Humores
y tumores
por
Martín Cid
En
la siempre habitual lectura de la prensa nos encontramos (ya estaba previsto)
con el asunto de la prohibición definitiva de los toros en Cataluña (con eñe) y
alguna histórica portada como la del diario Público (nunca dejará de
sorprenderme: cuando ya crees haber visto al mayor enfermo de ictericia siempre
llegan nuestros amigos de Público para superarle en amarillismo). Sin embargo,
hoy me fijo en una noticia que no por rocambolesca deja de ser filosófica:
El
día 15 de julio operaron a una tal Bárbara de una tumoración en la pierna. La
cosa no iría a mayores si no hubiese sucedido lo siguiente: el cirujano no miró
el informe y abrió directamente (sí, lo sospechaban: ¡equivocándose de
pierna!).
Por
si a alguien le interesa algo más:
Y
sí, ahora vamos a hablar de toros (el título era para despistar). Más allá del
asunto de si matar a un animal está bien o mal (yo procuro no matarlos con mis
propias manos a no ser que haya un festejo familiar, pero me temo que desde la
antigüedad el hombre ha comido carne) me llama la atención las cotas que se
alcanzan en enfrentamientos tan enconados. Parece ser que por una vez las dos
facciones (la de una mano y la de la contraria) se han puesto de acuerdo: una
mano a favor con el PP y otra en contra con las facciones de izquierda (¿o era
al revés?).
Bien,
los periódicos también se han posicionado y desde los más extremos.
Libertad
Digital: El
nacionalismo aprovecha el bajón taurino para prohibir las corridas
Los
más moderados:
El
País: Cataluña prohíbe los toros
ABC:
Cataluña prohíbe los toros (sí, se parece sospechosamente al titular de El País,
pero añaden el antetítulo “acoso a la fiesta nacional”).
Luego tenemos personajes cuanto menos entrañables como el no
siempre cándido Pepe Navarro, director de la DGT (no confundir con el más
respetable Pepe Navarro, que aún no sé si el hijo con Ivonne Reyes es suyo o de
otro). La noticia no tiene desperdicio: Pere
Navarro ve el origen de la prohibición en 'Bambi' (sí, también de nuestro
siempre recurrido diario Público).
¿Es
la Fiesta Nacional un deshonor para esta nación europeizada llamada Cataluña (o
España)? Lo cierto es que se trató de una iniciativa popular promovida por la
plataforma PROU! que llegó a recaudar 180.000 firmas. La ciudad en la que ya
está prohibido hacer top-less en las playas o tomar un bote de refresco por la
calle (no sé si al revés también vale) ha dado un importante paso en su
constante oposición al centralismo que viene a representar la derecha en
España. Este hecho, analizado desde un punto de vista ajeno a la moral, supone
el enésimo enfrentamiento y distanciamiento en un asunto que, seamos sinceros,
poco tendría que ver con la política. Y es que los toros han servido a los
nacionalistas, independentistas… para apuntarse un tanto poniendo como excusa
un elemento ajeno a la política. El argumento viene a ser (resumido) el siguiente:
Cataluña tiene tantas tradiciones y cultura propias como para oponerse a la
tradición española. Es por ello que la prohibición de los toros se hace más
importante a medida que los catalanes inciden más y más en su tradición propia
que, claro está, ayudará a la siempre presente idea de la independencia.
Parece
ser que la raíz del conflicto viene determinada por el concepto de nación. Para
ser originales, vayamos a la RAE:
nación.
(Del lat. natĭo, -ōnis).
3.
f. Conjunto de personas de un mismo origen y que generalmente
hablan un mismo idioma y tienen una tradición común.
El
asunto es que, dicen por ahí, que dentro de un mismo País pueden existir
diferentes naciones atendiendo a la tercera acepción (personas del mismo origen
y con tradición cultural común). Así, la pretensión catalana se basa en varias
naciones dentro del mismo territorio. Algunos sectores de la izquierda ya
señalan el problema del asunto:
(Cataluña) "Es una nación, pero dentro de España es compatible la existencia de
otras naciones, como la nación catalana con identidad cultural que no tiene
necesariamente que transformase en Estado"
Gaspar Llamazares,
quería figurar
Con
respecto a este asunto, y ya poniéndonos un poco más serios: ¿tampoco quieren
los catalanes hacerse partícipes de la tradición clásica? En la Antigüedad
existían unos festejos llamados fiestas dionisíacas (sí, bastante parecidas a
San Fermín) en las que se bebía, se comía y se sacrificaban animales. ¿Una
estupidez propia de los antiguos? Como siempre que investigamos un poco más en
profundidad, a veces encontramos una sabiduría milenaria que no por antigua ha
de ser desdeñada: ya concebían al hombre en su doble vertiente
racional-irracional (que no nacional ni nacionalista) y así estas fiestas
servían a las gentes para acercarse a su más irracional carácter. También lo
dijo un tal Platón con su mito del carro alado en el que se mostraba que no
todo en esta vida era hacer silogismos ni votaciones (aunque Aristóteles fuese
más partidario del positivismo político, ¡ahí queda eso!). Y es que la
irracionalidad está muy presente en el ser humano y no es ahora cuestión de
negar la naturaleza del hombre aunque una votación diga lo contrario.
Las
muy modernas definiciones de País, Estado, Nación tienen más que ver con la
definición de la muy aristotélica:
entelequia.
(Del lat. entelechĭa, y este del gr. ἐντελέχεια, realidad
plena alcanzada por algo).
1. f. En la
filosofía de Aristóteles, fin u objetivo de una actividad que la completa y la
perfecciona.
2. f. irón. Cosa irreal.
Así, el Estado somete a los
ciudadanos a una quimera inalcanzable de pretensiones divinas en la que el
ciudadano está totalmente libre de falta moral si cumple las leyes que el mismo
Estado promueve. Y se trata de una entelequia porque es en todo punto
inalcanzable la legislación total. Dícese: la total legislación de todas y cada
una de las actividades o gustos del ciudadano. Someter por tanto a idénticos
gustos al 100% de ciudadanos (sean catalanes o no) constituye más un error
infantil que una pretensión correcta. Sí, desde luego que lo están intentando
desde los sectores más progresistas, pero también es cierto que, a pesar de las
virtudes falsamente sofistas de nuestros políticos, se torna una tarea
imposible y (segunda acepción de entelequia) en todo punto irreal e
inalcanzable.
Pero, queridos lectores, quizá
nuestros políticos no tengan demasiado en cuenta la filosofía griega (si es que
la conocen).
Lo que si saben y lo tienen muy
bien aprendido es la definición de…
demagogo, ga.
(Del gr. δημαγωγός).
1. adj.
Que practica la demagogia. U. t. en sent. fig.
2. m. y f.
Cabeza o caudillo de una facción popular.
3. m. y f.
Orador revolucionario que intenta ganar influencia mediante discursos que
agiten a la plebe.
Ahora
llega el difícil final del artículo. ¿Cómo relacionar al cirujano que se
equivocó de pierna con los toros? Muy fácil, estimados lectores, también en
política existen personas que se equivocan de postura (o por llevar la
contraria, que es bien sano). ¿Unanimidad total? Pues un hombre que quiere
prohibir fumar totalmente pero legalizar el hachís y la marihuana se opone (y
es de izquierdas). Su nombre: Gaspar Llamazares (no confundir con el Rey Mago.
**Martín
Cid es autor de las novelas Ariza (ed. Alcalá, 2008), Un Siglo de Cenizas (ed.
Akrón, 2009), Los 7 Pecados de Eminescu (e-book) y del ensayo Propaganda,
Mentiras y Montaje de Atracción.
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