En estos tiempos en los
que la infancia sufre los atroces ataques de ideologías inicuas y oscuros
intereses, es de vital importancia para nuestra sociedad que los adultos seamos
conscientes de la necesidad acuciante de asumir la responsabilidad de defender
a los más débiles y necesitados de apoyo; los niños; nuestros hijos.
En la Biblia, Proverbios22:6, podemos encontrar una sencilla guía, tan solo
un versículo, que nos muestra cual es el mejor modo de educar a un niño y
prepararlo para que, en el camino de la vida, pueda disponer del criterio necesario
que le ayudara a distinguir entre el bien y el mal y la necesidad de hacer lo correcto
en cualquier situación.
El ejemplo es el mejor modo
de enseñar a un niño, al igual que a un joven y a un adulto. El buen ejemplo
invita a hacer lo bueno y es una herramienta poderosa para dejar recuerdos
imborrables en la mente y el corazón de las personas; más aún en los niños que,
en sus tiernas edades son auténticos receptores y asimiladores de todo lo que
viven.
Si un niño vive en una
familia y entorno que le provea de buenos ejemplos, pronto, en su juventud,
sentirá la necesidad de compartir lo que siente en su interior.
Gordon B. Hinckley (1910
– 2008), Presidente de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos
días desde 1995 hasta 2008, compartió en un discurso una vivencia que dio
título a su discurso “Lecciones que aprendí en mi niñez”, del que podemos ver
un extracto de cuatro minutos en el que Hinckley, como niño, aprendió que
haciendo el bien, las consecuencias de sus actos fueron más profundas y
beneficiosas de lo que él hubiera creído.
Una gran enseñanza para todos
nosotros en estos tiempos de tribulación. Eduquemos a nuestros hijos en el
camino correcto.
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