Apenas dos días después del fin de la jornada
electoral andaluza, ni la patética socialista Susana Díaz con su discurso, ni
el totalitario comunista Pablo Iglesias, que antepuso su afán de protagonismo
impidiendo que su representante en la comunidad andaluza hiciera declaraciones
ante los medios, ni el jefe de filas del Partido Popular andaluz que, aun
siendo segunda fuerza política, ha perdido siete escaños, han hecho
prácticamente auto crítica por los resultados obtenidos en las urnas.
El 2 de diciembre de 2018 es un día histórico. Han
sucedido varios hechos que muchos no esperábamos, y que pueden suponer un
cambio político sin precedentes en la comunidad andaluza.
En mi opinión, uno de los aspectos más reseñables
que reflejan los resultados definitivos es que, aún a pesar del bien arraigado
clientelismo que el socialismo ha ido tejiendo día a día, por cuatro décadas,
en toda la comunidad, el socialismo corre ahora serio peligro de perder un
poder político, a la vez que económico y social, que no pocos considerábamos
monolítico. Y se bien de lo que hablo. Tengo familia política andaluza y hace
años viví en Sevilla durante casi once meses. Por cuestiones laborales, tuve
que moverme a menudo por instituciones y ayuntamientos y puedo asegurar que jamás en ningún
otro lugar he visto tal profusión de enchufismo, despotismo, dejación y
recursos públicos mal empleados y rapiñados. Una España profunda, casi feudal,
de rodillas ante el socialismo como en el pasado ante la nobleza totalitaria,
perfectamente representada en esta comunidad autónoma.
Desgraciadamente para los andaluces de bien, que se
ven expoliados por las administraciones públicas encargadas por el PSOE de
mantener a un ingente número de subsidiados y defraudadores que votan
socialismo más por interés que por sincera ideología, su tierra es el mejor
(peor) ejemplo que puede ponerse para ilustrar lo que sucede cuando, durante
varias generaciones, un poder político degenerado a delincuente y parásito,
mantiene a su propia tierra en el retraso más vergonzoso de toda la Unión
Europea.
No quiero ser malinterpretado. Esto no se trata de
racismo ni xenofobia ni sentimiento de superioridad. Pero el tópico más
deplorable que arrastran los andaluces es exclusivamente culpa de ellos como
conjunto. Es culpa de ellos como mayoría votante, comprados por dinero y
puestos de trabajo a dedo. Es doloroso generalizar así, pero bien se puede
decir que esto es lo que ha sucedido en Andalucía desde la transición. Ha
estado en poder de un partido mafioso gracias a los votos de los favorecidos
por la corrupción.
Sin embargo, Andalucía nos ha dado ahora una
lección al resto de esa España harta de políticos ideológicamente bastardos e
intrínsecamente corruptos. Andalucía nos ha demostrado que, aún con buena parte
de su gente corrompida, y feliz de serlo, (los que se dejaron comprar y los que
no fueron comprados porque nadie se lo ofreció) ha sido capaz de romper el
miedo a cambio.
Los resultados definitivos de las elecciones nos
muestran a un PSOE que, siendo todavía el más votado, ha sufrido un descalabro
de tales proporciones que no podrá gobernar ni en coalición con la izquierda
más abiertamente radical y antisocial que representa Podemos. Y lo que muchos no
esperábamos ni con las expectativas más optimistas para los grupos que van
desde el centro a la derecha, ha sucedido de un modo atronador. Mientras el PP
se mantiene como segundo, habiendo perdido también cientos de miles de votos, y
obteniendo sin embargo muchos más de los que merece por su lamentable
trayectoria, Ciudadanos duplica su representación en la cámara andaluza y,
contra todo pronóstico, Vox desembarca con el doble de diputados que le
auguraban las encuestas menos cocinadas y con más del triple de diputados que
indicaba el corrupto y estatal CIS socialista.
De todo lo descrito anteriormente, considero que
los tres hechos más reseñables son el hundimiento de la izquierda, el
fortalecimiento de un partido como Ciudadanos, que elabora programas a tenor de
lo que digan las encuestas, y que tuvo que decidir internamente si era
socialdemócrata o liberal porque no lo tenía claro en absoluto, y la aparición
de Vox, consiguiendo la primera representación parlamentaria de su historia y
siendo, junto a Ciudadanos, el verdadero vencedor moral de las elecciones.
Ya se ha hablado y escrito mucho sobre lo sucedido
en la pasada noche electoral del domingo.
En la madrugada del lunes entré en la red para ver
y valorar los discursos de algunos líderes políticos. No digo nada nuevo si
califico algunos de esos discursos como patéticos, como el de la fracasada
socialista Susana Díaz, o la revanchista y en algún momento casi delincuencial
perorata del verdaderamente machista Pablo Iglesias quien, por seguir en su
pedestal de protagonismo absoluto, impidió a la representante del Podemos
Andaluz hacer declaraciones para poder él chupar cámara en exclusiva. Nada
nuevo hay que decir de los discursos de los representantes políticos. Pero sí
que quiero desarrollar brevemente los tres hechos que he citado anteriormente.
El PSOE ha ganado perdiendo estrepitosamente, lo
que le abre inmediatamente dos frentes: Uno, si pierde el gobierno de la Junta
de Andalucía, muchos asesores, trabajadores a dedo y otros parásitos de las
administraciones públicas verán sus empleos comprometidos. Más aún si Vox entra
a formar parte del gobierno e irrumpe a espada en esas administraciones para
extirpar de garrapatas el más que corrompido sistema público andaluz. Y dos, la
previsible e incipiente guerra de la propia Susana Díaz contra su jefe de
Madrid, Pedro Sánchez, quien ya debe estar cavando una profunda tumba para
premiarla a Díaz por su triunfal pérdida de votos. Díaz es, aún con sus
diferencias obvias, un caso parecido al del presidente del Gobierno. Una
política sin oficio ni beneficio que desde su juventud ha vivido del, por, y
para el partido socialista. Como el fake-doctor Sánchez. Y alguien como Susana
Díaz peleará con uñas y dientes para no perder ni una sola de sus prebendas,
independientemente de que sea desalojada de la presidencia de la Junta de Andalucía.
Si tal guerra sucede, será subterránea. Lo que trascienda será una mínima
parte, y a buen seguro se desarrollará en el fango de las acusaciones y
amenazas de publicar informaciones sensibles.
Ciudadanos ha comenzado bien pronto a pastelear con
las opciones de gobierno. Un partido que apoya a diferentes opciones políticas
en otras comunidades no suele ser de fiar, porque tarde o temprano, acabará
diciendo una cosa y la contraria a tenor de lo que indiquen unas encuestas o lo
que requieran unos u otros pactos de gobierno. De modo que Ciudadanos ya ha
lanzado algunas ideas al aire, respecto a no pactar con el PP si éste a su vez llega
a acuerdos con Vox. ¿La opción? Buscar el apoyo del PSOE; lo que le dejaría a
ojos de todos como un partido incoherente que halba contra la corrupción pero
busca la compañía del partido más corrupto de España. Seguramente, muchos
votantes de Ciudadanos verían este hecho como una traición a un posible pacto
de centro-derecha que desalojaría a la izquierda del poder y, a buen seguro,
tal cosa condenaría a Ciudadanos y a Rivera a un sonado descalabro en las
próximas elecciones generales.
Y Vox, que al día siguiente de las elecciones ya ha
sido víctima de persecución mediática unida a los políticos que le califican de
“extrema derecha fascista”, puede tener una llave de gobierno definitiva para
el hipotético pacto de centro-derecha. No seré yo quien defienda a VOX, por
razones que muchos conocen, pero tampoco apruebo el comportamiento antiliberal y antidemócratico de Podemos, que llama a crear un frente
antifascista contra Vox y está saliendo a las calles para demostrar no otra
cosa que la verdadera esencia del comunismo: respetar la democracia mientras
ésta le beneficie, y atacarla cuando los resultados no le acompañen. Los
comunistas están asustados porque les ha salido una dura competencia. Otro
partido, al lado contrario, que no se acompleja por decir lo que piensa (lo que
hasta el momento era patrimonio exclusivo de la izquierda) y que manifiesta
abiertamente su intención de gobernar para derogar leyes impuestas por el
rodillo izquierdista y de llevar a no pocos responsables izquierdistas e
independentistas a los tribunales. Hasta hoy, en España, nadie había tratado
así ni al PSOE, ni a Podemos, ni al resto de partidos… ni a ciertos
comunicadores. Y reconozco que tal cosa es necesaria, aunque venga de Vox.
Ahora, más que el odio que le demuestran esa
mayoría de los medios vendidos a la izquierda, el principal peligro que acecha
a Vox es el extremismo que se mueve en sus filas, exultante por los magníficos
resultados obtenidos, del que ya tengo alguna experiencia en estos días y que
más adelante relataré.
Pero no olvidemos que, aunque buena parte del éxito
de Vox se debe a su propio trabajo, del que tengo que reconocer que ha sido,
cuando menos, arduo, otra parte importante también es debida al hartazgo de
muchos españoles traicionados y expoliados de la peor forma por el Partido
Popular, e insultados por el PSOE, Podemos, independentistas y terroristas. El
efecto Vox discurre en paralelo a la revolución de la banderas, con los
españoles luciendo la enseña nacional en balcones y ventanas de todas las
ciudades, y a la valiente resistencia de los catalanes que se sienten españoles
frente al independentismo fascista que está arruinando, en todos los sentidos a
una Cataluña que, a estas alturas, tendrá muy difícil volver a ser lo que fue,
aunque ya estuviera entonces en manos del supremacista, racista y miserable
pujolismo. Y concretamente, en Andalucía, que bien pudiera ser el principio de
lo que vaya suceder en el resto de España, el voto a Vox ha sido el voto del hartazgo
por el dominio de la corrupta izquierda y del sentimiento español contra el
independentismo, la inmigración descontrolada, la imposición de la ideología de
género y otras leyes absurdas y denigrantes, y el robo organizado por las
instituciones contra los recursos públicos y la economía de los ciudadanos.
La verdadera cara e intención de Vox se mostrará
cuando tenga poder. Ahora, nos guste o no, en Andalucía la política ya no es
cosa de cuatro, sino de cinco.
¿Habrá pacto de gobierno PP-Ciudadanos-Vox? Espero
que sí, aunque solo sea para que el corrupto y criminal PSOE sea desalojado de
su bastión andaluz, con todas las consecuencias que ello pudiera traer. Ahora
bien. Conociendo de primera mano la codicia de la clase política, su afán de
poder, y su estrechez de miras a la hora de defender los intereses de España,
no me atrevo a asegurar que pueda llegar a darse tal pacto
Habrá que esperar, y esperar cualquier cosa.
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