
No soy especialmente aficionado al fútbol. Ya sea porque nací en una ciudad cuyo equipo se distingue por su casi absoluta mediocridad en la liga, o por que tiene que ser muy bueno un partido para que yo lo vea de principio a fin por televisión. Pero mi nulo conocimiento de estrategias y alineaciones no me impide desear que la selección española obtenga buenos resultados en los campeonatos internacionales. O mejor dicho, para ajustarme a la realidad, me alegraré mucho el día que la selección obtenga un buen resultado en algún campeonato.
El próximo domingo, nada me alegraría más que el triunfo sobre Italia, por fin. Pero mucho me temo que no será así. No me refiero al historial de derrotas tan escandaloso que ha cosechado España contra los italianos. Alguna vez, ellos tendrán que perder, aunque solo sea por cálculo de probabilidades. Lo que me empuja a este negativo convencimiento es que Rodríguez Zapatero apuesta públicamente por la victoria de nuestra selección. Visto el historial de aciertos de ZP en sus vaticinios, cuando aseguró que Kerry derrotaría a Bush y que
Permítame, Señor Presidente del gobierno que me dirija a usted en una reflexión. Si Pepe Blanco ha sido capaz de mantener silencio sobre nuestra selección, para no interferir en el funcionamiento del campeonato, aún más, de
España 2 – Italia 3. Ganará con juego sucio, seguro, pero ganará. Con el apoyo de Zapatero.