Todavía hay quien se extraña de
la actitud del PSOE al negarse en el senado a votar favorablemente una moción
que inste al gobierno de Zapatero a prohibir el burka y el nikab en los
espacios públicos en toda España.
Tal extrañeza me parece realmente
cándida, como reveladora puede ser la actitud socialista de no apoyar esta iniciativa
contra esta lacra islámica de la segregación sistemática y alienante de la
mujer.
El Islam inmigrado en España
trata de imponer sus costumbres valiéndose de la aplicación, a conveniencia, de
la solidaridad para con el inmigrante. Como todos ya sabemos, porque la
experiencia es larga, los musulmanes vienen con la lección aprendida. Conocen
perfectamente a qué servicios sociales pueden acudir y cuánto tienen derecho a
pedir. Son conscientes, además, de que según quien gobierne en España, serán
más favorecidos a cambio de votos municipales. En contrapartida, el
cristianismo está mal visto o, simplemente, prohibido en sus países de origen,
hasta el punto de que, en alguno de esos países, la simple manifestación de
cristiandad mediante algún adorno como una cruz puede suponer un severo castigo
corporal, una cuantiosa multa, o una prolongada estancia en una cárcel.
En mi opinión, el burka y el
nikab deberían estar absolutamente prohibidos en España, no por tratarse de una
característica religiosa, sino por constituir un modo de vasallaje de la mujer
ante el hombre. Leire Pajín se ha mostrado molesta por la iniciativa aprobada
en el senado hoy. No puede ser de otro modo. Como buena socialista, debe
defender la consigna de partido de carta blanca al Islam. Esto, que puede
parecer una exageración por mi parte, es un convencimiento absoluto a la luz de
los hechos de estos últimos años de socialismo en España. No hay socialista que
se atreva a criticar pública y abiertamente los desmanes cometidos por algunos
imanes en España, o a las barbaries perpetradas en países bajo dominio
islámico. Ni una sola publicación izquierdista, de las que tanto hablan de la
pederastia cometida por algunos sacerdotes católicos, se atreve a mencionar, ni
siquiera de pasada, la pederastia consentida en el Islam, cuyos casos se dan
por millones, cuando se permiten matrimonios entre niñas y adultos; matrimonios
que se consuman aún durante la niñez de las desposadas.
No. Leire Pajín nunca critica
eso. Ni lo hará. La ley del silencio pesa mucho. Tanto como las consignas de
partido. La ultra feminista y defensora de la muerte de los niños no nacidos,
Bibiana Aído, jamás critica al Islam y su barbarie. Ni la Vicepresidenta De La
Vega. Ní ninguna socialista de pro. Las que se abrazaban sonrientes hace un
tiempo por la aprobación de una ley de aborto que contribuirá a distanciar a
hijas menores de edad de sus padres, están hoy indignadas porque muchos
españoles no queremos reconocer el derecho de otras mujeres a ser esclavas de sus esposos.
Ha dicho Leire Pajín, con su
habitual e impostado tono de teatro clásico, que nadie puede darle a ella
lecciones de democracia. Gran presunción de la mayor demagoga de España, solo
por debajo de Zapatero y Blanco. Más le valdría haber dicho que ella nunca tomó
lecciones de democracia. Eso sería más creíble, si nos sujetamos a su
historial. Alguien debería explicarle que la democracia se basa en la defensa
de la libertad de hombres y mujeres. De todas las mujeres.
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