No tengo a
nadie por infalible. Nadie lo es. Pero mantengo ciertos referentes puestos en
las cualidades de algunas personas. Si hablamos de periodistas, entre los que,
inevitablemente, se infiltran sectarios con pretensiones, Hermann Tertsch es
uno de los que yo tengo por más honrados en su profesión. No le conozco
personalmente, pero le he seguido durante años en sus artículos escritos e
intervenciones de radio y televisión.
Son cada
vez más escasos los periodistas, comentaristas, colaboradores de tertulia…
etc., que son capaces de mantener la independencia suficiente para criticar por
igual, a favor o en contra cuando sea necesario, a una opción política u otra.
Excepto honrosas y escasas excepciones, en España se practica con maestría y
fluidez el periodismo y la literatura partidista y manipuladora. Tanto la
derecha como la izquierda disponen de su propia flota de medios, aunque la
segunda es mucho más numerosa que la primera, que traspasan el límite de la línea
editorial que defiende una opción política para llegar y acomodarse en la
mentira, la demagogia y la manipulación de hechos y datos. Seguramente, los
ejemplos actuales más apabullantes son, entre otros, los informativos de
Cuatro, La Sexta
y La SER ,
defensores a ultranza de Rodríguez Zapatero y su gobierno, como el grupo PRISA
lo fuera en su tiempo de Felipe González.
Los
periodistas independientes, como Hermann Tertsch, atraen por igual gran
cantidad de seguidores como terribles enemigos. Cercano tenemos el caso de Federico
Jiménez Losantos, Luís Herrero y Cesar Vidal que, tras ser invitados a marchar
de una COPE que ha perdido el tren de la libertad para pasar a la segunda
división de los medios controlados por nacionalistas catalanes, crearon un
canal de radio digital cuyo crecimiento en audiencia no tiene comparación en la
historia de la radiotelevisión española. En contrapartida, sus enemigos
declarados se cuentan entre la izquierda, la derecha entregada a la izquierda
(que es actualmente casi toda la derecha de Rajoy), y los periodistas y
comunicadores que comen su pan de la mano de tales tendencias políticas.
Uno de
estos comunicadores, El Gran Wyoming – el mediocre Wyoming – suele arremeter a
gusto contra los periodistas díscolos que no quieren entrar en el cómodo y
acogedor redil del pensamiento único. Hace apenas unos días, seguramente
siguiendo instrucciones de los directivos de La Sexta , el canal de televisión
preferido y más favorecido por Zapatero, dedicó uno de sus numeritos y montajes
de vídeo supuestamente graciosos para despreciar a Hermann Tertsch, porque éste
se definió como partidario del uso de la fuerza para defender a los barcos
pesqueros españoles de los piratas somalíes. Ante semejante y descarnado
ataque, Tertsch advirtió que denunciaría al Estómago Agradecido Wyoming ante
los tribunales. Y escasos días después Hermann Tertsch fue agredido en plena
calle, acabando ingresado en un hospital como consecuencia de las graves
lesiones sufridas.
Varios son
los periodistas que han sufrido persecución, difamación e incluso atentados. Es
el tributo que han tenido que pagar por mantenerse en la difícil cuerda de la opinión
independiente, bajo la cual la única red que suele existir es el apoyo de público
y lectores que seguimos la trayectoria de estos valientes.
O mucho me
equivoco, o Hermann Tertsch volverá a primera línea de batalla cuando esté
restablecido. Y retornará con más fuerza aún, como suelen hacer los
comunicadores hechos de una materia especial. Pero tengamos en cuenta que la
agresión a Tertsch puede tener consecuencias que van más allá del daño sufrido
por él. La libertad de expresión, más en entredicho conforme va pasando el
tiempo en esta dictadura mediática impuesta por el Partido Socialista y
ejecutada por sus políticos y medios de comunicación, no debería desaparecer jamás
de nuestra sociedad. Pero está en trance de hacerlo. No sería la primera vez
que en España, como sucediera también en otros países en el pasado y en unos
cuantos ahora, en el presente, que los liberticidas comienzan tanteando el
ambiente con una agresión aislada, para pasar después a mayores.