Atrás
quedan en el tiempo aquellos mítines de Alfonso Guerra, por la Andalucía , Extremadura y
Castilla – La Mancha
profundas, a donde los militantes se desplazaban en autobús, durante
interminables horas de ruta sin autovías ni autopistas, a cambio de unos
bocadillos y unas latas de refresco. Eran aquellos años 80 que están más
cercanos a cumplir la treintena.
Hoy en día,
en plena y feroz crisis económica que se ha llevado por delante puestos de
trabajo y pequeñas y medianas empresas, por no recordar a algunas consideradas
grandes, el dinero del contribuyente, nuestro dinero, que se destina a
subvencionar a los sindicatos para mayor gloria de Zapatero, servirá también
para que Comisiones Obreras “invite” a militantes y simpatizantes a la
manifestación de Madrid del día 12 de Diciembre contra los empresarios.
Los
sindicatos – y Comisiones como parte de ellos – necesitan desesperadamente que
la marcha del día 12 sea un éxito de asistencia. Lo necesitan porque, en
realidad, el trasfondo y objetivo de esta manifestación no es en sí la defensa
del trabajador. Todo eso quedó atrás hace décadas. Esta concentración será una
ostentación de fuerza, un cerrar filas entorno al líder ZP. Un desesperado
intento para probar a los españoles que el apóstol del talante, Zapatero, sigue
estando en la cima, por encima de los errores y la continuada ineptitud de sus
ministros y asesores. Y si para sostener al icono de la izquierda “progresista”
tienen que acometer contra el colectivo más capacitado para crear y sostener el
empleo y la economía (que es lo que los trabajadores deberían entender
verdaderamente por “progreso”), como son los empresarios, lo harán sin ningún
miramiento y sin meditar en las consecuencias.
A los
sindicalistas no les importan las lecciones que ofrece la historia, ni los
resultados comprobados, aún sobre las vidas y la ruina de millones de
trabajadores, que aportan las políticas erróneas. Repiten y asimilan las
consignas de antaño. La empresa tiene la culpa de la crisis. Ser rico es igual
a ser culpable. Beneficio es igual a pecado contra la sociedad. Mientras, ellos
se disponen a abroncar a quienes les podrían facilitar trabajo si el gran Rodríguez
Zapatero, el mismo que engañó a la clase trabajadora asegurándoles que la
crisis nunca llegaría a España y que él lograría el pleno empleo, reconociera
que las medidas que propone su gobierno jamás han sacado a ningún país de una
crisis.
Dicen de
Cándido Méndez que se comporta, y ZP le trata, como si fuera el cuarto
vicepresidente del Gobierno. Tan solo le falta ostentar oficialmente el cargo.
En la práctica, Méndez parece más próximo al Presidente Zapatero que muchos de
los ministros de su gabinete. Le secunda en su línea política de acoso a la
oposición y a los empresarios, y no duda, como ya sucedió el pasado año por
estas fechas, en dejar desatendidos a colectivos
de trabajadores que protestaban contra un gobierno socialista tan ausente
entonces como los propios sindicatos.
El próximo
día 12 la España
sectaria saldrá a la calle. Clamará contra los empresarios y vociferará para proteger
a Zapatero y a sus peones. A esta parte de España no le importa que el
Presidente del gobierno haya mentido a diario, desde hace años. No le importa
las promesas populistas incumplidas. Le tiene sin cuidado que el futuro de la
recuperación de los españoles esté mucho más lejano que el de los alemanes,
franceses, norteamericanos… A esa España no le preocupa que cada previsión de
su líder, o de sus ministros, haya fallado estrepitosamente. No le importan los
millones de parados, ni los negocios arruinados. A esa España, la de los 11
millones de votos socialistas, prefiere protestar contra quienes puedan crear
riqueza, simplemente porque no son de los suyos.
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