Estas líneas son un mensaje
dirigido a quienes aún puedan albergar alguna duda sobre la capacidad de
apreciación de la realidad de muchos de los políticos españoles. Y que conste
que, por españoles, me refiero incluso a aquellos que, pretendiendo a toda costa
no serlo, no pueden evitar llevarlo escrito en el Documento Nacional de
Identidad.
Estas líneas también son un
mensaje de buena fe a los amigos lectores de otros países y continentes que, en
algún momento, hayan podido albergar la intención de venir a España para
procurarse una vida mejor, creyendo que esta tierra, mejor dicho, lo que de
ella han hecho esos políticos a los que me referiré en breve, es un lugar de
oportunidades, de convivencia, de concordia y de futuro. Mentira. Completamente
falso. Les aconsejo que busque un lugar donde sus ciudadanos puedan darles
ejemplo de sociedad. De verdadera defensa de los intereses y libertades del
individuo como base para desarrollar bienestar. Aquí, en España, no encontrarán
nada de eso. Llegarán a un país empecinado en dividirse, en agredirse, en
excluirse del verdadero progreso.
El Senado español, supuesto
representante de la voluntad del pueblo, ha decidido por mayoría que el
castellano, antiguamente llamado español aquí y todavía denominado de ese modo
en todo el mundo, no es un idioma suficientemente bueno para que los senadores
se comuniquen entre sí. Poco o nada importa que sea el único idioma que todos
los españoles entienden por igual. Los nacionalistas y el Partido Socialista
quieren imitar a la ONU ,
o quien sabe si a algún simpósium internacional sobre el cultivo de macarrones
transgénicos, e introducen en la cámara alta el uso de traductores, con su necesario
sistema tecnológico, para que sus señorías puedan oír lo que dice cualquier
ponente en catalán, vascuence o gallego.
En el desmoralizante ambiente
económico y laboral que nos rodea, sobrecargado además con una crisis social y
de convivencia como nunca soñaron sus promotores, el hecho de que los políticos
dediquen un solo euro de los contribuyentes a semejante iniciativa no puede
calificarse más que de miseria moral y de irresponsabilidad absoluta.
Ayer se escenificó en el Senado
la frase de Groucho Marx “La política es el arte de buscar problemas,
encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios
equivocados”. Leire
Pajín, la peor, más impostada y más falsa actriz del elenco de Zapatero, se
presentó ayer en la cámara para convencer a los senadores de la importancia de
no entenderse todos en español. Pera ello, se arrancó con unas cuantas frases
aprendidas en los diferentes idiomas autonómicos, con poca fortuna incluso en
el valenciano, que es el que ella debería dominar, y provocó por igual la
admiración de los progres y la hilaridad de quienes votaron en contra de esta
absurda medida.
Finalmente se aprobó, con los únicos
votos contrarios de Partido Popular y Unión del Pueblo Navarro, esta actuación
tan necesaria para los senadores españoles. Con cargo a los presupuestos
generales del estado, serán contratados intérpretes e instalado el sistema de
auriculares para que los pobres políticos profesionales que, habiendo nacido en
España, no comprendan el español, puedan seguir las sesiones en catalán,
gallego o vascuence. Es de suponer que ahora se sentirán más estimulados para
trabajar en interés de quienes les votan y pagan.
Vergüenza de este gobierno, de este senado, de toda la caterva politica y de este pais de analfabetos y subnormales, en cualquier otro estaban los politicos que han aprobado esa ley o lo que sea, de reponedores de supermercado, increible, asco y solo asco.
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