra sobre España, añadido a unas cuantas verdades históricas, y completado todo con los tópicos del español “gallego” esquilmador y colonizador. Brasil es el vecino, bueno o malo, pero vecino. Y lo prefieren.
Centro América y Caribe. Más de lo mismo, a pesar de la ingente cantidad de turistas españoles que se alojan en cadenas hoteleras durante los periodos vacacionales, cuyas divisas no vienen nada mal a las economías locales. Brasil era favorito y preferido, precisamente para abrir la puerta de futuras celebraciones olímpicas en el área.
Estados Unidos y Canadá. Por supuesto, apoyo mayoritario a Chicago. Por supuesto, también de la inmensa mayoría de hispanos, que o bien son ciudadanos norteamericanos y canadienses, o tienen muchas ganas de serlo. Pocos países como estos dos absorben tanto a sus inmigrantes, deseosos la mayoría de tener un pasaporte con su nueva nacionalidad o ciudadanía.
África. Muchos suponían que los países africanos apoyarían mayoritariamente a Obama. Cuestión racial. En la práctica, bastantes votaron por Brasil, donde hay tantos descendientes de africanos, en un país que consideran también como más similar a ellos por su posición económica en el mundo.
Europa. París tiene mucho más peso político, económico y social que Madrid; tal y como sucede con Francia con respecto a España. Por tanto, si Madrid ganaba, París perdería su candidatura para los Juegos siguientes, por estar unos y otros demasiado cercanos en el tiempo como para celebrarse seguidos. Ni más ni menos que la rotación continental políticamente correcta. Votos para brasil.
¿Y Tokio? “Está mu lejos”, como decían los Chanclas hace veinte años.
A pesar de todo, durante la pasada semana leí en algún medio digital de Chicago que no todos allá estaban por la labor de pretender organizar un evento de estas características, tal y como me lo corroboraron algunos amigos desde Florida, California, Idaho y Utah. Exactamente lo mismo sobre la candidatura de Madrid. Los amigos que viven en la capital me comunicaban que, a pesar del entusiasmo de pancarta y logotipos por todas partes, había una oposición cuyas opiniones críticas apuntaban hacia el tremendo endeudamiento de la ciudad, posiblemente incrementado tras los Juegos.
En fin. Que Gallardón y el resto de la delegación española en Copenhague se quedaron con la misma expresión facial que los moais de la Isla de Pascua, al conocer la victoria de Río de Janeiro. Pero cuentan las crónicas que en Brasil, a los pocos minutos de conocerse el triunfo de Río, las calles de las principales ciudades se llenaron de gente, celebrando y bailando como si de la llegada de un mesías se tratase.
Y algún diario español publicó al día siguiente, “Se abre la puerta para Madrid 2020” . ¡Qué fijación en el fracaso, por favor!
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Yo me centraré en el optimismo que desprendían los españoles al respecto, es exactamente lo que nos lleva a situaciones como las que padecemos y a gobiernos como el actual.
ResponderEliminarSaludos