
Una de las metáforas mas acertadas que he oído últimamente a Luis Herrero, refiriéndose al desmoronamiento del Partido Popular propiciado por Mariano Rajoy, ha sido comparar a éste último con el violinista que tocaba un último himno, mientras el Titanic apuntaba con su proa hacia el abismo, en aquellos trágicos preliminares de su viaje sin retorno a las profundidades.
Que Regina Otaola expresara ayer sus dudas, en una entrevista matinal de Antena 3, preguntándose si el actual Rajoy tiene aún algún parecido con el Rajoy al que le votaron diez millones de electores hace tan sólo dos meses, es muy significativo. Como lo es que hiciera esa reflexión en público.
Regina se posicionaba claramente al lado de María San Gil. Es decir; que si hay que irse, se va. Que es exactamente lo que ha hecho Ortega Lara. Se quita de en medio. Y con el PP vasco definitivamente huérfano hasta de sus héroes, de sus iconos más significados en la lucha y la resistencia contra el terrorismo, Mariano Rajoy y su equipo se quedan tocando el violín en cubierta, al tiempo que el Titanic hunde la proa.
Circula por algunos medios la teoría de la conspiración. La teoría de la mano oculta que mueve sus influencias para quitar a Rajoy de la presidencia. Hay quien defiende que, para que el Partido Popular pueda dar un supuesto giro hacia el centro izquierda, en busca de nuevos votos, es necesario prescindir de la derecha liberal, de la derecha más conservadora, de los intransigentes contra la negociación con ciertos sectores de la izquierda y de los opositores contra los nacionalismos. Esta hipótesis mantiene, por tanto, que quienes no están de acuerdo con ese viaje del PP hacia un centro moderado alejado de la derecha, abandonan el partido dirigidos por una mano negra que pretende castigar a Rajoy, no sólo por haber perdido las elecciones, sino también por prescindir de los barones del partido, dándoles puerta a la primera ocasión. No me parece que ese sea el caso. No imagino a todo un Ortega Lara, un auténtico héroe que las pasó moradas a diario durante más de un año, dirigido por nadie más que sus propios principios y convicciones.
Regina Otaola ha hablado claro. Tampoco la imagino “teledirigida” por otros. Esperanza Aguirre muestra también su discrepancia. El goteo continua, convertido ahora en chorro y ya veremos si no es al final una cascada. También habló claro Rajoy cuando, en pleno calentón dialéctico, invito a abandonar el PP a liberales y demás díscolos. Ha sembrado vientos. Parece que llega la tempestad. Y, en medio de la tormenta, no le encuentro sentido a sus declaraciones: “A la mayoría de mi partido no le voy a fallar”
No creo que los militantes y simpatizantes descontentos sean precisamente una minoría.