Dicen que todavía no es
definitivo. Que hay un margen de muchos días para rectificar. Dicen, también
que si no se rectifica tampoco pasará nada, porque todo les está permitido.
Los organizadores del desfile del día del orgullo gay no
permitirán a participar a los homosexuales israelíes. En realidad, es una
noticia que no me importa en absoluto; pero el trasfondo de esa prohibición,
más bien su intención, es lo que deja al descubierto el verdadero significado e
ideología de eventos como el día del orgullo, al menos en España.
El anuncio de los organizadores
del desfile fue, en sí, una tremenda metedura de pata. Si la intención, por
cobardía, fue que no acudan israelíes para evitar represalias y disturbios, la
asociación de gays, lesbianas y no sé cuantas iniciales más, está demostrando
una cobardía que empaña cualquier sentimiento supuestamente solidario del que
siempre se reviste la izquierda. Si el porqué de tal prohibición radica en el
típico sentimiento anti judío de la izquierda española, tradicionalmente menos
disimulado y más zafio que el del resto de la Europa anti semita, podrían
acabar adornando alguna de sus carrozas con una flotilla “solidaria” abarrotada
de pretendidos mártires islamistas, de
esos que ahorcan y mutilan a los homosexuales de sus propios países, para
que las intenciones de la organización quedasen bien claras, sea como sea el
trato que en un futuro recibirán de aquellos a quienes protegen con su silencio
y su miedo a criticar.
Así, tal y como están las cosas,
¿quiere usted dar rienda suelta a ese animal que, según los psicólogos, todos
llevamos dentro? ¿Sueña con poder hacer y decir lo que le dé la gana, no solo
sin que tenga que rendir responsabilidades, también con recibir aplausos y
elogios? ¿Quiere postularse como xenófobo y ser respetado por ello? No pierda
el tiempo. Hágase progre y gay. A partir de ese momento nadie podrá criticarle
por lo que usted diga; Sobre todo por dos motivos. Porque será usted intocable
y porque hoy día, a parte de las feministas, solo un homosexual puede insultar
sin ser reprochado por ello.
Como ya apunté antes, el evento
del orgullo gay me es absolutamente indiferente. Como Liberal Conservador, debo
respetar que cada persona sea lo que quiera y como quiera, con un solo límite:
la libertad del prójimo. Como cristiano, debo respetar esa libertad de
elección, precisamente porque los principios del evangelio no deben ni pueden
ser enseñados por la fuerza ni la coerción.
Pero también como cristiano,
reclamo mi derecho a no apoyar la homosexualidad, ni iniciativas antisociales tales como facilitar la adopción de hijos a parejas y supuestos matrimonios homosexuales.
Desde este punto de vista,
fíjense si me tiene sin cuidado que los organizadores del día del orgullo gay
excluyan a los homosexuales de Israel (único país de oriente medio que celebra
este evento), o de la misma Zambia.
Una de las personas más
bondadosas que he conocido, un homosexual que no presume de su condición
sexual, bien comprometido con ciertas iniciativas sociales, que con sus pocos
recursos ha aliviado el hambre a mucha gente y aún le sobra para alimentar y
curar a más de un animal abandonado, me comentó hace tiempo, la última vez que
le visité en su casa de Tarragona: “¿Por qué me tienen que representar a mí un
montón de locazas vestidas de lentejuelas y zapatos de plataformas, enseñando
el trasero, subidas en una carroza, hablando de solidaridad, y que me niegan el
saludo si les digo que votaría a Aznar si se presentase otra vez?”