
Hace ya algunos días que rondaba por mi cabeza la idea de habilitar una encuesta sobre el liderazgo del Partido Popular. Hoy me decido a ponerla a disposición de todos los visitantes de ERD, en vista de los muchos acontecimientos que han venido sucediendo desde hace ya tanto tiempo y que han devenido en una radical transformación de este partido desde el modo de hacer de Aznar hasta el modo de estar ausente de Rajoy.
En alguna ocasión he comentado que, si bien no me siento totalmente representado por ninguna formación política concreta, no me importa declarar que si tuviera que elegir un presidente para el PP y votarle para la presidencia del Gobierno de España, me decantaría por José María Aznar sin dudarlo, aunque con ciertas reticencias y reservas.
Sin dudar, porque le considero el mejor Presidente de Gobierno de la Historia de España, especialmente durante su primera legislatura. No me han hecho variar un ápice mi opinión ni las manifestaciones del Prestige, ni la guerra de Irak, ni todas esas maniobras de los medios progres que tanto votante del PSOE ha gritado a voz en cuello mientras vivía estos últimos años como un auténtico liberal capitalista occidental.
Reticencias por una parte de mi sangre, que es aragonesa de quinta o sexta generación, pero sin fanatismos, que siente y conoce la historia de Aragón y sabe que rara vez se han cumplido en esta tierra las promesas de Madrid. Mi lado aragonés admira a Joaquín Costa y a su necesidad de predicar el regeneracionismo hace cien años y que hoy día sigue siendo tan necesario en España, labor que, en cierto modo, acometió Aznar al llegar al gobierno.
Reservas sobre ciertas iniciativas aznaristas, como el Plan Hidrológico Nacional, tan necesario para la cuenca mediterránea, pero que tantas dudas generó en muchos aragoneses no fundamentalistas del río Ebro, que no acabábamos de creer las promesas hechas sobre el trasvase.
Hoy asisto asombrado a una rara comedia de esperpento como es el comportamiento del Partido Popular y sus directivos, tímidos y avergonzados, incapaces de defender convenientemente todos esos principios en los que confían millones de Españoles. Principios de libertad e individualismo, que son los motores de la civilización y el progreso, en contraste con otros sistemas cuyos resultados largamente comprobados han sido la ausencia de los principios antes citados.
En lugar de eso, este Partido Popular ha preferido ser “simpático” a base de ser transigente ante el progresismo que le acomete. No está tan lejos aquél día en que el propio Rajoy se vendió a la estrategia de acoso y derribo de figuras de profunda honradez como María San Gil y otros. Días en los que invitó a los liberales a abandonar el partido. Días posteriores en los que, en aquel congreso que todos recordamos, el Propio José María Aznar ofreció un memorable discurso que más parecía un merecido tirón de orejas a los “simpatizadores” del nuevo partido.
El resultado ha saltado a la vista durante estos pasados días. El Partido Popular pierde un número significativo de apoyos en intención de voto, incapaz de derrotar en las encuestas a un presidente de gobierno que ha logrado, con todo merecimiento, pulverizar el listón de mentiras y mezquindades que ostentaba merecidamente Felipe González.
El Partido Popular, del que yo me avergonzaría ahora mismo si fuese simpatizante o militante, se ha dejado insultar repetidamente del modo más zafio por personajes del segmento social y político más mediocre de la nación sin devolver un solo golpe en los tribunales, pero, como buen ejemplo de la cobardía que parece alzar como bandera, arremete contra un modesto periodista al que pretende acogotar con todo su potencial.
Así como el PSOE es, para mí, el paradigma de la corrupción institucional histórica en España – a los ochenta y hasta el noventa y seis me remito, por no extenderme sobre ciertas comunidades autónomas – se me hace que el PP es como el chulo barato del patio del colegio, que arremete contra Víctor Rodriguez Gago, pero calla cuando Almodóvar le acusa de golpismo o el alcalde de Getafe le insulta.
En conclusión. Aquí les dejo