Cuando yo tenía diez años un
maestro de 5º de EGB me reprochó en una ocasión que yo hubiese dicho algo fuera
de lugar en voz alta durante una clase. El profesor se enfadó conmigo y, como
cosa habitual e inherente a ese enfado y a su posición de cura dedicado a la
docencia, me sacudió un fuerte golpe en la cabeza. El dolor me duró varias
horas. La regla de madera con la que me pegó se rompió en dos partes. La marca
del golpe perdura en mi cabeza 35 años después, así como el recuerdo de aquél
modo tan habitual, por parte de un buen número de curas del colegio San Gabriel,
en Zuera, de enseñar y educar a los niños.
En realidad mi comentario fue una
tontería. Ni una palabrota. Ni un insulto hacia nadie. Tan solo una frase hecha
que aquél cura, el “padre” Germán, repetía a menudo. “Eso solo lo digo yo. Tú
te callas y escuchas”, me dijo mientras yo trataba inútilmente de calmar el
dolor de mi cabeza tapándola con mis manos.
En muchas ocasiones no puedo
evitar fijar un paralelismo entre aquella frase, proferida por semejante bruto,
con la actitud que posteriormente he encontrado en algunas de las personas con
las que me he cruzado en mi vida.
Semanas antes de las elecciones
generales de 2008 estuve conversando con algunas personas acerca de los
posibles resultados. Recuerdo bien que una de aquellas personas se molestó
conmigo porque, a grandes rasgos, yo mantenía mi teoría de que ZP ganaría las
elecciones a pesar de la crisis económica y del creciente desempleo.
En realidad, era muy sencillo
acertar. Si hacemos un poco de memoria, España llevaba entonces más de un año
sumida en una creciente y desbocada crisis sobre la que el gobierno, el partido
socialista y los medios de comunicación afines hacían negación sistemática y
diaria. Para Zapatero poco importaba que cualquier ciudadano pudiese ver, a pie
de calle, que los precios de la alimentación y otros servicios básicos subían,
el desempleo crecía mes a mes y empresas y autónomos cerraban sus puertas a
ritmo creciente para no volver a abrirlas más.
Poco importaba esto a Zapatero, a
sus ministros y colaboradores comparsas, a militantes y votantes del partido
socialista y a la práctica mitad de la sociedad española. El gran gurú de la
progresía, secundado por nefastos personajes como Pepe Blanco y Solbes, negaba
la mayor. La crisis no existía en España, la crisis no llegaría a España, la
economía española jugaba en la champions, el desempleo – cosa completamente
coyuntural - no crecería más, el sistema financiero español era inexpugnable,
la derecha era catastrofista, quienes criticaran al gobierno eran
invariablemente de derechas y, por tanto, herederos de Franco. Y si alguna de
estas catástrofes sucedía, invariablemente sería culpa de Aznar que, como todo
el mundo mundial sabía, era la reencarnación de Franco.
No pude evitar entonces añadir a
este análisis, jocoso pero sincero, un aliciente cargado de maldad y de
sarcasmo insano no exento de una cierta convicción: Zapatero tenía la victoria
tan segura (aunque, quizás, sin mayoría absoluta) que no haría falta en esa ocasión
ningún suceso terrible, ni ningún atentado gigantesco, para afianzar la
victoria. ZP ya se había asegurado las simpatías de minorías políticas y
sociales gobernando casi con exclusividad para ellas. Como mucho, y esto sí
resulto ser desgraciadamente
profético, sucedería algún asesinato de un socialista secundario que
serviría para mover los corazones de los indecisos hacia el voto del “pleno
empleo, motivos para creer”. ETA prefería entonces, como ha preferido siempre,
que en España gobierne la izquierda.
Por descontado, mi teoría mereció
el cabreo de aquél tipo descontento. Ahora, en 2011, ha sido él mismo quien se
planteaba si no tendrá alguna razón Ernesto Ekaizer cuando se plantea que un
atentado, en el momento oportuno, afianzaría al gobierno socialista mediante el
miedo a hipotético retorno del Partido Popular al poder.
Ekaizer no es
precisamente sospechosos de simpatías hacia la derecha, como tampoco lo es el
tipo este que está de acuerdo con lo que dice un periodista de su misma
ideología, por ser de su ideología. Mal deben estar las cosas en el ánimo
socialista. Veremos si, caso de que el PSOE pierda las elecciones en 2012, no
saltarán tantas ratas del barco, antes de que se hunda definitivamente, como
tantas se subieron a él horas después de los atentados de Madrid. Mal deben
estar las cosas, cuando Ekaizer sale a comentar lo que hasta ahora solo ha sido
asunto de derechotes, franquistas, fascistas y cavernarios: que el 11-M, con
sus víctimas, manifestaciones, odios y agresiones, puso en la cima a ZP.
Es como aquello del cura que nos
enseñaba a palos. ““Eso solo lo digo yo. Tú te callas y escuchas”