He de admitir que estoy algo
desesperanzado. Hace algunos años, este ciudadano decidió hacer algo más que
quejarse, y se afilió a Vox. No
tenía apenas experiencia política, pero sí una enorme ilusión por un valiente
proyecto reformista de sentido común, y, como dicen ahora, de “extrema
necesidad” para España. Mi aventura,
como la de varios cientos de militantes, concluyó dos días antes de que el
nuevo Vox (Abascal-DENAES) sustituyera en la presidencia a don Alejo Vidal-Cuadras. Dos motivos de
peso: la negativa del entonces secretario general
Iván Espinosa De los Monteros a denunciar al periodista que le agregó a una
lista de miembros de la secta ultraconservadora El Yunque, y el giro
excesivamente identitario, antieuropeísta y presidencialista, que se alejaba
del partido liberal con el que me identificaba, al tiempo que reducía de forma
radical la democracia interna en el
partido.
Sobre el papel (quitando algunas
propuestas francamente exóticas y anacrónicas sobre las que no corresponde aquí
entrar en profundidad), el análisis global en materia económica, en materia de
estructura territorial del Estado, y en materia de seguridad, son, efectivamente,
correctos, y esto ha ocasionado que todo el sector liberal que abandonara el
partido en 2014, en general, siga sin una alternativa en la que confiar.
La elección de Pablo Casado, pese a los numerosos (y algunos inexplicables)
errores, sin duda, ha abierto una puerta a la regeneración del Partido Popular, pero, hoy por hoy, las
reacciones histéricas y las críticas de escaso calado de este partido hacia la
formación de Abascal no consiguen
sino enojar todavía más a sus votantes potenciales, y eso es debido a que no
han entrado en el fondo de la cuestión: no han entendido que las propuestas de Vox, en general, aunque cada vez más
demagógicas, sí ofrecen una solución para España,
mientras que enrocarse en la defensa del Estado de las autonomías (al menos tal
y como está ahora) condena a España a
no lograr establecer una base sobre la consolidar la estabilidad social y el
crecimiento económico necesario para mitigar los todavía profundos efectos de
la crisis económica en amplias capas de la población.
Son, sin embargo, muchas las críticas
que pueden y deben hacerse a la dirección de Vox, que, desde el resto de partidos, y especialmente desde el Partido Popular, deberían tener en
consideración si pretenden seguir siendo una alternativa.
Es preciso poner de manifiesto que
sus aliados son, absolutamente todos, antieuropeos
y específicamente antiespañoles. Es
preciso señalar que el exceso de intervencionismo de la Unión Europea es un problema, y se debe apostar por eliminar y
simplificar la legislación. Más allá de esto, los partidos de extrema derecha
franceses u holandeses (en este tema Vox
ha apostado por una calculada ambigüedad) son más partidarios de renunciar a
una unión económica que ha sido garantía
de paz desde 1945 y que ha otorgado a los ciudadanos españoles derechos
como el de la libertad del movimiento
a los que en ningún caso vamos a querer
renunciar. El fracaso de la gestión del Brexit
de un Reino Unido que debería haber
liderado ese cambio (Led, not leave) es evidente, y la solución de los
problemas que está ocasionando tanto allí como en el resto de la Unión la inmigración masiva, se solucionarán
en conjunto o no se van a solucionar. Esa
Europa de las libertades, en el largo plazo es, además, parte de la
solución definitiva al problema nacionalista, ofreciendo una alternativa
ilusionante más allá de la legítima imposición de la ley que corresponde a
nuestro estado, puesto que en una Europa
unida donde los derechos pertenezcan a
los ciudadanos, y no a los territorios, ni tiene razón de ser ningún
nacionalismo excluyente ni tampoco caben pequeñas regiones aspirantes a patrias
(impulsadas, además por corruptas oligarquías o apoyadas por radicales
totalitarios) que simplemente aspiran a ser insolidarias con aquellos pueblos a
los que han estado tradicionalmente unidos. Esa Europa fragmentada solo beneficia a los intereses de Rusia y
Estados Unidos, y cabe preguntarse si es esa la razón (una vez más, de
fondo, con intereses contrarios a España)
por la que algún asesor de Donald Trump
está asesorando a Vox y tratando de
organizar una coalición euroescéptica a nivel europeo.
Es también una clara contradicción
–incluso contra el manifiesto fundacional de Vox -véase el punto 5 de sus compromisos de funcionamiento- tener
representantes en las asambleas legislativas de las comunidades autónomas. No
voy a dejar de señalar que, en su momento, en el órgano de comunicación
interna, propuse presentarse para dar un único discurso el día de la
constitución de los parlamentos autonómicos, en el cual se renunciaría a
escaños y salarios hasta el momento en que se tuviera mayoría suficiente para
devolver las competencias. En mi opinión, eso era lo coherente, y un ejemplo
que contrasta con la decisión que tomó Santiago Abascal…de presentarse como
número uno al parlamento autonómico madrileño. ¿Queríamos acabar con el estado
autonómico…o pretendemos vivir de él? España necesita más políticos dando
ejemplo (también de austeridad) y menos políticos suspirando por mantener los
privilegios de la clase política.
Al respecto, es necesario señalar
que, desde el Partido Popular,
también se equivocan los que, para atacar al partido, le acusan de
“anticonstitucional” por defender esta reforma radical de la estructura
territorial. Si bien es cierto que la defensa de este modelo contiene objetivos
anticonstitucionales, es absolutamente legítimo, y puede (y, desde mi punto de
vista, debe ser) escrupulosamente
respetuosa con la ley y con el propio título X de nuestra Constitución.
Desde ese punto de vista estoy convencido de que Vox será respetuoso con la
ley. Es mucho más inteligente y generoso, aceptar la realidad: que el Estado de
las autonomías es un fracaso, pero señalar que difícilmente se sirve a España cuando no es está dispuesto a buscar puntos de acuerdo con los demás partidos, cuando toda la
oposición antiespañola ha sido capaz de organizarse para tomar el poder.
El Partido Popular debe aprender
también de los aciertos de Vox. Si aspira a representarnos, deberá tener en
cuenta que una buena parte de los potenciales votantes no podemos (siempre y
cuando las querellas tengan una base sólida) sino aplaudir las actuaciones
legales contra quienes pretenden vulnerar la legalidas. Que tomen buena
nota...y la iniciativa. No me distingo precisamente por ser un fan de mi
ex-partido, pero creo que hay que aplaudir también lo que hacen correctamente.
Hacer una crítica sobre la
financiación tal y como ha hecho hoy Javier
Maroto (un personaje que es garantía de buenos resultados para Vox en el futuro), sin señalar al menos
cuales son los motivos para tener dicha sospecha sobre la financiación
extranjera del partido, no va tampoco a ayudar al Partido Popular, pero, que sea precisamente con Pablo Casado, y no con Mariano Rajoy al frente, cuando más
haya crecido Vox, denota una falta
de patriotismo y generosidad de los líderes de Vox (que anteponen sus intereses de partido a los de España) que debería hacer reflexionar a
sus potenciales votantes. No parece en absoluto casualidad (Tal y como
acertadamente indicaba Eduardo Inda
en un artículo https://www.periodistadigital.com/periodismo/tv/2018/10/08/vox-psoe-fracturar-pp-eduardo-inda-telecinco-derecha-medios-cis.shtml)
que haya sido con la llegada al poder de Pedro
Sánchez cuando se haya disparado una intención de voto del partido. Con una
fragmentación que ha dejado de tener sentido, gana la izquierda, y una vez más,
pierde España.
Esta misma mañana, don Federico Jiménez Losantos, afirmaba
que Casado sería un excelente líder
para Vox y, en cambio, Abascal sería un pésimo líder para el
PP. Señala por tanto el director de La
Mañana el problema: en estos tiempos en los que la una izquierda
enloquecida busca derribar el consenso constitucional, se ha de buscar, por
encima de todo, la unión. Y esa unión es
imposible con quien ha demostrado que prefiere siempre imponer sus criterios a
buscar acuerdos.
Para terminar, una última cuestión de
fondo: Vox, desde el comienzo,
apostó por el aborto cero, y esa
posición fue impuesta por el núcleo duro sin debate, sin enmiendas, sin
discusión…
Es una posición respetable pero sobre la cual cabría preguntarse cuantos de sus
votantes, honestamente, creen que el Estado tiene derecho a que le imponga
llevar a término una maternidad no deseada, especialmente en los supuestos
clásicos contemplados en la legislación anterior. Ninguno de los que hemos
militado en Vox o en el PP consideramos que el aborto sea un
derecho, ni que lo tengamos que financiar con impuestos, y todos consideramos
que el aborto libre es especialmente condenable, y que hay que apostar por la
educación, la prevención, las ayudas a la adopción, en su caso, a la maternidad
como fórmulas para evitarlo. Pero de ahí a apostar por el aborto cero va un
trecho que muy pocos españoles aceptan.
Si, en el futuro, Vox pretende
crecer, deberá modificar su postura, y esto sí puede afectar a su núcleo duro.
Mi apuesta personal es que, por mera conveniencia
electoral, este giro y estas fricciones, en un futuro, se darán.
Vox tiene una manifiesta
falta de estructura, de mandos intermedios, y de experiencia, que lo hacen
absolutamente incapaz de gestionar un solo organismo público…pero esto solo
puede servir como argumento al resto de partidos si, además de personas
capaces, ofrecen un programa atractivo. El
electorado está cansado de ver que los políticos no le ofrecen soluciones.
Si solo le ofrecen una gestión políticamente aséptica, termina, agotado,
optando por intentar un cambio. Solo un cambio radical en el Partido Popular,
que lo lleve a romper con claridad con el consenso
socialdemócrata, logrará detener su espiral descendente en las encuestas.
Apenas merecen una mención las
críticas (estas sí, desde la auténtica ultraderecha) acusando al partido de
“sionista” y amigo de los mercaderes: el antisemitismo y el proteccionismo son
lugares comunes a las dos extremas, y si tan solo atendiera a esa crítica, casi
sería más una razón para volver a apoyarlos que para criticarles.
No voy a esconder en este artículo
que el demostrado carácter autoritario
de Santiago Abascal no es ajeno a mi
absoluto rechazo a la dirección de Vox. Si fue
incapaz de buscar un acuerdo con los centenares de militantes liberales que
lo abandonamos en 2014 , si en ningún caso está tratando de buscar una unión de
fuerzas constitucionalistas…no es el líder que yo quiero para mi partido ni es
el líder que España necesita.
He omitido deliberadamente hacer
referencia a sus actuaciones personales tanto en su época como militante del
Partido Popular como al frente de Vox, pero sí que debo dejar escrito que echo
de menos que la ciudadanía sea mucho más exigente con las personas que aspiran
a gobernar nuestras instituciones o a alcanzar cargos de representación, así
que simplemente invitaré a los lectores más críticos a investigar en las
hemerotecas y señalaré que, más allá de que en las formaciones de izquierdas
haya personas que carecen absolutamente de valores, si queremos una democracia
de calidad, debemos aspirar a que quienes lleguen al poder no sean simplemente
aquellos que mejor manejan la palabra o que mejor saben aprovechar las
oportunidades, sino también aquellos que pretenden ofrecer a los ciudadanos un
mejor servicio a España y los intereses de los españoles…muy por encima de su
objetivo fundamental de vivir de la política.
Santiago Hernández De Andrés
Ex-Militante de Vox y Ex candidato
por dicha formación al Parlamento Europeo.
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