Si hay un ejemplo perfecto de serie de televisión
orientada al público adulto que, gracias a los canales de TV, ha acabado por
tener a su mejor y más entregado público entre niños y adolescentes, esta es
sin duda Los Simpsons.
Desde su aparición en episodios cortos de apenas 10
minutos como complemento a un programa de mayor duración en la televisión norteamericana,
la serie Los Simpsons siempre fue una sátira hacia aquella sociedad y su modo
de vida. No pretendía otra cosa. Pero, en España, al ser dibujos animados,
éstos fueron admitidos bien pronto por un público adolescente e infantil al que poco le importaba el
argumento de cada capítulo, la personalidad de cada protagonista, o un sinfín
de situaciones que, por suceder en un país y cultura diferente, este público no
alcanzaba a comprender. De hecho, en sus primerísimos años de emisión en
España, el canal que compró sus derechos pasó la serie de una franja horaria
tardía al horario de las dos de la tarde, vista la demanda de niños y jóvenes
por ver el programa a diario. Y así ha venido sucediendo durante décadas, en
las que Los Simpsons han llegado a ser parte de la cultura pop española, sin
ser españoles sus protagonistas, sin hacer referencia alguna al modo de vida y
cultura españolas, ni suceder sus historias en España.
Recientemente, el canal Netflix ha dado un paso
adelante más en su estrategia de apoyo a la corriente mundial de la ideología
de género, comenzando a emitir la serie de animación “Super Drags” que, haciendo
abierta apología de la homosexualidad y la transexualidad, propaga una imagen
que, pretendiendo ser divertida, narra las aventuras de tres súper héroes drag queens
que, según el argumento descrito en varias webs, luchan contra la maldad
heterosexual que atenaza al mundo.
Las “maravillas” de semejante engendro televisivo
están perfectamente descritas en el siguiente audio de 9 minutos del editorial
del programa “La Voz de César Vidal” del 16 de noviembre de 2018. Pero yo
quiero hacer el siguiente apunte:
Por poner un ejemplo, en muchos de los documentales
del Canal Historia sobre la segunda guerra mundial, la edad recomendada para el
público es de 18 años. Sin embargo, la recomendación de esta serie en Netflix,
con más que sugerido contenido pornográfico, es de 16. ¿Es más importante
fomentar la ideología de género entre los menores que la historia y la cultura? ¿Logrará Netflix y sus patrocinadores que esta
serie alcance al público infantil, del mismo modo que Los Simpsons trascendió a
todos los públicos gracias a la programación de horarios de los canales que
emitieron esa serie?
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