Rodríguez Zapatero se consagró como populista y veleta de la política internacional allá por Mayo de 2007.
Fue en aquel día en que Sarkozy venció en las elecciones presidenciales francesas con un 53.3% de los votos, sobre una participación del 85%, cuando Zapatero le felicitó y declaró sin ningún pudor que el nuevo presidente francés lideraba "una derecha abierta y moderna capaz de canalizar los deseos de cambio de un país llamado a recuperar su confianza en sí mismo y a continuar siendo la locomotora de Europa".
Tuve que suponer entonces que se refería al mismo Sarkozy “rancio y derechista”, según su propia opinión durante la precampaña francesa, a quien atacó desde los medios del PSOE cuando algún entrevistador servil le ponía las preguntas en bandeja para que se luciera como un fino estratega internacional.
Ahora parece que va a ser Sarkozy, el rancio derechista transmutado en derechista abierto y moderno, quien le va a ceder a Zapatero un puesto para que asista a la cumbre de los G-veintitantos.
Bien. ¿Y una vez allí, qué?
¿Tendrá Zapatero derecho a opinar, o asistirá como oyente? Si va a ser lo segundo, considero absolutamente inútil su presencia, aunque el desmedido interés en estar presente no escapa a nadie.
Zapatero necesita notoriedad y popularidad. Busca desesperadamente hacerse presente en cualquier reunión internacional, ya sea para satisfacer su propio ego, tal y como hizo cuando convocó dos ruedas de prensa, una para felicitar a Obama y otra para presumir de que el propio Obama le había contestado, o por intentar reparar la maltrecha imagen del gobierno socialista en lo que a asuntos exteriores se refiere.
Los acontecimientos han ido quitando razones a sus planteamientos. Ni Chávez y Morales han resultado ser tan amigos como él ha pretendido, ni Mohamed VI ha controlado la emigración desde sus propias fronteras hacia Canarias y Andalucía. Con países como estos, y alguno más que me viene al pensamiento, No hemos hecho más que poner dinero, una mejilla y después la otra, soportando insultos y viendo como las empresas españolas están en verdadero peligro de expropiación.
Hasta hoy, el mayor éxito internacional cosechado por el gobierno socialista ha sido la cerrada y delirante ovación que el público asistente a un meeting de Segolene Royal le dedicó a Zapatero cuando éste, en una demostración aplastante de dominio profundo del idioma galo exclamó desde el pulpito: “¡¡¡Segolene… Segolene!!!”.
Si el estar presente en esta reunión sirviera tan solo para que Zapatero abriese sus ojos y viera que la manida alianza de civilizaciones no es lo que España necesita, yo me daría por satisfecho. Nuestro país debería buscar un escenario idóneo de relaciones exteriores con el resto de Europa, con Norteamérica y con Centro y Suramérica. Si dichas relaciones fuesen fuertes y bien cimentadas, el eterno problema con Marruecos podría mejorar sensiblemente, precisamente porque la acostumbrada posición de Mohamed VI no tendría tanta fuerza para exigir a cambio de nada, como es habitual.
Quizás esto sea mucho pedir a una mente y un ánimo como el de Rodríguez Zapatero. Antes debería darse una condición imprescindible: que el personaje dejara a un lado su demagógica forma de gobernar. Hasta hoy ha demostrado, junto a su equipo, ser absolutamente inepto para gestionar las crisis que ha sufrido nuestro país en los últimos años. Desde una catástrofe natural con muertos como fue el incendio de Guadalajara, convenientemente silenciada desde el momento en que familiares y amigos de las víctimas pidieron responsabilidad a las autoridades, hasta el cataclismo económico y laboral que estamos viviendo y que, gracias a la credulidad de su electorado, fue sistemáticamente negado hasta que fue imposible dejar de verlo.
En cualquier caso, sea cual sea el resultado de esta cumbre, Zapatero volverá a España como la cabalgata de los reyes magos. Con fasto, promesas y arrojar de caramelos a un lado y otro. La culpa de todo lo que ha pasado será del liberalismo; el capitalismo habrá sido derrotado y deberá crearse a sí mismo de nuevo y, como colofón, la socialdemocracia de la que tanto presume habrá ganado mayor poder moral para atribuirse los grandes logros sociales de la humanidad.
Como diría un aragonés, para este viaje no hacían falta alforjas.
La política exterior española hace casi quince años que no levanta cabeza...
ResponderEliminarHace seis años, subyugados al poder de América, convertidos en unos leales siervos del imperialista Bush.
Ahora, amiguitos del reyezuelo amazónico Chávez y su despótico régimen.
Y mientras tanto seguimos dejando de lado al aliado que deberíamos proteger, la verdadera locomotora de Europa, que no es Francia como dice petazetas sino Alemania.
Un saludo.
Que vergüenza de este pordiosero paleto.
ResponderEliminarSe ha creído el rey del mambo y lo malo que todos los parásitos que tiene a su alrededor le ríen las gracias.
Patético.
Un abrazo
Zapatero ya tiene su silla, y eso es lo único que le importa. Su vicepresidente dijo hace poco que estas reuniones no servían de gran cosa y daba igual ir. Está claro que su jefe piensa todo lo contrario.
ResponderEliminarEn cualquier caso, España en política internacional pinta menos que la Tomasa en los títeres, y así va a seguir siendo.
Por cierto, ¿alguien sabe cuánto nos va a costar la silla francesa?
Al parecer lo único que hay cerrado en el programa de la Cumbre son las sesiones fotográficas, así que para eso va Zapatero.
ResponderEliminarAl revés del clásico axioma acuñado para la política por Alfonso Guerra, "el que se mueve no sale en la foto", Zapatero se ha movido lo que no está en los escritos para poder salir en la foto.
Pues yo soy de la opinión de que su interés de estar en dicha reunión es para dar la imagen de que busca soluciones a la grave crisis que atraviesa España a nivel individual.
ResponderEliminarSaludos
En primer lugar, muy bueno lo de "g-veintitantos" :)
ResponderEliminarEn cuanto al papel que hará Zapatero, muy sencillo: hará el ridículo, que es lo que lleva haciendo desde el 14 de Marzo de 2004.
Saludos!!