
Existen personajes de los que habría que hacer bandera a diario. Hoy, más que nunca, es de agradecer que todavía haya quien, en posiciones relevantes de nuestra sociedad, pueden servir de ejemplo y de estímulo para quienes no quieran dejarse llevar definitivamente por esta maldita corriente que orada sin remisión los valores que hacen de las personas lo mejor de este mundo.
Hace ya un par de meses que María, una amable visitante de El Republicano Digital, me envió un link de You Tube en el que el Juez de menores Emilio Calatayud, con sus palabras pone en evidencia al sistema educacional, al sistema legislativo y al sistema judicial españoles.
Ya había leído algún artículo sobre este particular magistrado. Así que cuando vi el video, busqué más información sobre él y su particular forma de administrar justicia.
Sus didácticas charlas llegan a la mente y al corazón de la gente y demuestra con sus palabras que la ley bien entendida debe aplicarse, siempre que ello sea posible, no solo bajo el manido principio progre de la reinserción, pero también con el deber de la restitución del daño hecho.
Esa palabra, restitución, y su significado, es de lo que han estado huyendo muchos legisladores. En un país como el nuestro, en el que casi cualquier acción parece concebida exclusivamente para cultivar y cosechar votos, se ha huido por sistema de aquello por lo que los ciudadanos claman en las calles, aunque luego voten a quien más esté dispuesto, entre otras cosas, a permitir, por palabra, obra u omisión, que pocos de los que realmente la hacen, la paguen.
Sé que, en cierto modo, le debo este post a María. Pero como uno no siempre manda en su propio tiempo y dicen que no hay mal que por bien no venga, creo que tampoco es este mal momento para lanzar este tema al blog, con el único propósito de que todos reflexionemos sobre el particular.
La familia de la niña Mari Luz, admirables en su fé y en su saber estar y hacer, son un ejemplo más de quienes ven alteradas sus vidas por culpa de una administración de justicia capaz de llegar al resultado más terrible y nefasto por causa de un histórico cúmulo de errores que no para de crecer y crecer, unas veces hacia lo terrible, otras veces hacia el absurdo. La falta de presupuesto, de personal, de medios, de dejación en algunos casos y de manifiesta negligencia en otros, ha traído como resultado una lastimosa colección de sentencias y situaciones dignas del absurdo y la tragedia mas espantosos.
Por eso digo que encontrar tipos como el Sr. Calatayud es, cuando menos, como llegar a un oasis en medio del Kalahari. No le duelen prendas en poner a un grafitero a limpiar paredes, porque sabe que, en contra de lo que piensa la nueva pedagogía con su concepto “russeauniano” del individuo, el chaval no se va a traumatizar de por vida por que sus colegas le vean trabajando y restituyendo el daño.
Todos conocemos casos, más o menos cercanos, de adolescentes sabedores de que ni se les puede ofender, ni tocar un pelo, ni tomar medidas contra ellos. Lo saben porque ven los resultados. Ven que, tras apalear a un indefenso o quemar un auto, ni los padres desesperados pueden ni los indiferentes quieren hacer nada. Por un lado, se les ha educado en la ignorancia de los principios correctos y en el desprecio al esfuerzo y la excelencia. Por otro, los “padres” de la patria, han reblandecido hasta la baba las leyes y la enseñanza.
Tal y como me recomiendo María a mí, lo recomiendo yo a ustedes. Al juez Calatayud hay que oírle, aunque solo sea por conservar la propia higiene moral.
¿Hay más magistrados como éste, oiga? ¡¡¡Se los compro sin ver!!!