
Pedir moderación y sensibilidad a la clase política es como clamar en el desierto. Y es precisamente en la política donde más y mejor se cumplen los tópicos populares. La gente tiene la percepción general de que los políticos son mangantes y prepotentes, y parece que los hechos se empeñan en corroborar dichos tópicos.
Mientras algunos alcaldes se ponen de acuerdo para salvar la cuenta de resultados de Audi y otros tantos dirigentes autonómicos abren “embajadas” y colocan a familiares y amigos, miles de autónomos y empleados se ven en la calle a diario y los servicios sociales se ven desbordados por tantas peticiones de ayuda.
Poco les importa a estos personajes públicos la sensación de angustia e impotencia que dejan en la ciudadanía cada vez que se destapa un nuevo caso de “malgasto” público. Ya sea porque se creen impunes, dado que los acontecimientos les dan la razón en eso, o ya sea porque cuentan con que el revuelo dura unos días y todo se olvida después, el caso es que el despropósito de esta “casta superior” a la hora de gestionar el dinero de todos es notorio. En cualquier caso, un escándalo tapa a otro, y así, hasta el infinito.
Como en otros problemas diferentes, también fallan los cimientos. Cuantas veces he oído contestar a algún conformista, cada vez que ha surgido este debate, que “para que se lo lleven otros, que se lo lleven estos”. Este conformismo de muchos parece que da autoridad a estos saqueadores de lo público. No se trata solo de meter la mano en el cajón y llevárselo a casa. Es que también se dilapida a manos llenas en nombre de la dignidad del cargo y de la representatividad de la comunidad.
En Zaragoza, como en tantas otras ciudades y pueblos, los dirigentes del ayuntamiento no son una excepción. Ahora que Zapatero busca desesperadamente una silla para la próxima reunión del G 20 y tantos, ya podemos sugerirle que pase por aquí a recoger una, que se la prestamos.
Los ediles de la ciudad han decidido gastar 96.590,88 € de los contribuyentes en comprar treinta y seis sillas de diseño italiano. O bien, si se prefiere, van a dedicar 2.683,08 € por silla, para acomodar las posaderas de los elegidos por el pueblo. La excusa para este dispendio es amueblar una sala institucional, y el comentario de descargo es que no se ha llegado al presupuesto asignado para esta operación. Así que aún debemos sentirnos agradecidos, porque esta pandilla de manirrotos estaban dispuestos a pagar unos 300 € más por cada butaca. Porque, atención; no solo han ahorrado un dinerito. Es que en realidad estamos hablando de butacas; no de sillas. ¡Ah, claro…! Siendo así…
Pero que no se diga que El Republicano Digital siempre escribe en contra de la clase política. Lo mismo que veo un fallo, también me gusta reconocer un acierto, Y con los políticos aragoneses siempre tenemos una de cal y otra de arena.
En estos días se ha comentado mucho el precio de los menús que pagan los diputados de las Cortes de Aragón en el comedor del Palacio de
Hay quien cree que la comida se la paga cada diputado. Yo, que me he vuelto muy mal pensado con el paso del tiempo y conozco algo del funcionamiento interno de los partidos, creo más bien que, o es el propio partido de cada uno el que paga dichas comida, o es la propia DGA quien se hace cargo del gasto. O lo creía así hasta hace unos pocos días, cuando oí en el programa local de
No eran menús tan sencillos como los que se puede permitir a diario cualquier trabajador que tenga que comer fuera de su casa. Había salmón, entrantes de embutidos, solomillo y otras delicadezas. Y pagan menos que cualquier currante que tenga que comer en un bar de los que te sirven por 9, 11 o 13 Euros de promedio, según el tipo de establecimiento y la zona de la ciudad.
En el restaurante del Palacio de
El día que en España aprendamos de una vez que votar al más preparado es mejor que votar a al más simpático, quizás nos demos cuenta que ellos están para servirnos y no para servirse. Pero para eso, los partidos deberían fomentar que llegaran a los altos cargos los más preparados, no los que mejor descalifican, los más peloteros ni los más… trincones.