El populismo va bien cuando todo va bien. Quiero decir que, cuando hay dinero, y la economía se mueve, y la gente está mas preocupada por comprarse una TV de pantalla plana más grande que la del vecino, de tener el último modelo de celular con más megapixels en su cámara, o de pedir micro créditos para ir de vacaciones al otro lado del mundo para poder presumir después con los amigos sobre quién ha ido más lejos y más caro, decía que, cuando la gente se preocupa más por estas cosas que por el funcionamiento y rendimiento del gobierno al que han votado, el populismo funciona porque no hay preocupaciones acuciantes.
Qué distinto parece ahora todo. Qué diferentes estos dos últimos años en caída libre. Qué revelador el comportamiento, o la ausencia de él, de tantos sectores, colectivos y personajes relevantes de la vida social española, desaparecidos todos de la primera línea de la ofensiva mediática contra la oposición al gobierno, y por extensión, a los diez millones de votantes que respaldaron a dicha oposición. Nadie se acuerda ya de seguir cerrando el cordón sanitario aquel contra la derecha, ni de contra manifestar a las víctimas del terrorismo, ni de desacreditar a cualquier voz crítica, derechista o no, sobre una crisis y su posterior recesión que nunca llegarían a España. Pero aun más, parece que haya desaparecido del recuerdo colectivo la gestión del Gobierno Zapatero de estos pasados cinco años; posiblemente porque no haya tanto que recordar.
Hay quien cree que populismo es lo que practican Chávez, Morales u Ortega. Y lo es. Pero hay otro tipo de populismo, quizás menos estridente, menos de camisa roja y eternos programas de televisión, pero igual de efectivo a la hora de conseguir su principal objetivo: convencer a las masas de que el líder se preocupa y vela por el pueblo, de que todo va bien, irá mejor, y las alternativas son extremistas e insolidarias. Este populismo ha sido el modo de trabajo habitual de Rodríguez Zapatero y sus ministros. Modo ya de por sí grave en épocas de bonanza, pero más grave todavía ante una crisis que ha acabado con el superávit que Zapatero heredó y dilapidó y que nos ha colocado, no ya en el vagón de cola de Europa; es que ni siquiera hemos podido subir al tren de la recuperación, quizás porque no nos queda dinero ni para el billete.
Mientras todo iba bien, a muchos no les preocupaba gran cosa que Hugo Chávez visitara España con su estilo chulesco de dictador desequilibrado. Ser amigo de él era progre, incluso cuando arremetió contra las empresas españolas en Venezuela. Pero más progre aún se consideraba ser amigo de Evo Morales, el que viene a España para conseguir que le perdonemos la deuda de setenta millones de Euros que Bolivia nos debe, o nos debía, y, de paso, para entrevistarse con el canciller de la república española. Vamos, el que aquí tenemos que llamar rey, o majestad.
Ahora el populismo blando, el de Zapatero, está en crisis. Tiene demasiados frentes abiertos. La economía y la desastrosa gestión del gobierno, plagada de improvisaciones y medidas-parche que no han solucionado gran cosa pero que han vaciado las arcas públicas. El desempleo, verdadero jinete del Apocalipsis, que se ha llevado por delante a contratados, empresas, autónomos, llegando a poner en verdadero riesgo a empleados del sector público. Medidas “sociales” que, en realidad, atentan contra la sociedad, tales como la nueva ley del aborto o el sistema de educación. La política internacional; un continuo y denodado esfuerzo en alejar a España de los que deberían ser sus aliados preferentes, para asociarla a regímenes autoritarios que atentan a diario contra las libertades fundamentales del ser humano. Y ahora, en estas pasadas semanas, la devolución de sus actas de diputados de tres exministros: Jordi Sevilla, Cesar Antonio Molina y Pedro Solbes. De éste último, el comentario general es que abandona antes de tener que votar afirmativamente por unos presupuestos generales cuya aprobación depende, otra paradoja más de la política española de tan bajo perfil, del apoyo de los radicales independentistas catalanes a Zapatero.
Qué distantes quedan aquellos días de gloria, de populismo, de superioridad moral sobre todo el que se discrepaba del pensamiento único con marca ZP. Días de subsidios, de cheques bebé. Días que aún parecen más lejanos cuando leo las declaraciones de Joaquín Leguina, quien dijo hace apenas un año que los dirigentes socialistas no tenían ni oficio ni beneficio, y que ayer volvió a desmarcarse de ellos asegurando que nunca estuvo de acuerdo con ellos; que nunca les votó.
De seguir así, a este paso, ninguno de los que hayan saltado en marcha desde el carro socialista reconocerá haber estado al lado de los que nos llevan directos al desastre. A rey muerto, rey puesto.
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No se pero me parece a mí que esto me suena, este tipo siempre abandona el cargo después de dejarnos en la ruina.
ResponderEliminarSaludos
Yo nunca vote a ZP; tengo la suerte que estoy jubilado con la pension maxima, por consiguiente no me afecta la crisis, pero compadezco al padre de familia que este en el paro ya que este inutil de ZP no dá soluciones, a los que votaron a ZP que se lo pienses dos veces antes de hacer alguna tonteria en las proximas elecciones.
ResponderEliminarEs cierto que Solbes abandona cuando esta el barco semi hundido, pero tambien es cierto que sus ministros estan dejando a Rodriguez solo y es logico si hace lo que le place sin consultar pues ,,,que le de Zerolo o quien se tercie..con permiso de Doña Sonsoles
ResponderEliminarPues lo peor de todo es que en este país de pandereta...los que votaron a ZP le seguirán votando... Y la alternativa a este gobierno es un Rajoy que no promete mucho que digamos...
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