Dos días duró la efervescencia provocada por la
dimisión de la política de Soraya Sáenz de Santamaria. Muchos tenían verdaderas
ganas de verla desaparecer del Partido Popular. De verla perder su poder de
vicepresidenta del Gobierno de España y brazo ejecutor de la estrategia de
Rajoy consistente en borrar del mapa al PP aznarista para implantar por toda la
nación un PP progre y socialdemócrata copiado del PSOE.
Soraya no ha querido atender las
peticiones de concordia de Casado, el nuevo presidente Popular que la desbancó
en las primarias. Ella no comparte poder. Habiendo sido vicepresidenta de
gobierno y mandamás en la práctica por delegación del inane expresidente Rajoy,
no está dispuesta a ser una congresista más de esos que no ocupan asientos
preferentes en el parlamento. Y es consciente de que no tiene ni la confianza
ni el cariño de muchos compañeros de partido. En el momento en que ella perdió
contra Casado, muchos tuvimos claro que abandonaría la política para seguir
otros bien pagados caminos en cualquiera de esas empresas que suelen acoger a
quienes les han servido bien desde el poder político. Un corrupto caradura,
precisamente del PP, me dijo hace algunos años que “fuera del partido hace
mucho frio”. Pero eso solo vale para los parásitos que viven de la política y
venden sus almas a sus líderes porque no tienen otra preparación profesional
con la que defenderse en la vida. Tampoco sirve para los políticos de renombre
que tienen asegurado su retiro a base de abusivas pensiones públicas y
regalados puestos de dirección en empresas estatales o multinacionales
corruptas. Y Soraya no es de los primeros. No es un simple concejal municipal o
un diputado provincial de cuarta fila de un parlamento autonómico. Ella ha
tenido poder, y lo sigue teniendo en parte, precisamente por lo que sabe y
calla. Así que puede permitirse desaparecer de la política sabiendo que su
futuro está económicamente asegurado.
De Soraya el recuerdo será triste.
Fue mucho más que el corre ve y dile de Rajoy. Tuvo en su mano la Seguridad del
Estado y la responsabilidad, junto con su jefe, de haber puesto coto a los
problemas que aquejan de un modo u otro a los españoles. En lugar de eso, se ha
dedicado durante la legislatura y media de Rajoy (y anteriormente los años que
fue la segunda de él en la oposición) a intrigar para ascender y a poner en práctica
el gran plan de Rajoy para dejar morir a un PP que defendió principios liberales
y puso a funcionar España desde 1996, para moldearlo a semejanza del PSOE. Y
Soraya trabajó tanto y tan bien en ello, que las legislaturas de Rajoy como
presidente del Gobierno han supuesto el mayor descalabro de votos de los Populares
en toda su historia. Y esto no se ha debido solamente al incumplimiento sistemático
y voraz del programa electoral del PP. La continuación de las políticas de
Zapatero, han vaciado de militantes y simpatizantes las reservas de votos del
Partido Popular. Y los estragos son tan profundos que dudo mucho que un nuevo
presidente del partido como Casado pueda reparar los destrozos.
Hace cuatro días que Soraya Sáenz de
Santamaría comunicó formalmente que deja la política. Si no fuera porque
estamos saturados de políticos delincuentes y corruptos, este hecho podría haber
sido recibido como una magnífica noticia. Una intrigante contumaz y nefasta
vicepresidenta abandona su escaño en el Congreso para no volver más. Pero
Soraya no merece más que el olvido, aunque sea un olvido provocado por una
sucesión de escándalos públicos que sitúan a la casta gobernante en el mismo
plano que la mafia calabresa. La marcha de Soraya habría sido, más que una satisfacción,
un alivio para quienes vivimos normalmente en una sociedad que ella ha
contribuido a hacer aún menos libre y más intervenida por el poder estatal.
Soraya, como mano derecha de Rajoy
(pero no única colaboradora necesaria) es también responsable del descalabro social de esta España
que tanto me cuesta reconocer. Desaparece de escena en silencio y sin aplausos.
Probablemente es lo que ella
prefería. Marcharse sin ruido. Como Rajoy, como Zapatero, como muchos otros, ha
cumplido su misión. A la vista están los resultados. Pero los noticiarios y las
redes ya la han olvidado. La trucada tesis doctoral sobre economía de Pedro Sánchez,
un presidente de gobierno que demuestra no tener ni idea de economía, es lo que
escandaliza ahora a una España harta de timadores.
Prensa:
El Mundo – Soraya Sáenz de Santamaría comunica a Pablo Casado que deja la política para “emprender otra etapa”.
Ok diario – Sáenz de Santamaría deja la política.
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