España,
como estado, ni siquiera llega a parecerse a esos lagartos que, ante una
amenaza, se hinchan y despliegan su cuello para parecer más grandes y
peligrosos, aunque sean en realidad completamente inofensivos.
Desde
luego, España tampoco es, desde hace mucho tiempo, como el tipo bravo que no se
deja pisar y defiende sus intereses ante quien sea. Hubo un acto (por fin) de
no dejarnos pisar impunemente), cuando en 2002 Marruecos quiso probar las
respuestas del ejecutivo español y de la oposición de izquierdas, y envió a un
puñado de sus soldados a un islote de soberanía española, como quien pasaba por
ahí.
Una de
las dos respuestas sorprendió a Marruecos. El test del islote Perejil se saldó
con la respuesta del Gobierno de España. Nuestro ejército recuperó la roca y
restableció la soberanía española. Estoy convencido de que Mohamed VI no
esperaba eso. Más bien apostaba por la dejadez española, cuyo mejor ejemplo es
el abandono del Sahara y su pueblo a manos de los marroquíes, durante el final
agónico del franquismo.
La otra
cara del test de Perejil mostró, esta vez sí, el resultado esperado. La
minimización de este incidente internacional y su ridiculización hasta el
extremo por parte de la izquierda española, que no podía permitirse en absoluto
que creciera el reconocimiento ciudadano hacia una medida del gobierno de Aznar
que transmitió voluntad de hacerse respetar.
En la
actualidad, España, como estado, no ofrece ninguna imagen de respeto ni
fortaleza ante cualquier situación de crisis. Los que dirigen a los piratas
somalíes en sus incursiones saben perfectamente a quien atacan, porque están al
tanto de la información internacional. Conocen bien cual estado es débil para
sacarle todo el dinero posible, y cual es tan defensor de su integridad, que no
vacila en usar la fuerza para defenderse.
España es
débil en el extranjero porque es débil en su propia casa. Una sociedad que, por
medio de sus gobernantes y legisladores, pero también por culpa de la inacción
de sus ciudadanos, es capaz de preocuparse más por los derechos del
delincuente, dejando a la víctima en segundo plano, no tiene la base suficiente
para decidir que sus fuerzas armadas valen para algo más que actuar como ONGs.
¿Qué
podemos esperar de políticos, y ciudadanos, que se espantan porque Francia
pagase un rescate, pero localizase a los criminales, abatiese a algunos de
ellos y capturase al resto? Está muy claro. Podemos esperar el resultado que
tenemos. Barcos pesqueros secuestrados y un gobierno cobarde, que parece más
esforzado por frenar un negativo impacto mediático antes que poner los medios
para que esto no vuelva a suceder.
Igual
resultado tenemos en casa. El presunto asesino de Marta del Castillo, después
de marear a las autoridades con la localización del cuerpo de la muchacha, por
no hablar del acto terrible del asesinato en sí y del sufrimiento causado a la
familia, vivirá en un piso tutelado, donde no solo no le faltará una sola
comodidad, sino que seguramente tendrá más que en su propia casa, y será
vigilado de forma “no invasiva” por los policías que le custodien. Vacaciones
pagadas para un anormal, típico de nuestros tiempos, al que se le fomenta de
este modo que sus actos no tienen consecuencias. Exactamente lo mismo sucede
con periodistas, humoristas y políticos españoles de bajo perfil que inciden
más en el derecho de los piratas somalíes a secuestrar barcos pesqueros, como
método de defensa contra el imperialismo occidental.
España es
débil, porque no se respeta a sí misma. Buena parte de sus ciudadanos prefieren
dar oído a tanto “comunicador” cuyo discurso invariable es la manipulación
histórica, educativa y social, antes
que analizar las actuales consecuencias de la siembra de antiespañolismo, cuyas
semillas ya se plantaron durante la mitificada transición.
A veces,
más parece que España no diera un paso adelante para salir de la dictadura. Más
parece un paso lateral, para cambiar una ausencia de libertades bien patente
por otra ausencia de libertades mucho más encubierta, pero igual de eficaz. La
que persigue, y va consiguiendo, una sociedad de individuos sin criterio,
manipulables y fáciles de contentar con televisión basura, consumismo de
publicidad agresiva y omnipresente y nuevos principios morales a medida del
gobernante.
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Mis queridos amigos:
ResponderEliminarAgradezco vuestros comentarios pero a pesar de mi deseo de contestaros individualmente, todavía no tengo la suficiente capacidad visual para escribir.
De hecho mis últimos post y este comentario común para todos vosotros se los he dictado a mi sobrina Mari Carmen que es la encargada de subirlos a la Red, aunque no siempre puede estar ejerciendo como mi secretaria.
Al parecer y cuando creía que podía valerme con un solo ojo,he sufrido una recaída en el periscopio recién operado de estribor, según dicen debido a la refracción ultrvta del monitor, y eso que es de pantalla negra.O sea, no estéis demasiadas horas frente a la pantalla,
Puesto que pronto me intervendrán en el periscopio de babor y seguramente tendrán que retocarme el recién operado, creo que hasta mediados de Enero no estaré en condiciones de reintegrarme plenamente en Blogger.
Os quiere
José Luís de Valero.
No tienes más que ver la situación penosa y lamentable en que se encuentra nuestro Ejército. Me recuerda a lo que le decía el sargento Highway a Webster: "Tus tropas de élite no serían capaces de conquistar un retrete". Y la situación es culpa de los dos grandes partidos. Ninguno de ellos -y los nacionalistas, por supuesto, menos aún- quiere un Ejército fuerte y bien preparado, en número suficiente para cumplir la función que le encomienda la Constitución. Ni tampoco que le monten otro 23-F. Y así nos va. Mal que le pese a muchos, hoy en día sólo el que tiene un Ejército preparado para actuar es respetado en el concierto de las naciones.
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