A los ciudadanos de a pie nos
resulta ya casi imposible comprender las líneas políticas de Zapatero.
De acuerdo que al principio de su
gobierno, y mientras corrió el dinero por España, a sus votantes les pareció
muy bien todo lo que hizo, si es que realmente hizo algo. Después, la mayoría
de votantes decidió mantenerlo en el poder sin importar que la marca ZP y su
prospecto de talante no aguantasen ni el primer examen ante la crisis entonces
emergente. Las elecciones generales de 2008 se parecieron mucho al síndrome de
negación que sufren algunos enfermos cuando el doctor les confirma una
enfermedad irreversible. Ahora, mientras la mayoría de votantes españoles han
necesitado ver de cerca la catástrofe para reconocer que Zapatero, en el mejor
de los casos, es un inepto patológico incapaz de reconocer la realidad, se quejan de que las decisiones de este
presidente de gobierno no dejan ver más que la ineficacia que este gobierno
muestra en todos los ámbitos.
Trinidad Jiménez, con su flamante
cartera de exteriores recién estrenada, no goza de la más mínima confianza de
su jefe. Está puesta en este ministerio porque es fiel a su presidente y como
premio a su derrota en las primarias socialistas de Madrid. Los hechos lo
demuestran. El presidente de gobierno la envía a Bolivia, a un viaje
absolutamente intrascendente para España si no es para enviar un dinero que nos
hace mucha más falta a los contribuyentes, y rehabilita temporalmente a
Moratinos exministro de exteriores desde hace unas pocas semanas, con el que ni
siquiera tuvo el detalle de avisarle de su cese en el ministerio, y lo desplaza
a Argelia para tratar de salvar la próxima reunión de países del Mediterráneo
y, de paso, comprobar cómo están los ánimos por Argel, donde siempre se han
mostrado prosaharauis.
Mientras la tragedia del antiguo
Sahara español se desarrolla entre sangre, detenciones y torturas, y España se
acobarda una vez más ante el expansionismo marroquí, la ministra de exteriores
se dedica, por orden de su jefe, a pasearse por otro país que, por muy hostil que
se muestra con España, no duda en aceptar las subvenciones que le asigna el
gobierno socialista de Rodríguez Zapatero. En otras palabras; la ministra de
exteriores está ausente de una crisis que cuesta vidas y libertad a un pueblo con
el que el partido socialista siempre se ha mostrado solidario, cuando ha sido
oposición.
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