José Rodríguez Ramírez, el
editorialista del diario canario El Día, es independentista. Rodríguez clama
desde sus escritos por unas Canarias independiente y constituida en país
soberano, con sus fronteras y pasaporte propio. Hasta ahí, todo correcto. Cualquiera
puede pensar y sentir como le dé la real gana. De hecho, yo así lo hago cuando
defiendo que Canarias tiene tanta base para ser independiente como Calatayud
para segregarse de la provincia de Zaragoza. Mi opinión es tan respetable como
la suya, aunque, conociendo el paño de los independentistas que corren por
España, mi postura, según ellos, me convierte en fascista e imperialista,
mientras que las suyas deben ser respetadas en desagravio a la opresión
españolista que dicen haber sufrido durante siglos. Qué extraña resulta la
historia cuando se le da la vuelta como a un calcetín.
El problema es que José Rodríguez
es uno de esos independentistas que defiende su postura sembrando el odio hacia
todos y todo lo que no sea oriundo de su tierra. Esa es la posición que no me
parece respetable en absoluto. Uno puede basar sus pretensiones en la historia,
puede incluso manipular la historia, como sucede en otras comunidades
españolas; uno puede hasta aducir que los de su tierra tienen un RH diferente
que les convierte en una raza aparte, aún siendo consciente de que así
cosechará más ridículo que adhesiones a su causa. Pero lo que resulta aberrante
es cultivar el odio y desprecio a sabiendas de que, a fuerza de repetir
insultos y consignas, las generaciones venideras asumirán como cierto lo que en
un principio no eran más que desvaríos de un mediocre salvapatrias.
No hay excesivas diferencias
entre independentistas de este tipo. Da igual que uno sea canario, otro vasco,
otro gallego, otro catalán, otro valenciano… Cuando falta el argumento sólido,
lo que se muestra en el escaparate es el insulto, la cuestión racial y la
superioridad sobre el despreciado.
Lean atentamente estas pocas
citas de Sabino Arana, un anormal iluminado que se erigió en líder de un buen
montón de cabezas cuadradas y que dejó para la posteridad pensamientos escritos
que bien podrían atribuirse a cualquier supremacista del KKK hablando sobre los
negros.
"El bizkaino es de andar
apuesto y varonil; el español o no sabe andar, o si es apuesto, es tipo
femenino".
"Nosotros, los vascos,
evitemos el mortal contagio, mantengamos firme la fe de nuestros antepasados y
la seria religiosidad que nos distingue, y purifiquemos nuestras costumbres,
antes tan sanas y ejemplares, hoy tan infestadas y a punto de corromperse por
la influencia de los venidos de fuera".
"Ya hemos indicado, por otra
parte, que el favorecer la irrupción de los maketos es fomentar la inmoralidad
en nuestro país; porque si es cierto que las costumbres de nuestro Pueblo han
degenerado notablemente en esta época, débese sin duda alguna a la espantosa
invasión de los maketos, que traen consigo la blasfemia y la inmoralidad".
"¡Cuándo llegaran todos los
bizkainos a mirar como enemigos suyos a todos los que les hermanan con los que
son extranjeros y enemigos naturales suyos!"
"El roce de nuestro pueblo
con el español causa inmediata y necesariamente en nuestra raza ignorancia y
extravío de inteligencia, debilidad y corrupción de corazón".
Ahora les propongo un rápido
experimento: Cambien, en estas citas, “bizkaíno” por “canario” y “maketo” por
“godo” y léanlas de nuevo. Serán citas que muy bien pudiera haber dicho y
escrito José Rodríguez Ramírez, editorialista del El Día. ¿Creen que es
exageración?
Aquí tienen uno de sus
artículos, fechado el 8 de noviembre de 2010. Éste es el nacionalismo que
impera hoy, desde el norte hasta el sur. El que odia y enseña a odiar, porque
no encuentra muchos más argumentos para convencer. Qué desgraciado debe
sentirse José Rodríguez Ramírez por llevar nombre y apellidos de invasores
vagos y degenerados.