Mi esposa
trabaja en una residencia de ancianos. Casi cada día me cuenta algún sucedido
con alguno de los residentes. Sus anécdotas, sus tristezas, alegrías,
recuerdos.
A veces se
indigna al ver el comportamiento de algunas familias, que aparcan al abuelo o a
la abuela en un sitio donde no molesta, callando sus propias conciencias
comentando a sus vecinos que están pagando una buena residencia. A veces me
habla de otras familias que ingresan a sus ancianos porque no pueden cuidar de
ellos constantemente, pero que les visitan casi cada día, y se los llevan
habitualmente de vuelta a casa para los días señalados.
Me describe
la tristeza de algunos de los mayores, recordando sus tiempos de juventud con
una nostalgia que no parece descansar ni en las horas de sueño. O me relata
cómo otros se ilusionan por hacer cosas aún. Cuidar plantas, querer a un gato,
leer o pasear con los amigos.
Pero, si
algo me sobrecoge, es escuchar como alguno de los ancianos que sufren alzheimer
se adentra poco a poco en el túnel del olvido lento, progresivo y sin retorno,
de la realidad que le rodea, de sus recuerdos y de sus afectos.
Hoy he
visto una película que tenía pendiente desde hace un par de años.
“¿Y tú
quien eres?” narra el preámbulo al camino sin vuelta atrás del alzheimer de un
anciano al que ingresan en una residencia para unas vacaciones de verano, de
modo que el resto de la familia pueda disfrutar de unos días de hotel y playa.
Manuel Aleixandre, como protagonista, interpreta al personaje principal, con la
colaboración imprescindible del recientemente fallecido José Luís López Vázquez
en el papel de compañero de habitación. Dos maravillosos actores sobre los que
descansa el argumento.
“Y tú quien
eres” no se adentra en el profundo y terrible mundo de la enfermedad. Narra los
prolegómenos; los inicios. La recomiendo. Es fácil de ver, porque no se trata
de una película que incide necesariamente en la amargura. Parte del mensaje que
transmite, tan necesario hoy en día, es la ternura y el amor que el abuelo
despierta en su nieta, dispuesta a sacrificarse por él y permanecer a su
cuidado.
Que sirva
para concienciarnos de la tragedia que puede llegar algún día a nuestra
familia, o a nosotros mismos.
Copie y pegue el texto, si desea oír el artículo.
Toda enfermedad es terrible pero esta es doblemente cruel, los familiares son los que más sufren con ella, ya que el enfermo no se da cuenta y aparentemente está bien.
ResponderEliminarEs una pena que se aparquen a los ancianos como si de un coche viejo se tratase, el mundo pierde mucho con esos comportamientos. Los abuelos tienen mucho que ofrecer.
Saludos
Yo también pienso que la gente mayor tiene mucho que enseñarnos. La experiencia que te da la vida no te la da nada más. No hay mejor escuela que ellos si queremos aprender...
ResponderEliminarLa película que recomiendas, simplemente genial.
Un saludo.