
En España, estos últimos días han traído sonidos de horror, absurdo y mezquindad.
Bombay ha sonado a bomba, a terror, a sangre y a fuego. Bombay, que para nosotros era sinónimo de lo exótico y de letra fácil de Mecano, ha sido el blanco del terrorismo islámico que no tolera ni perdona que la India vuelva sus ojos hacia occidente, al progreso económico, al comercio y a un bienestar que parte de sus ciudadanos, los que lo disfrutan, no lo hubieran soñado hace treinta años.
Los muertos de Bombay, nativos y extranjeros, deberían recordarnos que, fuera de alarmismos baratos, de paranoias conspiranoides y de alianzas de civilizaciones, occidente está en guerra contra el terrorismo internacional. Más concretamente, los europeos deberíamos plantearnos si nuestros países pueden hacer frente a una situación análoga a la de la India, con cientos de terroristas repartidos por varios puntos de la ciudad, creando el caos y la desesperación de los ciudadanos, asesinando y destruyendo. Estoy convencido de que los gobiernos deben decidirse a crear y potenciar grupos policiales antiterroristas y dotarlos de medios, porque esto va para largo. Soy un firme defensor del dialogo, pero con quienes de verdad deseen dialogar. El terrorismo islámico en el mundo, como ETA en España, solo negocian para ganar tiempo, pero han demostrado que las palabras no les satisfacen porque su objetivo es aniquilar a quien piensa diferente. Los únicos resultados positivos que se han logrado frente a estas bandas criminales se han obtenido mediante actuaciones policiales.
Sí. Occidente está en guerra. Por mucho que les suene a tremendismo a quienes, desde aquí dentro, defienden al Islam represor, sanguinario y misógino, ocultando e ignorando lo que les pueda hacer daño político, cuando antes rodeaban al presidente de una nación con pancartas, megáfonos, comparsas, insultos y consignas. Occidente está en guerra y es el más débil, porque los terroristas se sirven de los sistemas democráticos y de la estupidez de quienes les defienden desde aquí dentro sin querer reconocer que allá acabarían colgando de una cuerda por sus tendencias sexuales, o sus ideas políticas o sus doctrinas antirreligiosas.
Este fin de semana me ha sonado a absurdo. A rocambolesco. A insano. A manipulador.
Una mujer se hizo famosa por tener un hijo. Como miles de millones, desde que el mundo es mundo. Pero esta mujer lo hizo más difícil. Se las arregló para tener aspecto de hombre, parecer un hombre y conseguir que muchos la traten como un hombre. Como miles de mujeres en este mundo “desarrollado” que toma la sexualidad y la personalidad como un juguete transformer, que tan pronto es un autobús, como luego se convierte en una plancha al vapor con misiles fotónicos pero conserva las ruedas por un por si acaso. Y en este mundo, donde lo que importa es el aspecto antes que la realidad del individuo, esta mujer hormonada y extirpada, empeñada en parecer un hombre, se queda embarazada, consigue notoriedad y dinero gracias a los medios de comunicación y a la audiencia. Audiencia que le dice que sí, que es un hombre, aunque esté embarazada; y que además es el primer hombre embarazado del mundo. Después de esto, que la sociedad rehabilite a todos los que dicen ser Napoleón, o Jesucristo, o el Capitán Spock, o Don quijote. Que a nadie hacen daño queriendo ser lo que no son, ni le piden subvenciones al estado, ni los medios les entrevistan, si no es para reírse de ellos.
Y este fin de semana me ha sonado a mezquindad, a bajeza.
Mezquindad y bajeza, que son algunas de las atribuciones que se pueden esperar de quien pretende sacar ganancia política del terror y la muerte. De quien parece estar poco satisfecho de que Esperanza Aguirre saliera con bien de la matanza. La política se mira en el espejo de quienes la representan. La imagen que proyecta Pepe Blanco es la de un rasputín con dedo índice alzado y memoria selectiva, que insulta una y otra vez a la Presidenta de la comunidad de Madrid, con un “salir corriendo” que demuestra la ignorancia de este señor en lo que a protocolos de seguridad de personalidades se refiere.
No comprendo cómo la militancia del partido que un día fue socialista, obrero y español (o de eso presume) aguanta en el cargo y aplaude encantada a semejante personaje, que sería la vergüenza de cualquier formación política con un mínimo de principios, y no rompen el carnet del partido o lo arrojan por la ventana.
Esperanza Aguirre ha pecado de ingenua, o de excesivamente correcta. Ha dicho que le cuesta imaginar que Pepe Blanco la prefiera malparada y aún en Bombay que en España y a salvo. Me gustaría poder recordarle a Aguirre que, para personajes como Blanco, es preferible una Aguirre viva a la que ridiculizar y desearle la muerte, como hiciera la sin par Maleni, que muerta y heroína de la derecha en esta España donde tantos se sacian con un buen bocadillo de fiambre de calumnias entre pan de insultos.