
No podía haber comenzado peor Obama. Tanta sonrisa Colgate, tanto insistir en su parecido con Kennedy (¿?), tanta expectación, tanta ilusión… y demuestra que no es ni más ni menos que un presidente más de los Estados Unidos de América. Un imperialista. Más de lo mismo. Hugo Chávez tenía razón. Y Raúl Castro, también.
La prepotencia del yankee de nacimiento, como la del nacionalizado que enarbola orgulloso su nuevo pasaporte, no conoce límites. Tanto da ofender a otras naciones. No importa ignorarlas. Y si con eso no es bastante, Obama, el recientemente “socialdemocratizado” por Zapatero, no duda en usar los enormes recursos y medios que están en su mano para conseguir sus fines.
Tal ha sido la lección que nos dan los acontecimientos en estos días. El poder del Imperio, bien conocido y sufrido por todo el planeta, se puso en marcha nuevamente para confabularse contra uno de los sucesos que habría podido marcar el inicio del siglo XXI en lo que a geopolítica se refiere.
Si bien los atentados del 11-S pueden considerarse como un antes y un después en la historia moderna del mundo, por el efecto político, social y económico que provocaron, bien hubiera podido decirse que la apertura de la Embajada de Catalonia en Estados Unidos, sita en el Rockefeller Plaza de New York habría sido el acontecimiento internacional, sobre todo en el mundo de la diplomacia, más significativo de este final de la primera década del siglo.
Pero no. No ha servido para nada que Joseph Lewis Carod Rovira – no se le puede llamar José Luís, pero seguro que de este modo le hará ilusión – decidiera establecer relaciones diplomáticas de facto con Estados Unidos. Igual hubiera sido que hubiese alquilado una casita con jardín en Queens. Su flamante embajada en el antiguo edificio Lifetime, el actual Rockefeller Plaza, ha pasado desapercibida para el mundo. Solo en la opresora España el acontecimiento ha tenido una cierta relevancia; y parece que haya sido más para burla que como información.
Obama no podía haber elegido otro día para su toma de posesión. Ni otro mes. Tenía que ser precisamente en estos días de la inauguración de la Embajada de Catalonia. Y con su triunfalismo y sus imágenes de baile de gala no ha pretendido otra cosa que restar a Joey Carod Rovira su merecido protagonismo. Es el gigante contra el pequeño.
Mal comienza Obama. Su actitud de prepotencia no le granjeará muchos partidarios en Catalonia. Veremos si en el futuro no tendrá que arrepentirse Barak Obama de este desplante al vicepresidente de la Generalitat, ahora que Catalonia está decidida a ser un actor internacional.
Ironías al margen, parece que para Carod Rovira no existe la crisis. Típico comportamiento de Cacique. Mientras las cifras del paro se disparan en Cataluña, miles de dependientes no reciben la ayuda prometida y los servicios sociales se ven desbordados para atender peticiones de asistencia a familias, este vicepresidente, que debe su estilo de vida al contribuyente, dilapida el dinero público en un piso ubicado en uno de los distritos más caros de Norte América.
¿Les parecerá esto bien a sus votantes?