Si la ministra Carmen Calvo sirve de ejemplo de
algo, es precisamente de personaje político al que le da exactamente igual
defender una cosa ahora, y la contraria a continuación.
Poco parece importarle meter la pata continuamente,
o que su hermano de masonería, el Cardenal y Secretario de Estado Pietro
Parolín, la deje por mentirosa afirmando justo lo contrario de lo que ella
declaró a su vuelta a España sobre el asunto de la exhumación de Franco. Calvo
es, sin más, una compi de su presidente Pedro Sánchez, y como él se comporta.
Mentira tras mentira huyendo hacia adelante como forma de gobernar.
Ayer, 2 de noviembre, esta caricatura de ministra demostró cómo un político puede
tratar de justificar lo injustificable, aunque ello suponga quedar en el más vergonzoso
ridículo ante propios y extraños.
En la rueda de prensa de ayer, a propósito de la
petición de penas para los indepes golpistas por parte de Fiscalía y Abogacía
del Estado, un periodista le recordó a la ministra que el presidente Sánchez,
quien ayer declaró que no creía que exista delito de rebelión en los hechos
protagonizados por los indepes hace un año, sí dijo desde la oposición que sí
apreciaba delito de rebelión en los referidos hechos.
A Calvo le tocó el papelón de disculpar otra
torpeza más de este gobierno y, haciendo gala de su ya legendaria facilidad de
juntar unas pocas palabras para simular que dice algo, contestó al periodista
que Sánchez dijo aquello cuando estaba en la oposición, y que dice lo de ahora
desde la presidencia del gobierno.
Pocas veces un político ha manifestado claramente
esta gran verdad: que la inmensa mayoría de ellos no tiene ni defiende
principio correcto alguno. Que hablan lo que hablan a conveniencia del momento
y de las encuestas.
Seguramente ésta no era intención de la ministra;
pero a ella no le da para más. Es una política de la cuadra de ZP, y creo que
eso lo explica todo.
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