Puede escuchar el texto al final del artículo
¿Una nueva ETA en Cataluña? No será por
falta de ganas de los independentistas.
Desde el momento en el que todos ellos se
han unido para condenar en el parlamento catalán (algún cursi diría parlament) las detenciones
de los CDR en posesión de material para fabricar explosivos y documentación,
manuales sobre armado de bombas caseras y planos de edificios públicos, se han
retratado en comandita al viejo estilo Herri Batasuna, cuando en los 80 criticaba
arrestos y condenas de etarras, a
quienes presentaban como héroes del pueblo vasco y “víctimas de la represión
del estado español”.
Si hablamos de independentistas, nada
cambia durante el paso del tiempo y las tácticas dialécticas siguen siendo invariablemente
las mismas. Para quienes ya vamos contando algunos años, hay muchos aspectos de
la propaganda de los indepes catalanes que nos recuerdan a la dialéctica de
aquellos históricos indeseables que, de un modo más tácito o más directo,
trataban de blanquear los asesinatos, las extorsiones, los secuestros y las
persecuciones que ETA, Herri Batasuna y el entorno civil que apoyaba al crimen
ejercían sobre la población vasca que no se identificara con el ideario
criminal.
Al igual que en la Cataluña de los 90 y los
2000, el independentismo vasco tenía dos vertientes paralelas. Una la que
estaba por el crimen en cualquiera de sus formas. Otra, la de traje y corbata,
encarnada por el Partido Nacionalista Vasco y algunos elementos del Partido
Socialista de Euskadi a los que no parecía doler demasiado los asesinatos de
sus compañeros a manos de ETA. Y tras ambas ramas políticas de la operación del
blanqueo de ETA funcionaba como amalgama esa parte nacionalista de la iglesia
católica vasca que no se decantaba públicamente por el terrorismo, como sí
hacían tantos curas de chapela que hasta se negaban a oficiar por las víctimas de
ETA.
Toda esta tragedia que unos pocos tenemos
aún bien presente pero que muchos han preferido olvidar y no pocos incluso
negar que haya existido, tiene un reflejo muy similar en Cataluña.
Hasta no hace mucho tiempo, el
independentismo catalán se dividía en dos corrientes principales, y también
paralelas como en el caso vasco. Una estaba formada por los que jugaban al
nacionalismo “blando y dialogante” porque eran muy conscientes de que una Cataluña
rebelde pero parásita y unida al resto
de España les convenía mucho más, porque desde sus puestos en el poder
autonómico y en la avanzadilla en Madrid conocida como el “lobby catalán”,
manejaban una situación privilegiada para mantener sus privilegios, sus
negocios y sus operaciones destinadas al robo de recursos públicos. Otra,
conformada por los independentistas más radicales, quienes nunca ocultaban sus
ideales secesionistas, y en la que se fueron integrando los terroristas de una
mini ETA catalana llamada Terra Lliure, menos activa que la vasca, pero también
con sangre en sus manos.
En la actualidad apenas hay diferencias
entre ambas tendencias. Tanto la que fue nacionalista, con el impresentable
Jordi Pujol a la cabeza, cuyo partido acabó desapareciendo ahogado entre
innumerables casos de corrupción de Pujol, de su entorno familiar y de su
extenso equipo de intrigantes y ladrones, y desde hace unos pocos años
reconvertida a un abierto independentismo liderado por fracasados como Artur
Mas y Puigdemont, como la línea dura del independentismo, con una Esquerra
Republicana de Cataluña a la cabeza mediática que agrupa a una extraña manada
parlamentaria compuesta por los violentos CDR, y un polícromo grupo de indepes
que juegan al despiste, cuyo mejor ejemplo es Ada Colau y su tribu de
antisistemas con sueldos anuales de cuatro y cinco ceros.
Todos ellos conforman ahora un extraño
frente independentista, internamente muy dividido sobre todo por intereses
personales y deseos de liderazgo encontrados, uno de cuyos referentes
mediáticos es el supremacista Quim Torra; un tipo ciertamente poco agraciado
que, sin embargo, se ve a sí mismo y a los suyos como elementos representantes
de una raza genéticamente superior. Torra no es más que el mayordomo en España
del ridículo y con cara de alelado Puigdemont; pretendido mesías del
independentismo catalán que, queriendo ser un Moisés que liberara a su pueblo
del yugo españolista, acabó como caganer en el belén del independentismo, en el
que hay profusión de asnos con lazo amarillo y bueyes con estelada que no
distinguen un árbol de una pared.
Y en semejante caldo de cultivo tenía que
suceder lo que contemplamos en estos días. Los CDR, o “comités de defensa de la
república (catalana)” llevan tiempo asistiendo a un espectáculo que no les
gusta. Se habla mucho de independencia, pero los líderes indepes siguen en
prisión, Cataluña sigue siendo parte de España por mucho que ciertos mediocres
aseguren que es un “país”, la independencia que iba a llegar hace años no llega,
y esa parte del independentismo ”burgués” que tanto les disgusta parece haberse
acomodado en su papel victimista de “represaliados” que bienviven del
presupuesto público. Así que para estos anormales de los CDR, que antes
agredían arrojando excrementos, ha llegado el momento de poner bombas.
La Guardia Civil -quién si no- ha detenido a doce de ellos que ya estaban en
posesión de material necesario para fabricar explosivos de baja y media
potencia. Y casi de inmediato a este hecho, el independentismo en pleno del
parlamento catalán ha defendido a los detenidos y ha puesto en marcha una
campaña de satanización de las fuerzas de seguridad del Estado, presentándolas
como represoras y colocando en primer plano como víctimas a los detenidos.
¿Estamos asistiendo al nacimiento de una
nueva ETA catalana? Bien podría ser, porque se dan las condiciones idóneas para
ello. Cosa aparte sería que esa nueva ETA, o NUEVA Terra Lliure si se prefiere,
lograra sobrevivir. Todo dependería del apoyo que podría recibir de las
instituciones catalanas en manos independentistas y del respaldo de esa parte
del pueblo catalán que ya tiene asumido como real el falso y disparatado
discurso de una Cataluña siempre víctima y esclava de España y a punto de
desaparecer bajo la represión españolista. Un discurso que no triunfaba pasado,
cuando muchos catalanes recordaban que su región, sus líderes, sus empresarios
y sus medios de comunicación eran más franquistas que buena parte de España,
exactamente como sucedía en las Vascongadas. Generaciones que han desaparecido
con el paso del tiempo y que han cedido su lugar a otras, educadas bajo la
influencia de una clase política amoral y aleccionadora que desde el sistema
educativo, la radio y televisión autonómicas y la prensa afín, les ha inculcado
un sentimiento de nación sojuzgada absolutamente contrario a la realidad.
Exactamente igual que en las Vascongadas. Y como en las Vascongadas, la iglesia
católica local ya ha demostrado bien a las claras que está más dispuesta a
sostener al independentismo, igual que hasta hace semanas justificó y hasta
negó los casos de pederastia perpetrados por su clero. Y si para eso, para que
nadie dude que los curas catalanes son indepes en su mayoría, uno de sus
obispos tiene que permitir que un grupo de anormales, pretendidos actores, ofrezca
una representación en el altar de una iglesia de su diócesis, pues lo permite.
¿No es todo esto un perfecto reflejo de las
Vascongadas de los 70 y los 80? Existen algunas diferencias, pero la estructura
es la misma. Independentismo, partidos políticos con un objetivo común y un
total desprecio por el imperio de la ley, una indiferencia total por las
fatales consecuencias que Cataluña ya sufre, un apoyo de la iglesia católica no
condenado por el Vaticano, una generación de descerebrados a los que planificar
y ejecutar atentados les atrae y les parece justificable, un adoctrinamiento
opresivo que enfrenta a los propios catalanes, y una escalofriante voluntad de
implantar un ideario tiránico que no respeta ni uno solo de los sectores de una
sociedad a la que se pretende estrangular en aras de una “nación” de ciencia
ficción. Todo ello idéntico a los postulados marxistas que ETA promulgaba en
sus tiempos de terrorismo y clandestinidad.
Y si a alguien este argumento le parece una
exageración, tan sólo tiene que calcular el porcentaje de políticos que
condenaron ayer el arresto de los CDR, bien con votos a favor o bien por abstención,
y comprobará que no son una minoría precisamente.
0 comments:
Publicar un comentario
Cualquiera es libre de opinar aquí. Pero quien opine será responsable de sus palabras.