Uno de los puntos clave en los
que se apoyan los relativistas para aceptar que una ley del aborto permita
abortar a niñas es el concepto, tan aceptado hoy en día por buena parte de la
sociedad, de que a un menor de 14 o 16 años no se le puede pedir que se haga
responsable de sus actos.
Hace dos días mantuve una charla
con dos hombres a quienes conozco desde hace unos diez años. Son mayores que
yo. Actualmente, uno de ellos debe tener 60 años y el otro unos pocos menos. Yo
cumpliré 45 en octubre, de modo que no estamos exactamente en la misma
generación, porque nos separa el suficiente tiempo como para haber sido ellos
adultos jóvenes mientras yo era un niño.
Estábamos los tres hablando sobre
este asunto de la nueva ley del aborto que permitirá a una niña deshacerse de
su hijo, cuando uno de ellos, con el completo acuerdo del otro, me dijo que una
menor de edad embarazada debe tener completa libertad para abortar, porque
tener un hijo le arruinaría la vida. Por supuesto, yo no estuve de acuerdo. Les
dije que el no “arruinar” la vida de una adolescente no podía lograrse a costa
de la vida de un ser humano no nacido. Y, por supuesto, ellos me respondieron
que el feto no era un ser humano; lo cual suele ser un planteamiento muy usado
por los fans del aborto para evitar problemas de conciencia.
Si mi defensa de la vida del no
nacido les pareció absurda, peor les fue oírme decir que si una niña es
suficientemente mayor para que pueda mantener relaciones sexuales, por lo cual
sus padres le colocan en el bolso preservativos y píldoras anticonceptivas,
debería ser suficientemente mayor también para hacerse responsable de las
consecuencias de sus actos.
“¿Cómo se le puede pedir
responsabilidad a una adolescente?”, me contestaron. Me consta que uno de mis
interlocutores es padre; y no quise pensar en ese momento qué clase de
principios debía haber enseñado a su hijo. Para ellos un adolescente no es
responsable. No debe ser responsable. Otro modo más de evitarse problemas de
conciencia si llega el caso de que un hijo cometa un error que pueda afectar a
toda la familia. Otra de las causas por las que fiscalía de menores, por poner
un ejemplo, se haya desbordada de denuncias de padres que han tenido que
denunciar a sus propios hijos para protegerse.
“Cuando vosotros erais adolescentes,
vuestros padres os pedían responsabilidad. Os decía que si no queríais seguir
estudiando teníais que trabajar, para no ser unos vagos y para contribuir en la
economía familiar”, argumenté.
“¡Pero es que eran otros
tiempos!”, contestó el más mayor.
“¿Así que, cuando os tiempos eran
peores, los adolescentes sí que teníais que demostrar responsabilidad, y cuando
hay prosperidad pueden comportarse como parásitos carentes de principios?” les
pregunté directamente.
“No, no. Es que tú siempre nos
envuelves con tus planteamientos porque se te da muy bien hablar… Es que tú lo
ves así porque eres de derechas y tu mente no se abre a lo moderno”
“¿Moderno… renunciar a mis
principios y a mi fe, y explicarle a mi hija que no importa lo que haga con sus
amigos, porque podrá abortar libremente?”
“Ah, que tú tienes una hija… eso
es diferente…” contesto uno de ellos, mientras el otro asentía con un gesto de
su cabeza.
Me consta que estos dos señores son, a su modo, buenas personas. Me consta también que no conocen, o no tienen
en cuenta, ciertos principios. Para muchos, el vivir sin esos ciertos principios
es más cómodo y mucho menos comprometido. Pero el mantener conversaciones así
es lo que más me lleva a pensar que nuestra sociedad, en su vida diaria y cotidiana,
está mucho más vacía de los que pueda parecernos. No lo tienen nada fácil las
generaciones venideras.
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