Aquí el que no corre, vuela. (O el más tonto hace relojes)
“Faltan por lo menos veinte años para que la prensa se atreva a hablar libremente de la casa real” Esta frase, casi milimétricamente profética, la pronunció el añorado Ernest Lluch en una de aquellas tertulias memorables de Antena 3 Radio, en mi opinión, la mejor cadena de radio que ha existido en España.
Corría el año 1984. El tema de conversación, en aquella mañana, era un programa de la BBC, titulado Spitting Images, que, con muñecos como lo que muchos años más tarde usaría Canal +, parodiaba a famosos de la vida publica británica y mundial. Algunos de los personajes fijos de la serie eran miembros de la familia real. Y los autores no se paraban en crear anécdotas “blancas”. Los chistes acerca de los abusos del alcohol, o de fiestas locas, o de favoritismos de todo tipo, llevaron a la productora a tener más de un problema serio con las autoridades, pero el programa fue un éxito durante años, en un país, además, que tiene tanto defensor a ultranza de su propia familia real.
Por aquellos años, la familia real española era un monolito intocable. Fuera de los actos públicos, ningún periodista se atrevía a comentar las cosas que se iban filtrando, ya fueran rumores o hechos comprobados. Hoy, pasadas dos décadas desde el comentario de Ernest Lluch, los retoños de los reyes están bien creciditos, casados, con hijos, con algún divorcio en ciernes, y con el microscopio de la curiosidad mediática siguiendo sus andanzas. Los medios ya se atreven a hablar sobre la casa real.
Mientras la llamada prensa del corazón habla de cirugías plásticas y separaciones, los programas de telebasura lanzan rumores al aire. Incluso alguna revista de pretendido humor se tuvo que ver en los tribunales por una polémica portada en la que el príncipe y la princesa aparecían en actitud comprometida y comentando algo sobre ganar dinero trabajando, a cuenta de un cheque bebé de Zapatero. Insulto a la corona y a los personajes. Todo por la audiencia y las ventas. Riesgos calculados. Multas que nunca llegarán al valor total de la recaudación de la semana. Juego sucio que no conduce a nada que no sea el provecho económico.
Lejos de ese tipo de críticas, otras se dejan oír cada vez más asiduamente. Somos muchos los que no estamos a favor de privilegios que no se hayan ganado con el esfuerzo. Nada tengo que objetar a cualquier persona que tenga un negocio honrado y próspero, o un buen y merecido sueldo. Lo que me parece lamentable es que haya personas que se valen de sus privilegios para, a cambio de bien poco, convertirse en una clase social muy por encima del resto de los mortales, tanto en poder económico como en posición social.
Los conceptos vitalicios de majestad y alteza no concuerdan en absoluto con mis ideales republicanos. Tanto me da que España tenga una monarquía a la que Franco volvió a instalar en el poder, como si dicha monarquía llegó un día de Ganímedes para quedarse en la poltrona. Entre otras muchísimas cosas, no creo que una constitución que habla de la igualdad de los seres humanos contemple también la posibilidad de mantener con nuestro dinero a unos personajes ante los que hay que inclinar la cabeza o doblar la rodilla como si, además de facilitarles que vivan a todo tren, les debiéramos tanto que tenemos que darles el trato de majestades. Los flecos de este tipo de situaciones se ven en cualquier país regido por una monarquía. Y a uno de esos flecos es al que vengo a referirme.
Nadie logrará convencerme jamás de que, con el nivel académico que tiene la infanta Elena, merezca cobrar un sueldo que ronda los doscientos mil Euros anuales. O lo que sería lo mismo; si lo convertimos en catorce pagas por año, a un sueldo de catorce mil doscientos ochenta y seis Euros mensuales. La empresa MAPFRE, con la que la familia real tiene excelentes relaciones, le ofrece semejante retribución anual a la infanta, además de un despacho en su Sede de Recoletos, en Madrid. Todo a cambio de un trabajo de asesoramiento sobre algo tan elástico como la dirección de proyectos sociales y culturales. De acuerdo que la cultura pueda dar a ganar, en algunas ocasiones, buenas cantidades de dinero, pero yo siempre había creído que los proyectos sociales no son precisamente para eso.
Mirándolo por el lado práctico, no es cosa desdeñable un sueldo de semejantes proporciones, cuando hay que hacer frente a los gastos que puedan devenir de un piso de quinientos metros cuadrados en lo mejorcito de Madrid. Con razón comentaba hace poco un defensor de la monarquía que no toda la familia real vive de las asignaciones estatales. Está claro que Papá sabe donde colocar a la niña.
Mientras estoy escribiendo este artículo, veo con asombro (sí, confieso que hay cosas que no dejan de asombrarme aún) como una señora llora emocionada porque la reina Sofía, durante su visita de hoy a Cariñena, se ha acercado a ella y le ha estrechado la mano. Seguiría yo ahora mismo el ejemplo de Solbes, que pretendía que los votantes de Gallardón pagaran el costo de las obras acometidas durante su legislatura. Propondría yo algo parecido. Que los partidarios de la monarquía, las genuflexiones y el servilismo costeen el yate y demás prebendas de estos que también viven totalmente apartados de la realidad y nos observan a los demás desde el balcón de palacio.
Los tiempos van cambiando y, paralelamente a ese movimiento de descerebrados que queman fotos e insultan, se va abriendo el horizonte hacia una mayor diversidad de opinión. Igual que antaño era un mal español quien hablara mal de Franco, unos años después lo era quien no apoyara a la monarquía. En la actualidad, algunos podemos soñar con una república presidencialista sin que se nos tache de enemigos de España.
Lo que creo que nunca debió prever Ernest Lluch fue que pudieramos contemplar a una chica que aseguraba ser de izquierdas, republicana y antitaurina, sentada en el palco de la plaza de toros de Las Ventas, al lado de su esposo príncipe.
Lo bueno pa mi y lo malo pa repartir, ese es el lema del buen socialista. Y nuestra Leti, que por cierto mañana viene a mi pueblo, lo aplica a la maravilla.
ResponderEliminarun besote.
Genial artículo. Yo creo que mientras no se destapen TODOS lo secretos de la Monarquía seguirá habiendo monárquicos. Y ya verás como aún así hay alguien que se presenta voluntario para ser un servidor de la Corona.
ResponderEliminarPor cierto, y ya que estamos. Ambos defendemos una República presidencialista, ¿Que debe suponer? ¿Que eres unitario o federalista?
¡Saludos!
Muy bueno el post,Mike.
ResponderEliminarDesde el 23-F, alos negocios con Manolo Prado y Colón de Carvajal,el principe Tchokotua,el escándalo de KIO y javier de la Rosa,las escuchas del CESID,Bárbara Rey,...etc....son los "puntos negros" que aquí se han silrenciado y que en cualquier otro país hubiese supuesto un catclismo con derribo incluido.
Cortesanos en estado puro.
Estos si que viven fuera de la realidad. Con hacer alguna aparición publica sonriendo, ya lo tienen todo perdonado.
ResponderEliminar"En la actualidad, algunos podemos soñar con una república presidencialista sin que se nos tache de enemigos de España"
ResponderEliminarBueno, pero no demasiado. Los cortesanos como Ansón nos llamarán además de eso, conspiradores, y los segundorrepublicanos nos pondrán de fascistas para arriba.
Lo que más me gusta de esta señora y de su ex-marido es que representan a una institución pública y también a una empresa privada. ¡Claro, para ellos la incompatibilidad de funciones no existe! Son inmunes e impunes.
Un saludo.