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El régimen que gobierna Cataluña, cuyo abanico
ideológico abarca desde la derecha más ultra católica y racista hasta un
comunismo muy cercano al terrorismo, ha dado un paso más en su plan de dominación
y control, literalmente hablando, de su zombificada sociedad (link).
Todo sistema totalitario trata de gobernar también
el idioma. Lo más evidente es que tal sistema tomará el control de la economía,
de los medios de comunicación, de la educación y de cualquier otro aspecto que
pueda servir para limitar las libertades. Y dentro de la educación,
paralelamente al adoctrinamiento que lleva irremisiblemente a la manipulación y
alteración de la historia, los totalitarios se apoderarán del idioma. En
Cataluña todos estos pasos se están dando desde hace décadas ante la mirada
impasible del Gobierno de España, de las autoridades e instancias del Estado y
de buena parte de la sociedad.
Ayer, 11 de diciembre, el parlamento catalán
rechazó continuar dos tramitaciones de
Ciudadanos y Partito Popular para modificar la Ley de Educación de
Cataluña y permitir introducir el español como lengua vehicular en la comunidad
autónoma.
Ciudadanos proponía que catalán, español e
inglés fueran lenguas vehiculares en el sistema educativo catalán. El PP
proponía español y catalán como lenguas vehiculares, mas una lengua extranjera
con un 25% mínimo y un 40% máximo de horas lectivas.
Si los independentistas catalanes y sus amigos
los socialistas, cada vez menos ambiguos y cada año más entregados al
independentismo, hubieran sido capaces de despojarse de sus lastres
ideológicos, habrían reconocido que ambas propuestas no procuraban otra cosa
que ventajas para los alumnos. Pero para toda esa recua de indepes multicolor
el bien común y el futuro de la infancia y la juventud son dos conceptos que
les traen sin cuidado. Lo único que les mueve es ganar poder al mismo tiempo
que tratan de desterrar todo lo español de sus obtusos y utópicos horizontes de
“república catalana”.
Los diferentes partidos abiertamente
independentistas votaron en contra, como era de esperar, y contaron con el
habitual apoyo del Partido Socialista Catalán liderado por Miquel Iceta (link), el tipo que dijo hace escasos días que en
España hay ocho nacionalidades y que él lo sabía bien porque las ha contado. A
estas alturas de la película, deberíamos reconocer que ya no parece tan grave
que cualquier tarado pueda ser dirigente de un partido político. Hay algo mucho
peor y muy real; que al frente de los partidos haya personas verdaderamente
malvadas, como es el caso.
¿Qué persiguen Iceta y sus partidarios
apoyando a los independentistas en su cerco a lo español dentro de Cataluña? Se
podrían enumerar algunas respuestas, que juntas, describirían al personaje, a
su partido y al resto de los indepes catalanes que parasitan y arruinan su
propia comunidad autónoma. Citaré solamente tres.
1.- Hay que desenmascarar al Partido
Socialista de Cataluña (PSC) y definirlo por lo que realmente es. Un partido
independentista que juega a la ambigüedad porque, entre otros motivos, no le
viene mal el apoyo del resto de socialistas españoles y porque los
independentistas que no declaran serlo abiertamente -como es el caso de estos socialistas- saben
muy bien que ser una cuña catalanista en uno de los dos partidos mayoritarios
españoles siempre les ha sido muy rentable.
2.- El aleccionamiento en las escuelas
catalanas durante décadas ya ha dado parte del fruto esperado en estos tiempos,
que no es otro que disponer de dos generaciones obcecadamente independentistas.
El PSC ha perdido buena parte de la influencia que tuvo en Cataluña hasta el
fin de la era Maragall (link) . Hoy día, el independentismo de izquierdas
le ha sobrepasado, con lo que el PSC ha quedado como actor secundario en la gran
tragedia catalana.
3.- El propio Miquel Iceta no hubiera tenido
nada que hacer en el independentismo ultra-católico y supremacista de derechas,
ni en el independentismo socialista-comunista. Es un tipo demasiado
insustancial para llegar a ser ni siquiera personaje de segunda fila en esos
partidos. Su nicho ideal era por tanto, el entonces tibio, pero también
indecente como los demás, Partido Socialista Catalán.
¿Qué es entonces lo que está apoyando realmente
Iceta, siendo cómplice de la persecución que los independentistas realizan
sistemáticamente contra lo español en Cataluña? ¿Cuál es el verdadero fin que
persiguen los independentistas a los que tanto ha ayudado el PSC, incluso
formando con ellos algún gobierno de coalición en el pasado?
Crudamente explicado, lo que Iceta y el PSC
están apoyando es un plan que persigue hacer más ignorantes, y por tanto menos
libres, a las generaciones de catalanes que ahora están en el sistema
educativo. Pero hay otro efecto que se persigue desde hace mucho tiempo y que
no pasa desapercibido en el resto de España. El efecto disuasorio de “convencer”
a otros españoles para que no vengan con sus familias a establecerse en
Cataluña, siendo conscientes de que sus hijos no podrán estudiar en español una
sola asignatura y que, por añadidura, serán señalados por no hablar catalán. Un
modo de cerrar fronteras a cierta inmigración que surte efecto en muchos casos,
porque hay muchos padres que no están dispuestos a hacer pasar a sus hijos por
semejante experiencia.
Paradójicamente, en los turnos de intervención
previos a la votación que paralizaría las propuestas de Cs y PP, han sido los
representantes de los partidos independentistas los que han acusado a los
constitucionalistas de perseguir el catalán y de romper la convivencia. Esto
mismo, que hasta hace veinte años hubiera podido ser descrito como un simple
ejercicio de demagogia, hace muchos años que no merece otros descalificativos
que desfachatez, cara dura y miseria moral absoluta. Nunca, entre las filas
indepes de distintos colores, nadie expresó preocupación por los ciudadanos
catalanes que han sido insultados, agredidos, despreciados y segregados
socialmente por sentirse españoles. Tal característica, la de ignorar y
deshumanizar a las víctimas de tales tratos, es común en toda las tendencias
nazis y supremacistas, como el independentismo y nacionalismo catalán, el vasco, o los regímenes de la historia reciente
europea que todos tenemos en mente.
Miquel Iceta no es más que un mediocre que
abandonó sus estudios para poder vivir de la política. Es decir; vivir del
dinero del contribuyente. Su mediocridad es palpable cuando se le escucha en
algún meeting o entrevista. Es otro politicucho más que funciona a base de
consignas y que no aporta otra cosa que calamidades. Y como todo mediocre que
no aspira a otra cosa que vivir de lo público, no aprende de las lecciones que
la historia da respecto a tantos personajes como él que han existido a lo largo
de los tiempos. Porque en el momento que el independentismo llegue a ser
suficientemente fuerte como para no necesitar el apoyo de los socialistas
catalanes, Iceta y su nefasto partido serán completamente prescindibles. Los síntomas
están ahí, frente a sus narices. No en vano, antes de la votación para seguir
segregando al español de una parte de España, uno de los diputados
independentistas más radicales advirtió a los socialistas sobre las
consecuencias “de segregación para el alumnado” que podría conllevar el voto socialista
a favor de los constitucionalistas.
Triste papel le ha tocado a Iceta como tonto
útil de los indepes catalanes. Triste papel de comparsa sin valor, porque
realmente no le necesitan; cosa que seguramente no le importará mientras pueda
seguir viviendo del cuento a costa de los españoles. Quizás, lo único bueno que
sucedería en una república catalana gobernada por el nazismo supremacista que
inició Jordi Pujol y que con tanto ahínco practican ahora todos los partidos
independentistas, es que los tibios como Miquel Iceta y los advenedizos del PSC
tendrían el mismo destino que la basura. Tarde o temprano acabarían en algún
contenedor.
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