Pensemos por un momento que un buen día se desvela toda la incógnita de la autoría de la masacre del 11-M. Es posible que ese día llegue. Pero imaginemos un poco más y pongámonos en la siguiente situación. Todo se ha revelado por la investigación de algunos periodistas. En este hipotético desenlace no cabe otro final, porque el partido político beneficiado por el atentado necesita cerrar cuanto antes todo este asunto, y el partido perjudicado renuncia, también, a que la investigación prosiga, para evitar los calificativo de revanchistas y resentidos que con tanto éxito les colocaron los medios afines al actual gobierno.
Así pues, en esta breve historia, todos los datos son públicos. Ha pasado el tiempo y conocemos la autoría del genocidio, y las circunstancias que rodearon el hecho. Lo que un tiempo atrás eran sospechas cada vez más fundadas de que nada parecía encajar, que los supuestos autores no se comportaban ni hablaban como terroristas de Al Qaeda, que las pruebas más necesarias y esclarecedoras habían desaparecido a los pocos días del atentado, que cada vez era más evidente la existencia de una trama diseñada para enterrar cualquier teoría sobre los atentados que no fuera la oficial.
Como decíamos, ha pasado el tiempo, pero no el suficiente como para que los responsables desenmascarados de todo este penoso tinglado puedan escapar con un simple y conformista “la historia los juzgará”.
¿Que iniciativa legal podría emprenderse contra los culpables de esta – hipotética – verdadera conspiración? Cómo actuaría la justicia contra agentes y responsables de los servicios de inteligencia, de la policía nacional, confidentes… contra periodistas encubridores, contra políticos manipuladores, contra los verdaderos cerebros de este vergonzoso capítulo de la historia de España?
La publicación de la sentencia del Tribunal Supremo, que ni aclara la autoría de la matanza, ni convence a nadie medianamente crítico de la responsabilidad de los atentados por parte de un grupo de islamistas sin apenas medios, ayudados por algunos confidentes de la policía con carreras delictivas de poca monta.
Para el diario El País, la cadena SER y sus satélites, como no podría ser de otro modo, el caso está cerrado y bien cerrado. Lo cual les da cuerda para recordar el comportamiento antidemocrático y la insidia de quienes no tragamos con esta farsa mal escenificada y peor finalizada. Para la práctica totalidad de los restantes medios se acaba el asunto. Para el Partido Popular, por boca de uno de sus portavoces – y rubricando la gallardonización de la formación, por si quedaba alguna duda – decide dar el beneplácito a la sentencia, olvidando y enterrando aquellos ignominiosos días en los que casi doscientos murieron asesinados y España sufrió un golpe de estado mediático y político en el que se quebrantaron las más elementales reglas democráticas de cualquier proceso electoral.
Tan sólo un pequeño grupo de medios decide seguir adelante y poner de manifiesto que la farsa se consolida con semejante sentencia, pero que también sigue habiendo gente dispuesta a que todo aquello no solo no se olvide, sino que además se sepa la verdad algún día.
Lo que me entristece de veras es pensar que cuando llegue ese día y la historia del principio de este post deje de ser una hipótesis, el final de este vergonzoso caso sea el conformismo que hoy muestran muchos españoles, que solo desean que se deje de hablar del atentado, de los muertos, de juicios y de conspiraciones. Esos mismos ciudadanos, por millones, a los que no les pareció anómalo que un partido, con su ejército de medios detrás, admitiera la autoría de los hechos a la vez que el gobierno, para negarlo veinticuatro horas después, mientras alguien movilizaba a las masas para agredir las sedes del partido gobernante por toda España, al tiempo que, en plena jornada de reflexión, el partido aspirante a
Otro final alternativo de este triste guión podría ser la nada. Es decir, que con esta sentencia se acaba todo, porque a la mayoría ya no le interesa. Sería el peor final, porque tal desinterés se convertiría en olvido inevitablemente.
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ResponderEliminarHola Mike, me haré eco de tu entrada.
ResponderEliminarUn abrazo, Martha
Creo que es difícil que ocurra, Mike, toda vez que en España no existe ni una mínima Ley de Secretos Oficiales. La última verdad del 11M está en informes de la Guardia Civil, la Policía y el CESID que no conocerán ni nuestros nietos.
ResponderEliminarTambién en esto, la lucha por conocer toda la verdad es una lucha por ganar la democracia para los españoles.
Por cierto, ¿qué paso con Díaz de Mera?
Un saludo.
Creo que nos guste o no, hoy por hoy debemos acatar las resoluciones de la Justicia. Las sentencias no son sagradas, pero sí eficaces e imperativas en tanto en cuanto no son revisadas y corregidas por el propio Poder Judicial.
ResponderEliminarUna aclaración: un golpe de Estado implicaría la caída de la Jefatura del mismo o una simple intervención de algún ente público destinada a alterar el Orden Político mediante una conspiración. La expresión "golpe de mano" se ajusta más, en mi opinión.
Esperemos que nada de esto caiga en el olvido y quiera dios que algun dia se sepa la verdad, para que paguen los culpables. Por las victimas y por el bien de España.
ResponderEliminarPío García Escudero, ha opinado que tanto su partido como él personalmente estiman que la Justicia "ha hecho lo que había que hacer" tras los atentados del 11-M en Madrid, de manera que, "hoy por hoy no" hay nada más que investigar.
ResponderEliminaresto es el nuevo PPSOE;el marianismo que se ha rendido, y que renuncia a saber la verdad del 11-M.
Lo del PP me parece sorprendente. Con todo el daño que se dejó hacer estos años, para que ahora vuelva a bajar la cabeza. La derecha asiente también.
ResponderEliminarMike, como te mencioné, enlacé tu entrada como relacionado, en mi reseña sobre la sentencia.
ResponderEliminarUn abrazo, Martha