El invierno climatológico llegó a Aragón exactamente igual que suele hacerlo el verano: con poco aviso, haciéndose esperar, y con el ímpetu de un rinoceronte entrando a la carrera en una cristalería.
En escasas horas, hemos pasado de los impensables 24º de este raro inicio de noviembre, a los más normales 0º por las noches y apenas diez más al mediodía. Poco tiempo queda ya para que el invierno de verdad, el del calendario, llegue con sus heladas sus nieves y ese viento del noroeste que te hace temer por tus orejas, del que tanto me han hablado en otros lugares de España los que han visitado estas tierras en esta temporada.
De manera que vuelve el recogimiento de los días cortos, las noches largas y la vida hogareña de salón con fuego de leña, para los que tenemos la fortuna de vivir en una casa en lugar de piso.
Para quienes nos gusta disfrutar, siempre que es posible, de cada momento que ofrece la existencia, no es poca cosa iniciar esta temporada de invierno blogger sentado frente al fuego, con una buena taza de infusión, la televisión con el volumen bajo, esperando el inicio de algún informativo, y el portátil navegando por la red para consultar cómo van las cosas por esta España tan particular.
No puedo negar que no pasa un solo día en el que nuestra clase política, quizás menos variopinta de lo que muchos imaginan, nos ofrezca una pizca diaria de bajeza moral difícilmente superable.
Dentro del invariable “más de lo mismo” que nos propone la actualidad informativa, con escándalos de corrupción, ineptitud de nuestros gobernantes y desesperanza en nuestro futuro si comparamos nuestra situación con la de otros países que vieron venir a la crisis y se aprestaron a combatirla, me llama la atención la particular visión del significado histórico y social de la caída del muro de Berlín por parte de lo que queda del Partido Comunista de España.
José Luís Centella, nuevo Secretario General del Partido Comunista, declaró ayer, puño en alto, que los comunistas no tienen que pedir perdón por nada.
Veamos. No voy a descubrir nada nuevo en este blog, si me declaro total y abiertamente anticomunista. Lo soy hasta tal punto, y por razones personales y políticas tan profundas, que no me extrañaría nada en absoluto ser yo el tipo que más se alegra conforme pasa el tiempo, y veo que en cada cita electoral este partido rancio, defensor del totalitarismo y los métodos criminales de gobierno, obtiene menor y menos votos, hasta casi desaparecer del parlamento.
Pero no deja de sorprenderme un poco que alguno de sus líderes, cada vez más pintorescos por escasos, sigan empeñados por mantener al comunismo como salvador de los pueblos, estando sin embargo bien a la vista, por todo el mundo, los resultados de esta ideología, valorables en muertos y miseria.
Francamente, me importa tanto un congreso del PC como pueda interesarme el comportamiento de las moscas españolas en el experimento de una estación espacial. Pero no puedo evitar referirme a las palabras de Centella por lo que valen en sí mismas. Palabras hipócritas de político liberticida. Político que defiende una forma de gobierno cuyos admiradores, unidos a otros frentes progresistas, han exigido reiteradamente que, por poner un ejemplo, la Iglesia Católica pidiese oficialmente perdón por las víctimas que su comportamiento político y religiosos causó en el pasado.
Yo, qué quieren que les diga, conozco a un par de personas que se dicen comunistas. Defienden ante quien quiera oírles que Cuba es pobre, pero es también el ideal de libertad al que todo hombre de bien debería aspirar. De nada sirvió que les explicase un cubano exiliado cómo se vive en la isla. Para el ánimo de estos comunistas es más sencillo pensar como el líder cuando justifica la dictadura castrista, o defiende a los secuestradores somalíes por ser éstos víctimas del capitalismo imperialista.
No hay nada qué hacer, salvo esperar. Los pocos comunistas que queden en España acabarán diluidos definitivamente en el Partido Socialista, o en minorías nacionalistas tales como los alegres chicos de Chunta Aragonesista, que por tener algo de protagonismo en los medios son capaces de decir las mayores bobadas sin despeinarse.
José Luís Centella promete momentos impagables, diferentes a la línea habitual de Aído o Pajín. Éstas van más a lo populista, pero Centella está más por revivir la revolución bolchevique, aunque solo sea por algún momento de gloria en los informativos de La Sexta.
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