Rajoy fue desalojado de La Moncloa hace un mes. Y
su reacción fue absolutamente rajoyesca.
Siendo fiel a su merecida fama, ganada a pulso
durante sus años de presidencia del Gobierno de España, de ser un inane frente
a los problemas, prefiriendo dejar que éstos se resuelvan por sí mismos,
renunció a liderato del PP y a su escaño en el Congreso y dejó a sus
partidarios a la deriva y enfrentados entre sí, y a todos los españoles al
capricho de un gobierno de postureo y endeudado con golpistas y terroristas.
Varios candidatos se disputan ahora el dudoso honor
de dirigir el Partido Popular (más bien lo que queda de él) y todos ellos
hablan de renovación, como si no hubieran estado al lado del mismo Rajoy que ha
perdido millones de votantes durante las últimas legislaturas.
Semejante debacle, que ha sido como el hundimiento
de Titanic a cámara lenta, tuvo dos causas principales y dos consecuencias
catastróficas.
Como primera causa, Rajoy abandonaba en 2008 los
ideales liberal-conservadores del partido que, desde 1996 hasta los atentados
del 11M habían convencido a millones de votantes de que mayor libertad
económica conlleva mayor prosperidad individual y social. Desde aquél fatídico
congreso de Valencia de hace diez años, el presidente popular y sus partidarios
dejaron de lado a los líderes y militantes que durante años habían dado la cara
por las políticas económicas que habían colocado a España en los primeros
puestos de la economía mundial. Aún más incomprensiblemente, Rajoy apuró el
giro ideológico del partido hasta el punto de abandonar la defensa de las
víctimas del terrorismo, exceptuando a las asociaciones que aceptaban de buena
gana subvenciones de dinero público a cambio de no mostrarse demasiado
beligerantes con las políticas socialistas respecto a ETA y los presos
terroristas.
La segunda causa fue la traición definitiva de
Rajoy, y por tanto del Partido Popular, a millones de votantes que, a pesar de
lo anterior, confiaron en los populares para
gobernar España y corregir los desmanes del inepto e impresentable presidente
Zapatero y su banda de sectarios. Desde 2001 hasta hoy, el PP no ha hecho otra
cosa que continuar, y en ocasiones empeorar aún más, las políticas de ZP en asuntos como el aborto,
los impuestos, la excarcelación de terroristas de ETA, el control de los medios
de información públicos, el ataque continuo a la libertad individual… etc.
¿Las consecuencias? La pérdida de militantes y votantes
por millones desde 2011 (solo superada por la debacle del otros gran partido de
la corrupción que es el PSOE) y que ha
llevado al PP a perder el gobierno de la nación, y la destrucción casi total de
un partido que se hunde en la vergüenza de la corrupción, el descrédito y el
juicio de la historia que seguramente condenará a Rajoy y sus secuaces por la
minuciosa destrucción de la derecha liberal española que ha terminado tan
arrasada como un bosque tras un incendio.
¿Existe posibilidad de recuperación del partido
tras las primarias, de la mano del candidato que resulte ganador? Tengo mis
serias dudas.
En campaña, todos han hablado de renovar y
recuperar el voto perdido, que no es más que el reconocimiento implícito de que
Rajoy ha estado haciendo las cosas muy mal, dejando al partido al borde del
coma. ¿Pero todas estas proposiciones de recuperar principios y valores… por
qué se oyen ahora, y no cuando era realmente necesaria?
Todos los candidatos han tenido cargos y sueldos durante
la jefatura de Rajoy. No manifestaron antes estas “sinceras” inquietudes por
miedo a quedar excluidos y perder su cómodo y bien retribuido medio de vida.
Ahora es cuando se manifiestan y se conforman como lo que són: profesionales de
la política que en nada se diferencian de los de otros partidos.
De modo que, tanto como me da igual el futuro de
este gran partido traidor, me dan igual también sus candidatos y cuál de ellos
se haga con el sillón.
Que PP y PSOE desaparezcan por méritos propios. No
merecen otra cosa.
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