Cuando estoy por el centro de Zaragoza suelo visitar la cafetería de un amigo Una o dos veces por mes, más o menos.. Ahí charlamos junto a los habituales durante un rato. En los días de cierzo y frío, cosas ambas prácticamente inseparables en Zaragoza durante el otoño y el invierno, tomo un chocolate caliente para recobrar fuerzas y algo de calor antes de visitar a algún otro cliente.
Hoy he asistido a una conversación bastante interesante. Por supuesto que algunos comentarios eran más inteligentes y llenos de contenido que otros, pero es en estas conversaciones donde se puede tomar un poco el pulso a lo que piensa el ciudadano.
La charla de hoy estaba animada. Saludé a la concurrencia mientras pedía mi chocolate caliente. El centro de atención de la conversación lo tenía (lo agarraba más bien) en ese momento uno de los habituales, que suele distinguirse por su beligerancia a la hora de imponer – más que compartir – sus opiniones.
Echaba pestes contra Aznar, los bancos, las cajas de ahorro, Hacienda, Zapatero, Bush, Solbes y no sé cuantos quienes y qué cosas más. Aseguraba que todos eran culpables de la ruina que están sufriendo los españoles y él mismo. Los asistentes le atendían y cabeceaban afirmativamente.
El exaltado no desistía en su arenga. Gesticulaba con las manos mientras sentaba cátedra sobre economía, trabajo, ahorro y unos ciertos toques de fútbol refiriéndose al desastroso equipo local de la ciudad, sin comprender yo a cuento de qué venía meter al Zaragoza en semejante jardín. A veces, sus gestos con la mano que sostenía una copa de lo que parecía brandy eran ta bruscos que aún no me explico como no derramaba ni una sola gota.
No abrí la boca hasta que no se me pidió mi opinión. Me interesaba más recobrar un poco de calor bebiendo el chocolate a sorbos antes que involucrarme en un debate donde el argumentario tiene más de listado de tópicos al uso que de dialogo constructivo. Pero cuando estaba abonando mi consumición, el de la copa de brandy acrobática me preguntó por sorpresa. “¿Y tú qué dices? ¿Qué opinas?”
Varios pares de ojos se clavaron en mí. Todos ellos me conocen. Algunos hasta me tienen un cierto cariño, diría yo. Y lo comprendo. No debe ser muy habitual tener en el bar de siempre a un tipo mormón, republicano y de derechas, que habla en inglés por el móvil y que no fuma ni bebe. Como me dijo graciosamente el dueño de la cafetería en una ocasión, soy el punto exótico de su negocio. Como un moscardón verde en el centro de una sabana blanca. (sic)
“Te lo resumo en un momento – contesté, pensando en darle mi opinión y luego salir corriendo con surco de fuego por Gran Vía en dirección a Plaza Paraíso, porque veía venir lo que podía suceder – Partiendo de la base de que muchos sufrimos las consecuencias de la crisis, de que muchos van al paro sin remedio y de que muchos otros lo pasan mal desgraciadamente, creo que los ciudadanos, en general, se han provocado la situación que están viviendo, no quiero con esto decir que me alegre de sus circunstancias.”
“Pero, en muchos hogares, se han acostumbrado durante cási una década a vivir de un sueldo más o menos seguro, añadiendo además otras ganancias de trabajos temporales por parte del otro cónyuge. Esto ha redundado en una situación de sensación de falsa riqueza. Muy poca gente ha ahorrado. Lo que pasa ahora es la escenificación perfecta del cuento de la lechera. Se han entrampado en un segundo automóvil, en un apartamento para vacaciones, en un consumo exagerado que se podía pagar por mensualidades. En solicitar por televisión micro créditos para pasar las vacaciones o cambiar la cocina. En comprar el ordenador portátil que no hace tanta falta, en cambiar la TV de 32 pulgadas que funciona perfectamente por otra de 42,mejor que la del vecino ... Y ahora, en plena crisis, ese sistema de vida es insostenible. Muchas parejas han perdido uno de los empleos, si no los dos, No pueden usar uno de los autos por causa del precio del combustible y el otro no lo pueden seguir pagando, tienen verdaderos problemas para pagar la hipoteca y surtir razonablemente de alimentos el refrigerador...”
“Muchísima gente ha vivido en España como nuevos ricos, sin serlo realmente. La banca les ha animado a ello. ¿Que quieres 200,000 € para un piso que en realidad vale 120,000? ¡Tranquilo! Yo te presto 230,000 y compras también un auto nuevo. ¡Y en Mayo vuelve que te paso 8,000 para que vayas al caribe en Agosto, como un rey! Cuando vuelvas de las vacaciones, pide 3,000 más a Cofidis para los libros y la ropa del colegio de tus hijos...”
“La banca y las financieras tendieron las redes y las recogieron llenas de incautos. Lo expertos avisaron hace unos años acerca de todo lo que sucede ahora. Nadie les hizo caso. Unos, para no perder las elecciones; Otros, porque el dinero seguía llegando a casa y no pensaban que el grifo se podía cerrar. Ahora casi nadie puede soportar ese tren de vida. Las empresas despiden a trabajadores o no les renuevan los contratos. Cunde el pánico y esos trabajadores acuden a los sindicatos que, ni están, ni se les espera, tal y como pudieron comprobar los camioneros durante su última huelga.”
“Así que, ahora, muchos maldicen a ese capitalismo salvaje que ha practicado también esa izquierda de segunda residencia y 4x4 de gama alta para llevar a sus niños a clase, mientras culpaba a los liberales del despilfarro. Pero ninguno reconoce la realidad: que, aparte de la crisis económica y financiera, mucha gente se ha acostumbrado a vivir a todo tren sin prever ni ahorrar un mínimo. Ahora nadie quiere admitirlo, ni está dispuesto a decir que aquella TV de 32 pulgadas era suficiente para el salón y que, quizás, el segundo auto no era tan necesario. Aquí somos culpables todos.”
Y con las mismas, soportando la mirada de desprecio del exaltado y el silencio del resto de asistentes, me despedí de la concurrencia. Al llegar a la puerta de salida, el dueño, que estaba reponiendo el tabaco de la máquina expendedora, me interpeló:
“¡Ah, claro! ¡Ahora me haces lo de siempre! ¡Te largas y me dejas a ese tío cabreado como una mona!
“Es lo que tenéis los evolucionistas – bromeé, bajando la voz – cuando os sube la presión arterial, volvéis a sus orígenes...”
Y salí a la calle, deseando íntimamente que no se cumpliera ni una sola de las maldiciones que me lanzó el dueño de la cafetería, refiriéndose al chocolate que yo acababa de tomar y a ciertos efectos que él esperaba que surtiera en mi aparato digestivo.
Moraleja. Si dices lo que piensas, sabiendo que tu parecer no va a ser aceptado, mejor hazlo en ayunas.
Por si acaso.
Hoy he asistido a una conversación bastante interesante. Por supuesto que algunos comentarios eran más inteligentes y llenos de contenido que otros, pero es en estas conversaciones donde se puede tomar un poco el pulso a lo que piensa el ciudadano.
La charla de hoy estaba animada. Saludé a la concurrencia mientras pedía mi chocolate caliente. El centro de atención de la conversación lo tenía (lo agarraba más bien) en ese momento uno de los habituales, que suele distinguirse por su beligerancia a la hora de imponer – más que compartir – sus opiniones.
Echaba pestes contra Aznar, los bancos, las cajas de ahorro, Hacienda, Zapatero, Bush, Solbes y no sé cuantos quienes y qué cosas más. Aseguraba que todos eran culpables de la ruina que están sufriendo los españoles y él mismo. Los asistentes le atendían y cabeceaban afirmativamente.
El exaltado no desistía en su arenga. Gesticulaba con las manos mientras sentaba cátedra sobre economía, trabajo, ahorro y unos ciertos toques de fútbol refiriéndose al desastroso equipo local de la ciudad, sin comprender yo a cuento de qué venía meter al Zaragoza en semejante jardín. A veces, sus gestos con la mano que sostenía una copa de lo que parecía brandy eran ta bruscos que aún no me explico como no derramaba ni una sola gota.
No abrí la boca hasta que no se me pidió mi opinión. Me interesaba más recobrar un poco de calor bebiendo el chocolate a sorbos antes que involucrarme en un debate donde el argumentario tiene más de listado de tópicos al uso que de dialogo constructivo. Pero cuando estaba abonando mi consumición, el de la copa de brandy acrobática me preguntó por sorpresa. “¿Y tú qué dices? ¿Qué opinas?”
Varios pares de ojos se clavaron en mí. Todos ellos me conocen. Algunos hasta me tienen un cierto cariño, diría yo. Y lo comprendo. No debe ser muy habitual tener en el bar de siempre a un tipo mormón, republicano y de derechas, que habla en inglés por el móvil y que no fuma ni bebe. Como me dijo graciosamente el dueño de la cafetería en una ocasión, soy el punto exótico de su negocio. Como un moscardón verde en el centro de una sabana blanca. (sic)
“Te lo resumo en un momento – contesté, pensando en darle mi opinión y luego salir corriendo con surco de fuego por Gran Vía en dirección a Plaza Paraíso, porque veía venir lo que podía suceder – Partiendo de la base de que muchos sufrimos las consecuencias de la crisis, de que muchos van al paro sin remedio y de que muchos otros lo pasan mal desgraciadamente, creo que los ciudadanos, en general, se han provocado la situación que están viviendo, no quiero con esto decir que me alegre de sus circunstancias.”
“Pero, en muchos hogares, se han acostumbrado durante cási una década a vivir de un sueldo más o menos seguro, añadiendo además otras ganancias de trabajos temporales por parte del otro cónyuge. Esto ha redundado en una situación de sensación de falsa riqueza. Muy poca gente ha ahorrado. Lo que pasa ahora es la escenificación perfecta del cuento de la lechera. Se han entrampado en un segundo automóvil, en un apartamento para vacaciones, en un consumo exagerado que se podía pagar por mensualidades. En solicitar por televisión micro créditos para pasar las vacaciones o cambiar la cocina. En comprar el ordenador portátil que no hace tanta falta, en cambiar la TV de 32 pulgadas que funciona perfectamente por otra de 42,mejor que la del vecino ... Y ahora, en plena crisis, ese sistema de vida es insostenible. Muchas parejas han perdido uno de los empleos, si no los dos, No pueden usar uno de los autos por causa del precio del combustible y el otro no lo pueden seguir pagando, tienen verdaderos problemas para pagar la hipoteca y surtir razonablemente de alimentos el refrigerador...”
“Muchísima gente ha vivido en España como nuevos ricos, sin serlo realmente. La banca les ha animado a ello. ¿Que quieres 200,000 € para un piso que en realidad vale 120,000? ¡Tranquilo! Yo te presto 230,000 y compras también un auto nuevo. ¡Y en Mayo vuelve que te paso 8,000 para que vayas al caribe en Agosto, como un rey! Cuando vuelvas de las vacaciones, pide 3,000 más a Cofidis para los libros y la ropa del colegio de tus hijos...”
“La banca y las financieras tendieron las redes y las recogieron llenas de incautos. Lo expertos avisaron hace unos años acerca de todo lo que sucede ahora. Nadie les hizo caso. Unos, para no perder las elecciones; Otros, porque el dinero seguía llegando a casa y no pensaban que el grifo se podía cerrar. Ahora casi nadie puede soportar ese tren de vida. Las empresas despiden a trabajadores o no les renuevan los contratos. Cunde el pánico y esos trabajadores acuden a los sindicatos que, ni están, ni se les espera, tal y como pudieron comprobar los camioneros durante su última huelga.”
“Así que, ahora, muchos maldicen a ese capitalismo salvaje que ha practicado también esa izquierda de segunda residencia y 4x4 de gama alta para llevar a sus niños a clase, mientras culpaba a los liberales del despilfarro. Pero ninguno reconoce la realidad: que, aparte de la crisis económica y financiera, mucha gente se ha acostumbrado a vivir a todo tren sin prever ni ahorrar un mínimo. Ahora nadie quiere admitirlo, ni está dispuesto a decir que aquella TV de 32 pulgadas era suficiente para el salón y que, quizás, el segundo auto no era tan necesario. Aquí somos culpables todos.”
Y con las mismas, soportando la mirada de desprecio del exaltado y el silencio del resto de asistentes, me despedí de la concurrencia. Al llegar a la puerta de salida, el dueño, que estaba reponiendo el tabaco de la máquina expendedora, me interpeló:
“¡Ah, claro! ¡Ahora me haces lo de siempre! ¡Te largas y me dejas a ese tío cabreado como una mona!
“Es lo que tenéis los evolucionistas – bromeé, bajando la voz – cuando os sube la presión arterial, volvéis a sus orígenes...”
Y salí a la calle, deseando íntimamente que no se cumpliera ni una sola de las maldiciones que me lanzó el dueño de la cafetería, refiriéndose al chocolate que yo acababa de tomar y a ciertos efectos que él esperaba que surtiera en mi aparato digestivo.
Moraleja. Si dices lo que piensas, sabiendo que tu parecer no va a ser aceptado, mejor hazlo en ayunas.
Por si acaso.
Gee.. muy bueno. Creo que en el fondo es el tema estrella. ¿Es la gente responsable de sus actos? ¿Se enseña desde pequeñitos a los niños a serlo? Creo que no. Luego se quejan de las consecuencias, pero esas eran previsibles o al menos no imposibles...
ResponderEliminar¿No estás describiendo lo que me ocurre a mí cada vez que charlo con mis conocidos?
ResponderEliminarDecir lo que se piensa, cuando no se ajusta a lo que sale por la tele, es un acto peligroso.
Un saludo.
Sastamente, Mike. Este país ha vivido en los últimos años muy por encima de sus posibilidades, gastándose lo de los próximos veinticinco años. La ciudadanía ha hipotecado su futuro y el de sus hijos, y ahora le echa la culpa a la guerra de Irak o a Magdalena Álvarez. Como decía mi bisabuela: "Quien guarda cuando tiene gasta cuando quiere". Y aquí media España ha tenido un butrón en el bolsillo.
ResponderEliminarBásicamente estoy de acuerdo contigo, Mike, pero me esa reflexión me trae a la memoria una campaña electoral de hace... la tira de tiempo. Julio Anguita solía romper la monotonía inherente a los mensajes de los grandes partidos. Pues en una intervención televisiva se le ocurrió proponer que se hicieran electrodomésticos que durasen más, para que los trabajadores y la clase media no se entrampara en el pago de letras. Sonaba de lo más ortodoxo (marxistamente ordodoxo), el problema es que quizás los destinatarios del mensaje no estaban dispuestos a dejar de consumir con fiereza y que... todo el cinturón industrial de Barcelona que se dedicaba a fabricar electrodomésticos estaba en crisis, el sector conocido como la "línea blanca" se hallaba en pleno proceso de reestructuración. Es la contradicción terrible del sistema capitalista.
ResponderEliminarSaludos.
Dice el viejo refrán que quien dice las verdades pierde las amistades. Por mucho que nos inviten al G-20, al GconJ o al 3G al cuadrado no dejamos de ser 'nuevos ricos' de una economía basada en el ladrillo y el tubo de escape -a toda pastilla eso sí-. ¿Por qué no se invierte por ejemplo en I+D+i? Porque los beneficios que reporta son muy a largo plazo. Algo que en política no se contempla. Que inventen ellos, y nosotros lo consumimos... hasta que se cierra el grifo.
ResponderEliminarPara empezar, perdona el "off topic". Gracias, Mike, por el premio a mi blog. El año que viene cambiaré la filosofía en cuanto a los premios y SI los recogeré, aunque sin seguir "la cadena" de enlaces, debido a mi casi total desconocimiento de otros blogs. Un abrazo.
ResponderEliminar...y para colmo demqsiados botines para tan pocos zapateros...
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