Dijo recientemente José Bono,
impagable pensador de extrañas conclusiones, que para ser buen cristiano no
hace falta ser de derechas. Esta nueva frase suya hizo que levantase mi vista
hacia el televisor, en el momento que estaba escribiendo un mail a un buen
amigo al otro lado del Atlántico.
Frase que desencadenó en mi mente
una reflexión, también un recuerdo, sobre lo que para el común de la gente
significa ser de derechas o izquierdas.
Hace años alguien me preguntó si
yo era de derechas o izquierdas. Le respondí con otra pregunta, cosa que me
gusta hacer cuando se tratan ciertos asuntos políticos, a lo que él me propuso
un breve cuestionario del que recuerdo solo algunos puntos. Concluyó que yo era
de derechas porque, entre otras cosas, defendía a la familia, el derecho del no
nacido, el derecho a la propiedad privada y el derecho a la libertad religiosa.
Me dijo “Tú debes ser de esos que van a la iglesia todos los domingos… Eres de
derechas. Pero que conste que algunos socialistas también vamos a la iglesia.”
No quise entonces extenderme en
porqué es incompatible pretender ser cristiano con ser socialista. No era la
ocasión. Pero con la reciente aseveración de Bono, quien no es la primera vez
que presume de ser creyente siendo de izquierdas, me lleva a reflexionar
nuevamente sobre el asunto.
En algunas ocasiones he oído a
ciertas personas, todas ellas ateas, de izquierdas y orgullosas de ello,
asegurar que Jesucristo fue el primer comunista y revolucionario. Antes que
malintencionado, considero este comentario una verdadera gansada fruto de la
ignorancia más profunda. Otras veces he escuchado comparar los principios
cristianos con las revoluciones de izquierdas que se han dado en el pasado
siglo XX. No acabo de comprender si semejantes argumentos obedecen a una
intención, completamente errónea, de querer asumir para el ideario izquierdista
algunas frases que aparecen en el nuevo testamento, pero de lo que sí estoy
absolutamente seguro es que quienes aseguran tales cosas ignoran prácticamente
todo acerca del Evangelio, de sus
principios, y de su fin.
Bono se considera pues un buen
cristiano. No es de extrañar. Hay muchos que se consideran buenos cristianos
por el solo hecho de acudir a la iglesia periódicamente. Son lo que yo llamo
“cristianos de domingo” Oidores de la palabra, más no hacedores, como dijo
Santiago. José Bono pierde la perspectiva cristiana, si es que alguna vez la ha
tenido, de que ante Dios nunca es justificable apoyar
un mal menor en evitación de un mal mayor. Ningún tipo de mal puede ser
justificado ante Dios. Ningún mal es asociable, en ninguna medida, a los
principios del Evangelio, por mucho que ese mal sea menor que otro que se pretende
evitar. Tal concepto solo pertenece a esas corrientes filosóficas que
relativizan los principios morales para acomodarlos a la conveniencia de los
intereses y frivolidades humanas.
¿Se excusa José Bono, al haber
votado a favor de la nueva ley del aborto, en que, como cristiano, no desea que
las menores aborten en condiciones de peligro, y su partido les facilita
mejores condiciones para acabar con la vida del no nacido? Sí. Y este
planteamiento solo puede satisfacer a quienes no sean cristianos. Pero, ¿Persigue
Bono algo más con sus continuas referencias acerca de sus supuestos principios
cristianos? Seguramente.
Lo que pretende es contentar y
atraer a sus filas a tantos supuestos cristianos complacientes con el
doctrinario de izquierdas como hay en España. Supuestos cristianos que
prefieren defender prácticas abominables, criminales y liberticidas como el aborto, convertidas ya
en ley, antes que respetar el derecho a nacer, y desarrollarse como ser humano,
a un no nacido por el hecho de no ser deseado, o haber sido concebido en un
momento de diversión sexual.
La actitud de Bono le califica
como cristiano de palabra. Lo que es lo mismo que no ser cristiano. Solo en un
estéril juego de demagogia se puede atribuir cristianismo a la derecha o la izquierda.
El cristianismo se alimenta de principios tales como la obediencia a los
mandamientos de Dios, la búsqueda de la excelencia en lo que se hace, crear una
familia y proveer espiritual y materialmente para ella, poner al servicio de
Dios y del prójimo los talentos que cada uno haya podido desarrollar y respetar
la libertad del prójimo, con el único límite de que esa libertad no coarte la
de otro.
Bono no se sujeta a esos
principios. Creo que queda bien claro.