Los ciudadanos deberíamos reivindicar alguna vez a ciertos politicos que nos concedan el beneficio de la duda.
Cada día que pasa estoy mas convencido de que ellos nos toman por seres fácilmente manipulables, pero también creo que muchos de los ciudadanos que forman esta sociedad se comportan como eso mismo: como seres manipulables que se dejan vendar los ojos y adormecer la mente ante muchas realidades.
Esta mañana oí en Onda Cero que el Presidente Rodríguez ha cometido su enésima torpeza. No sólo no condenó hace unos días la parte de culpa que tienen en el conflicto de oriente medio las guerrillas radicales islámicas, sino que arremetió contra Israel como responsable de todos los males que suceden en esa parte del mundo. Y para acabar de arreglar el roto, Se hace la foto ayer luciendo un pañuelo palestino. Bien. Fantástico.
Hace tiempo que dejé de asustarme por tener un presidente que condena con toda naturalidad a la oposición por haber metido a España en una guerra (¿?), pero no recrimina a cierto tipo de extremistas que cuelgan a homosexuales, fusilan y apedrean a supuestas adulteras o que matan a su propio pueblo llenándose el cinturón de bombas.
Buena parte de esta sociedad ha perdido el norte. En estos dos últimos años, el gobierno ha hecho cosas que antes le hubieran supuesto a la oposición manifestaciones, pancartas, boicots. Cosas que, como las hacen los que ahora gobiernan, no levantan a la opinión pública. Ahora ya no hay ninguna familia Bardém, ningún Ramoncín, ningún colectivo de artistas “progres”, Ninguna plataforma “nunca mais”...
Hace treinta años, en plena transición, los ultras enviaban a sus nostálgicos a reventar los mítines de algunos partidos políticos. Hoy día la oposición soporta a los grupos “casuales” de abucheadores afines al gobierno.
El día posterior a las últimas elecciones generales, un amigo me preguntó que le pediría yo al nuevo presidente. No lo dudé ni un segundo. Contesté que le pediría solo una cosa: Que este país no volviera otra vez a los ochenta y primera mitad de los noventa, cuando todo era PSOE y nada existía fuera de ellos. Hemos vuelto a los ochenta.
Y por escribir así, seguro que hay quien me califica de “facha”. No admiten críticas.
Cada día que pasa estoy mas convencido de que ellos nos toman por seres fácilmente manipulables, pero también creo que muchos de los ciudadanos que forman esta sociedad se comportan como eso mismo: como seres manipulables que se dejan vendar los ojos y adormecer la mente ante muchas realidades.
Esta mañana oí en Onda Cero que el Presidente Rodríguez ha cometido su enésima torpeza. No sólo no condenó hace unos días la parte de culpa que tienen en el conflicto de oriente medio las guerrillas radicales islámicas, sino que arremetió contra Israel como responsable de todos los males que suceden en esa parte del mundo. Y para acabar de arreglar el roto, Se hace la foto ayer luciendo un pañuelo palestino. Bien. Fantástico.
Hace tiempo que dejé de asustarme por tener un presidente que condena con toda naturalidad a la oposición por haber metido a España en una guerra (¿?), pero no recrimina a cierto tipo de extremistas que cuelgan a homosexuales, fusilan y apedrean a supuestas adulteras o que matan a su propio pueblo llenándose el cinturón de bombas.
Buena parte de esta sociedad ha perdido el norte. En estos dos últimos años, el gobierno ha hecho cosas que antes le hubieran supuesto a la oposición manifestaciones, pancartas, boicots. Cosas que, como las hacen los que ahora gobiernan, no levantan a la opinión pública. Ahora ya no hay ninguna familia Bardém, ningún Ramoncín, ningún colectivo de artistas “progres”, Ninguna plataforma “nunca mais”...
Hace treinta años, en plena transición, los ultras enviaban a sus nostálgicos a reventar los mítines de algunos partidos políticos. Hoy día la oposición soporta a los grupos “casuales” de abucheadores afines al gobierno.
El día posterior a las últimas elecciones generales, un amigo me preguntó que le pediría yo al nuevo presidente. No lo dudé ni un segundo. Contesté que le pediría solo una cosa: Que este país no volviera otra vez a los ochenta y primera mitad de los noventa, cuando todo era PSOE y nada existía fuera de ellos. Hemos vuelto a los ochenta.
Y por escribir así, seguro que hay quien me califica de “facha”. No admiten críticas.
¿Donde esta Pepiño?
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