
La conjura de los necios es una novela de John Kennedy Toole, galardonada a título póstumo con el pulitzer en 1981. Es a la vez comedia y drama, sátira y análisis. Y es un libro que recomiendo, aún cuando creo que la traducción al español pierde un poco de ritmo en algunos momentos.
No escribo hoy sobre la novela de Kennedy Toole. Es tan solo el título lo que me interesa en esta ocasión. Lo uso para titular este artículo porque, tal y como le comenté a un amigo hace algunos años, cada vez que veo a algunos personajes morder la mano que les da de comer viene frecuentemente a mi mente dicha frase. La conjura de los necios…
Durante estos pasados días España ha celebrado el trigésimo aniversario de la constitución.
Bueno. Quizás sea un poco exagerado decir que se ha celebrado algo. No he visto manifestaciones populares ni banderas constitucionales por las calles. Ni nadie que yo conozca se ha felicitado por este aniversario, ni creo que nadie, en un descanso de playa o skies, reflexione sobre la carta magna.
Como dejé escrito en algún blog amigo, yo no celebré nada en ese aspecto. No considero que la constitución española garantice realmente las libertades del individuo, la independencia de los poderes del estado, el funcionamiento honesto del sistema electoral o el principio de soberanía popular, por poner algunos ejemplos. Ni me consuela la opinión de muchos, cuando manifiestan que, en aquellos tiempos difíciles, era la constitución menos mala que se podía hacer. Creo que si las cosas se hubieran querido hacer bien de verdad, con verdadera intención y auténtico espíritu de democracia, hoy viviríamos días muy distintos. No estaríamos en manos ni al capricho de partidos minoritarios antiespañoles, ni tendríamos que soportar a un poder judicial oportunista y politizado, ni otras muchas cosas que sería muy largo citar ahora.
Lo que era previsible, tan previsible como el comportamiento y las opiniones de los necios, es la actitud de grupos antisistema, refugio de antiguos terroristas, falsamente republicanos, agitadores y , por supuesto, vividores del sistema que le alimenta y les permite darse la gran vida en el cargo público.
Las manifestaciones de Joan Tardá no deberían tomar a nadie por sorpresa. Primero, porque su trayectoria debería prepararnos para semejantes actitudes, incluso las que, para calentar a sus votantes, claman por el asesinato.
He oído en Onda Cero algún comentario desafortunado al respecto, por parte de un colaborador, que criticando tales declaraciones además de la defensa de Bono hacia Tardá, calificándole poco menos que de travieso, descartaban a la vez que la justicia emprendiera algún tipo de acción contra el diputado de ERC por sus gritos a favor de la muerte del rey de algunos españoles.
Tremendo error. ¿Si se ha llevado a
Así es como manejamos en España este tipo de problemas. Cuidado con poner en su sitio a quienes atacan sistemáticamente a nuestra nación. Prudencia. No vayan a ofenderse y movilicen a más gente aún. Impunidad de facto.
Joan Tardá es un necio que muerde la mano que le da de comer. Él es parte de la conjura de los necios que, refugiándose de idearios extremistas con los que vivir a costa del erario público, pretenden horadar el sistema que les dio protagonismo inmerecido. Si la constitución del 78 hubiera establecido un régimen presidencialista con un sistema electoral en el que contasen realmente los votos y no las proporciones, muchos de estos Tardás, Carods y demás proterroristas no tendrían ni la más mínima representación en el parlamento nacional. No tendrían poder decisorio como partidos bisagra. No vivirían de los presupuestos ni asignaciones que existen gracias al dinero de todos los españoles, a quienes, dicho sea de paso, ellos procuran proscribir y hacer objeto de odio.
Hay quien diría que esto precisamente es la grandeza de la constitución española y de
En su necedad, no debería olvidar Joan Tardá que esta constitución, a la que simbólicamente quemaron un pequeño grupo de sus esclavos mentales radicales, es precisamente la que le ampara y le protege. Porque, hablando de los ciudadanos, muchos nos sentimos verdaderamente desamparados por nuestra propia nación, pero a los políticos, está claro, no hay quien les toque un solo pelo.
http://elrepublicanodigital.blogspot.com/2007/03/muertos-buenos-muertos-malos.html