“Como hijos de Dios, nos ha sido dado el
maravilloso poder de elegir. La verdadera felicidad y paz que podemos conseguir
viene dada por la elección de obedecer Sus leyes””
A menudo he conocido personas que creen
que los mandamientos de nuestro padre Celestial son simplemente eso.
Mandamientos. Órdenes de un dios severo que nos castigará y nos apartará por no
obedecerlos. Pero yo siempre respondo que esa imagen que tienen de Dios es la
que el mundo ofrece, con el único interés de apartarnos de Él y sus enseñanzas
de salvación.
Hay un argumento incontestable. Si Dios
es tan implacable cono el mundo dice, ¿por
qué no nos obliga a cumplir Sus leyes? ¿Por qué no nos castiga de inmediato al
desobedecerle?
La respuesta es mucho más sencilla y
precisa de lo que al mundo le gustaría. Dios nos dio el don más preciado que
una persona puede tener: el libre albedrío. La libertad de elección.
Es un don que nos gusta aunque no
queramos creer en nuestro Padre Celestial. Podemos hacer lo que queramos con
nuestras vidas. Pero paralelo a ese don hay un compromiso que jamás podemos
eludir, aunque queramos ignorarlo a diario. La responsabilidad por nuestros
actos.
Así es como funcionan las leyes de Dios y
los diez mandamientos. Si lo pensamos bien, los mandamientos son instrucciones para nuestra felicidad. Instrucciones, porque Dios no nos obliga a obedecer. Por
tanto, podemos hacer caso de ellas, o no. Pero la responsabilidad por nuestro
comportamiento siempre nos acompañará, y a menudo observaremos que las
consecuencias de nuestras acciones, tarde o temprano, se dejarán sentir en
nuestras vidas.
Yo testifico que seguir los mandamientos
de Dios trae felicidad y paz. Aún en los momentos de mayor aflicción.
En el vídeo, un
mensaje del Elder L. Tom Perry (1922 – 2015), Apóstol del Señor Jesucristo.