El club de la comedia y su estrella indiscutible.

Once de la mañana. Camino hacia la Avenida de Cataluña, recién cruzado el Puente de Piedra sobre el río Ebro. Llevo los auriculares conectados al móvil, escuchando las noticias en Onda Cero Radio. Justo en el paso de peatones que cruza la Calle Norte, suelto una carcajada suficientemente fuerte como para llamar la atención de los demás peatones que esperan conmigo para poder cruzar. Los de enfrente, un par de señoras mayores, me miran directamente a la cara con cierta expresión de reproche. No se me ocurre mejor manera de disimular que seguir con la vista al frente, como si estuviera yo inmerso en mi mundo. Total, como llevo los auriculares puestos, seguramente pensarán que estoy oyendo algún mp3 de humor, o un programa en el que los oyentes cuentan sus chistes…

Y si piensan eso, no van muy desencaminados. Lo que estoy escuchando me ha provocado una primera reacción de risa espontánea. He imaginado la cara del vicepresidente Solbes tal y como la he visto posteriormente en un informativo de televisión. Absolutamente serio su semblante. Ni Mister Bean en su mejor momento hubiera sido capaz de sostener de ese modo el gesto serio y convencido a la hora de declarar solemnemente que el gobierno socialista nunca ha negado la crisis que estamos viviendo.

Sinceramente, y dejando al margen la ideología supuestamente socialista que defiende el Sr. Solbes, creo que hoy toda España ha podido asistir a la escenificación de uno de los supuestos que, aunque tópico, no deja de ser cierto en muchas ocasiones: el del político que no duda en mentir hoy en una dirección, para engañar mañana en la dirección contraria, y cuando sea necesario, desdecirse de lo dicho anteriormente para volver al principio. Es decir, el perfil de político mentiroso a sueldo.

No es de extrañar que, ante la trayectoria negacionista del vicepresidente frente a la crisis, sus palabras de hoy hayan provocado la carcajada general de la oposición en el congreso de los diputados. Yo, como ciudadano, y después de haberme reído un rato, quizás como válvula de escape ante el cúmulo de palabrotas que acudían a mi mente, me he sentido indignado. Con su actuación de hoy, Solbes a demostrado de una vez por todas que nos toma al conjunto de los ciudadanos por idiotas desmemoriados. Este comportamiento no puede ser normal. Debe obedecer a algún tipo de consigna. Puede ser cierto lo que se ha publicado recientemente en algunos medios digitales, apuntando a que Solbes es una pieza a quemar para intentar salvar la imagen de Rodríguez Zapatero. No se me ocurre otra posibilidad, ante el espectáculo de hoy. A no ser que el gobierno socialista confíe en que su electorado se trague esta nueva mentira sin demasiado esfuerzo, que todo puede ser.

Poco importa que Sopena y compañía estén ahora buscando la manera de acusarnos de franquistas a quienes no creemos a la voz de su amo; en cualquier caso, lo que es innegable es que Solbes ha quedado de nuevo como un mentiroso redomado, digan lo que digan sus defensores. A estas alturas ya no sé valorar qué ha sido lo peor de la sesión de hoy. Si lo anterior, o lo de Magdalena Álvarez contestando con lo del 11-M ante la acusación de filtraciones de información sobre la investigación del accidente de Barajas.

En semejantes manos está la dirección de nuestro país, pero no importa. Ahora que ya sabemos que el culpable de la crisis económica mundial es Ronald Reagan, ya podemos respirar más tranquilos.