
Escuchando las últimas declaraciones de Leire Pajín me reafirmo en que Zapatero acertó al elegirla para ocupar el cargo que dejó libre Pepe Blanco.
No se trataba de innovar. El objetivo era lograr la continuidad de la idea. O lo que es lo mismo, que Secretaría de Organización del Partido siguiera siendo un minarete más desde el que los muecines progresistas proclamaran sus consignas. No puede ser casualidad que si leemos cualquier declaración de la ínclita, podríamos asegurar que Blanco es el autor. Las mismas palabras. La misma intención. Y la misma obsesión con la oposición. Están cortados por el mismo patrón y quien haya seguido la trayectoria de ambos podrá comprobar que hay muchas similitudes. De modo que no me ha extrañado nada que Pajín diga que le preocupa que el Partido Popular critique al Gobierno. De nuevo un político reprocha que hagan otros lo que él mismo hace, porque el Partido Socialista no se ha distinguido precisamente por no criticar al Gobierno, cuando ha sido oposición.
Si a ella inquietan las críticas, a mi me intranquiliza mucho que el Gobierno Socialista no tenga una oposición que critique eficientemente. Parece que el giro al “centro” que propició Rajoy ha conseguido lo que no pudo lograr Blanco con sus tonterías dirigidas a sus crédulos votantes: que el principal partido de la oposición se haya convertido en el partido de los mensajes vacíos de contenido. Y es que la contestación de Cospedal a las divagaciones de Pajín son como arrojar un vaso de agua para apagar un incendio; de nulo efecto y perdida de tiempo.
Con que si asomamos la cabeza para echar una mirada al panorama, nos encontraremos con lo de siempre. Un gobierno experto en la inacción y el engaño y una oposición que no encuentra su sitio porque parece que no lo busca con mucho ahínco. De propina, estrenamos unos juegos olímpicos que, en lugar de promover el hermanamiento entre los pueblos y su derecho a la libertad, legitima a uno de los regímenes políticos más sangrientos que han existido en el mundo, con tal de conseguir la apertura definitiva de un mercado potencial de más de mil millones de clientes, o de más de mil millones de trabajadores baratos, según se mire. Incluso España, por boca del ministro Moratinos, se presenta como el país de
Así que permítanme que hoy caiga en la vulgaridad de preferir la noticia más curiosa que he visto en televisión. La moneda de 1 Euro española con la efigie del rey de algunos españoles, retocada como Homer Simpson. Reconozco que, últimamente, las declaraciones de Juan Carlos I se parecen también en contenido a las de Homer. Puede ser que el autor de la broma haya querido manifestar eso mismo, pero yo no puedo asegurarlo. No sé; como ocurrencia no está mal, pero yo hubiese preferido el rostro de El actor secundario Bob (Sideshow Bob). Es mi personaje preferido de todo Springfield.