
Zapatero ha tirado por el balcón todas las frases grandilocuentes, los vídeos electorales, la pasión desesperada de los socialistas por Obama, la importancia de ese partido que se jugaba en Europa. Todo era como un disfraz hecho de papel y bolsas de plástico del supermercado de la esquina, mal cosidas para confeccionar el traje de carnaval con el que el niño se presenta al festival escolar. Pasada la euforia, todo acaba en la basura.
Tal y como me comentó alguien ayer, podría quedarnos el consuelo de comprobar que, al menos en esta ocasión, el domingo como día libre e instituido para visitar el bar, la terraza del restaurante y la piscina del barrio, ha sido más poderoso que el tradicional miedo a la las leyendas de la derechona, Franco, Aznar y el empobrecimiento de la clase trabajadora que, siempre según Blanco, Pajín y López Aguilar, persiguen denodadamente Rajoy y Mayor Oreja en su cruzada por la vuelta de una dictadura de la que solo se acuerdan ya las izquierdas.
Las urnas bostezaron de aburrimiento. El PP obtuvo una diferencia sensible que a más de uno le sentará como un empacho de auto bombo y complacencia. Al día siguiente de las elecciones, ya teníamos a los satisfechos pidiendo una moción de censura contra Zapatero. En mi opinión, un error de calculo de quienes se dejan llevar por el triunfalismo. En algo tengo que darle la razón a ZP. Dice que
Dicen en Aragón: “para este viaje no hacían falta alforjas”. Tanto Obama, tanto acontecimiento planetario, tanta ocultación de los datos reales del paro… para finalizar este viaje de semejante manera. Recuerden a la zorra y las uvas de la fábula de Samaniego. “No las quiero comer… No están maduras”. El Presidente minimiza la importancia de su derrota, restando a la vez trascendencia al proceso de elecciones europeas y al resultado general en el que la social democracia y el socialismo sin disfraces se las ha llevado todas en la misma mejilla.
Si el Partido Popular pretende ser alternativa al gobierno, tiene que empezar a trabajar ya en un proyecto que pueda ilusionar a los españoles. Tiene que dejar de ser un partido estúpidamente acomplejado, no por sus deméritos, sino por las etiquetas que le cuelga la izquierda. El mejor ejemplo para conseguir librarse de tal complejo es fijarse precisamente en el ejemplo de socialistas y comunistas. Han conseguido que nadie les recuerde el vergonzoso pasado que tienen bien guardado en sus cuartos trasteros y hablan sin pudor de una libertad y unas mejoras sociales, aunque luego coarten las primeras y no lleven a la práctica las segundas. La oposición debe insistir a diario en la necesidad de acometer profundas reformas que puedan fomentar el crecimiento de la economía, el fortalecimiento de la libertad individual y la garantía de los derechos de los ciudadanos. Es necesario reestructurar el mercado laboral. Es imperante llegar a un verdadero consenso que no discrimine a la oposición y que solo tenga en cuenta al gobierno y a sus serviles sindicatos. Y también es necesario que la gente de la calle abra los ojos de una vez y deje de conducirse por consignas partidistas absurdas y vacías.
Ya se apagaron los focos. Finalizó ese partido tan importante que se jugaba en Europa. Ahora nos toca volver a la realidad y reconocer que los problemas son muy graves. Que hay hambre. paro, desesperación y decepción. La zorra no quiso comer las uvas del triunfo porque no pudo alcanzarlas. Está por ver si lo único que puedan comer muchos españoles, a no tardar, sean las uvas de la ira.