
Nada hay como una situación comprometida para saber de que pié cojea cada uno. Y ante la publicación de la sentencia contra Federico Jiménez Losantos y a favor de Ruiz Gallardón, la clase política ha dejado bien claro que la defensa de las libertades no forma parte de sus prioridades.
Que hayan coincidido en su apreciación un amplio elenco de políticos, desde Soraya Sáez de Santamaría hasta Pepe Blanco, es algo que, a estas alturas de la película, ya no puede extrañar a nadie.
Por descontado, la izquierda en pleno estará entusiasmada con lo sucedido. Para ellos, Federico es el enemigo a batir; el incómodo que no se calla ni debajo del agua. El que ha cometido los pecados más grandes que se puedan contemplar en la secta Zapaterista: No tragar con las mentiras del 11-M y denunciar los intereses ilegales y alegales de muchos dirigentes “progresistas” y de sus ideas populistas. Tampoco caben ya dudas de que también es incomodo para la derecha oficial. La derecha con Rajoy como cabeza visible de su nuevo equipo y con Gallardón en la sombra, esperando su momento.
En las últimas semanas hemos asistido al posicionamiento de las cabezas pensantes del PP con respecto a dos cuestiones importantes. El juicio contra Losantos, que por su sentencia a derivado a juicio y condena a la libertad de expresión, y la supuesta disidencia interior del partido, en la que se ha cuestionado el liderazgo del líder sin presentar alternativas. De ambas situaciones, de momento, parece que el más beneficiado es Ruiz Gallardón, a quien ya no le importa en absoluto significarse como político de izquierda-centro-derecha, según sople el viento, pero cada vez menos derecha, y desde luego, cada vez menos liberal, si es que alguna vez lo fue.
Losantos recurrirá la sentencia y el caso pasará a instancias superiores, de modo que aún está por ver en qué acabará todo. Lo que hoy sí sabemos es que hay mucho remedo de Caín suelto por el panorama nacional. Hay mucho Caín de izquierdas y de derechas. De medios de comunicación afines a Prisa y su radicalismo económico sectario y otros que se disfrazan de moderación pero que sus resultados muestran hasta qué punto se puede vivir del pesebre, sin molestar al dueño del mismo.
Ahora que los “caínes” del periodismo y la política han llegado a un consenso y ya tienen oficialmente un enemigo común, tengo dos buenos motivos para desear que Losantos salga con bien de todo esto.
El primero es que esta sentencia no pueda sentar un peligrosísimo precedente contra la libertad de expresión y contra los periodistas y los medios que no se dobleguen a un partido, dirigente o grupo de presión. Si este precedente se concreta en segunda instancia, grupos como PRISA tendrán el campo libre para lanzar a sus extremistas a sueldo para amordazar cualquier voz que se salga fuera del tiesto.
El Segundo. Losantos me cae particularmente bien, lo que no significa necesariamente que yo esté de completamente de acuerdo con lo que dice y cómo lo dice. Pero su compromiso con la libertad de información esta más que demostrado desde hace mucho tiempo. Para mí, es motivo suficiente para apoyarle sin reservas.