
Me he preguntado muchas veces qué sucede en España para que la ciudadanía en general permanezca impasible ante los hechos que, continuamente, confirman una tras otra las mentiras sobre las que se basa el triunfo electoral del Partido Socialista en las pasadas elecciones generales.
Aún a riesgo de caer en el repetitivo “argumento de siempre”, cosa que no es realmente lo que pretendo, me gustaría poder comprender qué es lo que empuja a la mayor parte de los electores a posicionarse casi invariablemente a favor de quien les dice justo lo que quieren oír, aunque eso constituya el mayor de los desvaríos y que, una y otra vez, machaconamente, el tiempo se encarga de poner en evidencia.
¿Cómo puede soportar un país la mentira continuada, que trae como consecuencia la pérdida de bienestar y confianza de los ciudadanos?
Es verdaderamente lastimoso – lastimoso porque es un fenómeno real – que los ciudadanos no muestren ninguna capacidad de reacción ante la grave crisis que estamos viviendo, de la que no vemos el final y de la que se negó su llegada sistemáticamente. Parece que España funciona a golpes de consigna fácil. Nadie, o muy pocos, se mueven para exigir al gobierno socialista que se haga responsable de sus mentiras, maniobras electorales y dilapidación del dinero público como cebo para conseguir votos. Me siento verdaderamente, absolutamente avergonzado al contemplar cómo la inacción con la que se recibe, día a día, la constatación del avance de esta crisis, a la vez que la ineptitud y la mala intención de los políticos que, con acusaciones de antipatriotismo y crispación, descalificaron cruelmente a cualquiera de los que, sin ser necesariamente militantes, simpatizantes ni votantes del PP, denunciábamos la sin razón de un gobierno al que, hay que admitirlo, se le permite todo.
Las declaraciones del vicepresidente Solbes han dejado al descubierto la incapacidad del ejecutivo para luchar eficazmente contra esta crisis que, según los verdaderos expertos, es decir, los que la anunciaron, los que han ido acertando en sus previsiones, afecta a España en mucha mayor medida que al resto de la comunidad europea y de la que tardaremos en salir bastante más tiempo que el resto de países. Ante semejante situación, deberíamos preguntarnos a qué esperan, por ejemplo, los sindicatos para manifestarse y exigir soluciones a los líderes por los que tanto lucharon durante las elecciones.
Las previsiones de Solbes han fallado estrepitosamente. La culpa, si nos atenemos a las razones que enarbola ese sector del electorado que traga con todo lo que le digan sus gurús artístico-político-mediáticos, es de Aznar, Bush, Rajoy, Franco y todos aquellos que no aceptamos el diálogo con los terroristas, la beatificación de Hamas, las estridencias de Garzón ni la asignatura de Educación Para
España seguirá teniendo la venda sobre los ojos. El optimismo que necesitamos aquí, y para el que no encuentro ningún motivo, se desvía hacia el nombramiento de Barak Obama como próximo presidente de los Estados Unidos de América y nuevo dios de la secta progre española.
Y mientras Obama rememora a Lincoln con su viaje en tren hasta la capital federal, imitando al presidente republicano que luchó contra el partido demócrata sureño y esclavista (qué vueltas da la vida…), Solbes reconoce implícitamente su fracaso. La frase dedicada a Mariano Rajoy hace unos meses se ajusta ahora mucho mejor al Vicepresidente. “Es usted un profeta del desastre y un desastre como profeta”
Con eso nos quedamos. Con profetas, desastres, paro, pobreza y mentiras. El común de la gente parece conformarse con pasar cada vez más estrecheces, sin importar las anteriores mentiras de Zapatero y su corte de vividores. Mientras tanto, que no falten las descalificaciones a Aznar en los programas y telenovelas de La Sexta, Cuatro y Telecinco, No vaya a ser que la audiencia acabe por echar de menos aquellos tiempos en los que se creaba empleo y bien estar, y nos salía más barato viajar a Punta Cana que a cualquier parte de Europa.