
Lo pregunto porque, antes de las Elecciones Generales, cuestionarse que este país iba de cabeza a una crisis económica (de la social también hay mucho que hablar) traía como inmediata consecuencia el ser tachado de facha y sectario por quienes tienen a Zapatero como el gurú del movimiento de amor psicodélico que campa por España en esta “Nueva Era del Talante Progresista”
Yo creía que ya estábamos con un pié en el precipicio. Que si la recesión no estaba ya aquí, faltaban minutos para verla llegar, pero quienes dirigen el país – me refiero a España, no a la hoja parroquial del Partido; ese que perdió las otras tres siglas hace muuuuuucho tiempo – aseguraban que todo eran rumores de la derecha cavernaria y pesimista. Que todo estaba razonablemente bien.
Soy amo de casa, qué quieren que les diga. Cocino, barro, friego y plancho. Y hago la compra también. Conozco un poco los precios, sobre todo los de alimentación. Mi calvario empezó el día aquél que comprobé con extrañeza que el litro de aceite de girasol había subido 40 Cts. De 0.85 cts., a 1.25 €. “tiene que ser un hecho puntual, no coyuntural”, pensé. “Zapatero no mentiría; no es su estilo”. “Seguramente es culpa de Aznar y de la guerra de Irak”
Lo mismo sucedía días después con la pasta, el tomate envasado, la mayoría de los vegetales, las conservas, el pollo, embutidos, lácteos…. Una duda me asaltaba y se hacia un hueco cada vez mayor en mi ser: ¿Me lo parecía a mí, o una compra de 50 € costaba 70 ó 75 €?
Mis esquemas se derrumbaban. ¿Qué estaba pasando? Era mitad de Octubre y el gobierno aseguraba que los precios bajarían en dos o tres meses. ¿Podía yo confiar? No tenía motivos para dudar ni por un momento de un presidente ni de unos ministros que habían cumplido fielmente con su programa electoral de 2004, sin dejarse una coma.
Volvía a subir el gasoil. La venta de pisos y casas comenzaba a caer en picado. La prensa económica libre, esa que no está controlada por el Partido y por tanto es abyecta, pesimista y destructiva, tal y como debía creer todo ciudadano progresista, anunciaba problemas serios en algunas grandes constructoras, agencias y franquicias de venta de viviendas.
Subió también el transporte público y el de mercancías. Posteriormente, el resto de materias primas, la factura de eléctricas, de gas, de agua… pero los informativos de Cuatro, La Sexta, La 1ª y 2ª, Telecinco, El País – ahora sí me refiero a la hoja parroquial del Partido que perdió las otras tres siglas hace muuuuucho tiempo… - Público, Metro, 20 Minutos, la SER y todos aquellos medios que en absoluto es tan controlados por nadie, nadie, nadie… quitaban importancia al asunto. La precampaña electoral mandaba y lo más importante para el ciudadano era que tuviese claro cuán bueno era Zapatero y lo malo que era Rajoy.
Pasó otro mes y apareció el fantasma de la navidad presente que le dijo a Mister Scrooge que no comiera pavo, ni conejo, ni mero, ni ternera… Que el conejo estaba muy rico y que no merecía la pena recordar al fantasma de las navidades pasadas; que el fantasma de las navidades futuras ya traería de nuevo precios más bajos…
Poco faltó para que comenzase a crecer en mí un sentimiento de culpa que me hubiera llegado a una depresión irreparable. Zapatero no merecía mi escepticismo. Ni de
¿Cómo había llegado yo a ser tan malvado, tan capcioso? ¿En qué momento de mi vida perdí mi buen gusto y orientación humanista para convertirme en un agente fascista al servicio de la desestabilización y la crispación?
Hoy mi culpa no me deja vivir. Sé que no merezco ser considerado como un demócrata de verdad. Que cada vez que abro una lata de atún, de esas que cuestan ahora un 39% más que en aquellos días, me siento avergonzado por haber pensado que el Partido debería haber puesto los medios para luchar con lo que ya tenemos encima, en lugar de haberles prestado oídos y mente para ignorar los hechos. Soy malo. Muy malo. Pero la hipoteca, el supermercado, la luz y la gasolinera no tienen
¡¡¡Bueno; pero qué narices!!! ¿¿¿Se puede hablar ya de crisis, de una maldita vez, Sr. Solbes???
El Ministro Solbes, siempre en vela e inasequible al desaliento, propone soluciones a las economías domésticas.