
Se llama María Luisa Muñoz. Se casó por el rito gitano. Es viuda desde hace nueve años. Lleva mucho tiempo luchando en los tribunales para que el estado le pague una pensión de viudedad. En mi opinión, y aún a riesgo de que mi parecer sea impopular, el tribunal cometerá un error y sentará precedente si da la razón a esta Señora y le concede el derecho a cobrar esta pensión. Permítanme explicarles mi punto de vista, porque creo que María Luisa y sus defensores olvidan un detalle importante.
Me parece perfectamente válido que ella se casara según su tradición. No tengo ningún inconveniente en aceptar a ella y a su esposo como casados, como matrimonio, al igual que reconozco la misma condición a matrimonios de
Para los miembros de mi Iglesia el matrimonio también es uno de los pasos más importantes en la vida. La sencilla ceremonia está llena de significado y solemnidad. La consideramos tan sagrada que no la celebramos en ninguna de las capillas o centros de adoración que tenemos en muchas ciudades de España. El Matrimonio debe celebrarse en un Templo, como el que tenemos en Madrid desde 1999. En Estados Unidos, la ceremonia del casamiento en el templo tiene también validez legal ante las administraciones públicas, de modo que no es necesario celebrar una ceremonia civil paralela que acredite nuestra unión ante la sociedad civil.
En España esto no es posible. Admito que el rechazo tradicional, y en ocasiones beligerante, de ciertas instancias de
Este es el detalle al que yo quería ir a parar, insistiendo de nuevo en que si esta señora gitana se casó con su esposo por el rito de su cultura y su tradición, tiene todo mi respeto. Ahora bien, si tal y como sospecho, no cumplió con las leyes del país y no celebró una boda civil que quedase registrada después en la administración pertinente, no cumplió con un requisito que se nos pide a todos los ciudadanos, mediante el cual podremos disfrutar de unos beneficios posteriores.
Creo que, en casos como estos, conceder una excepción es cometer un agravio contra quienes sí cumplen las leyes. Desgraciadamente, María Luisa sufre ahora las consecuencias de una costumbre tradicional aún entre muchos gitanos, pero también entre otros mucho grupos y etnias generalmente inmigrantes, consistente en mantener sus propias costumbres aún a costa de no respetar las leyes del país en que viven.
Defiendo la pluralidad religiosa, tal y como lo expresa el Artículo de Fe nº 11 de mi credo. Los matrimonios de distintas religiones deben ser respetados, pero estos deben cumplir escrupulosamente las leyes de los países en los que residen los contrayentes. Por tanto, no puedo dar la razón a María Luisa Muñoz.